En diciembre de 2019 se detectaron las primeras infecciones por COVID-19 en Wuhan, China. Entre el primero y el 18 de marzo de 2020 se desató un foco infeccioso en Bérgamo, Italia, cuya amenaza exponencial y su letalidad se constituyeron en un augurio de lo que podía ocurrir en nuestro país y en el mundo.
El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró formalmente la existencia de una pandemia. A partir de esa situación, y a la vista de estos antecedentes en el hemisferio norte se decretó en la Argentina el Aislamiento Social Provisorio y Obligatorio (ASPO).
El Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Universidad de Buenos Aires (UBA) realizó un análisis comparativo a los diez y a los 80 días de cuarentena en el país para estudiar el impacto que la medida tuvo y tiene en el ánimo de los argentinos.
A través de una encuesta online, consultaron a 1289 personas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, el interior de la Provincia, Córdoba, Rosario, Mendoza, Neuquén, Tucumám, Jujuy, Tierra del Fuego y Corrientes.
“Cuando se inició este estudio la sociedad argentina está ya impactada por las dramáticas noticias provenientes del mundo, sobre todo de países muy afines como Italia y España. Quizá esto influya en los valores basales reflejados desde los días iniciales de la pandemia y la cuarentena, que se incrementan hacia valores más altos aún, hacia los 80 días de confinamiento, en la mayoría de los ítems estudiados”, aseguraron desde el observatorio.
Estado de ánimo
Transcurridos 80 días de cuarentena, los datos reflejaron una percepción de impacto negativo de los días de aislamiento tanto en el estado de ánimo individual, como en la percepción de ansiedad. Si bien el punto de partida del estudio ya mostraba una situación basal alta, la tendencia se acentúa afectando más a las mujeres que a los hombres y a los que conviven el confinamiento con los hijos que a los que están solos.
Aún en condiciones de aislamiento domiciliario familiar, se observó un incremento del sentimiento de soledad. Los datos mostraron en el periodo un impacto importante; la tendencia es mayor en las mujeres y significativa en quienes no conviven con hijos.
En general se suele relacionar la soledad con el aislamiento físico, lo cual no es así necesariamente, de hecho algunas personas pueden estar aisladas y no sentirse solas, otras pueden tener una red social aparentemente grande y pueden experimentar soledad.
En el caso específico de los adultos mayores los antecedentes señalan que tanto el aislamiento como la soledad aumentan el riesgo de enfermar, de agravar las enfermedades crónicas y de morir. Este es un aspecto a tener en cuenta por las consecuencias inmediatas o futuras en esta población.
Sobre la familia
En las respuestas sobre la familia se destacan dos aspectos, los que hacen a la comunicación familiar y la cohesión en el sistema familiar. Si bien las familias incluyen un factor importante de equilibrio, el aislamiento prolongado resiente la estructura familiar, siendo un dato no menor el incremento de la comunicación disruptiva o conflictiva, que señala una alteración importante de las relaciones familiares.
La comunicación disruptiva si bien es percibida como alta al final del periodo estudiado cuando se comparan las medias con datos muy anteriores a la pandemia, noviembre de 2019, se observa en todos los casos una tendencia creciente percibida como reducción de la sinceridad de los intercambios, mayor temor a generar desacuerdos, mayor antipatía entre los miembros de la familia y una sensación de mayor entrometimiento o pérdida de límites en las relaciones.
Esto resulta consistente con los datos que muestran en la comparación noviembre 2019 y segunda medición tras 80 días de cuarentena: una disminución del sentimiento de cohesión familiar, en el sentido de sentirse “ser escuchado”, de “pérdida de la confianza en los otros”, de “duda en la capacidad de ser cuidado por el núcleo familiar” y de cómo se perciben los “los recursos de la familia para resolver situaciones difíciles”. Esta información describiría que a pesar de los datos que muestran una importante y general resiliencia y recursos en las familias encuestadas, se incrementó la percepción de pérdida de esos recursos ante un agresor externo como la pandemia y una situación estresante interna como el confinamiento.
La pandemia y las parejas
El aislamiento mostró afectada la comunicación (relación) en las parejas, según estén en convivencia solos, no convivencia, o convivir en familia con sus hijos.
Los datos recogidos señalan una mayor frecuencia de discusiones y peleas, una disminución de los intercambios de “intimidad”, palabra que suele ser entendida en su vinculación con la sexualidad. Esto mantiene su consistencia cuando se pregunta por las “demostraciones de afecto”.
En las parejas, la relación conflictiva se mostró también asociada a la situación habitacional de vivir en departamentos, generalmente de menos superficie y menos conectados con el ambiente externo, en relación a vivir en casas que suelen tener mayor existencia de terrazas, patios o jardines; señalando el espacio y las características de la vivienda como un factor que participa de un modo importante en el curso del aislamiento social.
El impacto es mayor en las parejas no convivientes, donde se nota el efecto de la distancia, que en las convivientes solas, o en las que conviven con sus hijos donde el efecto también es un poco mayor que en las anteriores. Una cuestión a prever en el futuro son las consecuencias de una interacción duradera, con mayor nivel de conflicto, sobre la salud mental de las parejas y su posible incidencia en la continuidad de las familias (separaciones, divorcios).
La crianza de los hijos
Cuando se midió sobre cómo se vieron afectadas los criterios relacionados con la crianza de los hijos, se registró un cambio importante. Este es registrado más por las mujeres que por los hombres y por quienes viven en departamentos, donde el confinamiento es vivido probablemente de un modo más intenso, que los que viven en casas.
La escolaridad es una de las variables más impactadas por la cuarentena en relación a los hijos, verificándose la percepción de la sobrecarga de tareas sobre el sistema parental.
Otros valores afectados son los criterios preexistentes que generalmente guían la conducta de crianza de los padres, en relación con la puesta de límites. Cierto relajamiento surge posiblemente relacionado con el cansancio provocado por la intensidad de la convivencia en confinamiento.
La confianza atribuida a la comunicación con los hijos como factor de importancia en la crianza disminuye de un modo consistente. Asimismo, un mayor conflicto percibido en la pareja disminuye la valoración del efecto modelador de los padres como ejemplo de relación para sus hijos.
Fuente: Infobae