¿Descansamos lo suficiente? ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo?
¿Cuántas horas de reposo necesitamos en realidad? Cuando pensamos en recargar pilas, ¿nos referimos a las del cuerpo o a las de la mente? Una encuesta reciente llevada a cabo entre 18.000 personas de 134 países ha concluido, entre otras cosas, que el tiempo que pasamos a solas es el que más descanso nos proporciona, incluso entre las personas que se consideran extrovertidas.
Al parecer, para descansar de verdad, tengamos un carácter más o menos sociable, necesitamos pasar más tiempo con nosotros mismos. En este sentido, los participantes del estudio, realizado por la BBC y Hubbub –un grupo internacional de académicos, artistas, poetas y expertos en salud mental–, mostraron una clara preferencia por descansar sumergiéndose en actividades que no implicaban compañía. Ver a los amigos o a la familia, charlar o tomar algo con otras personas fueron ocupaciones consideradas mucho menos restauradoras por los encuestados.
Si hasta el momento solía pensarse que solo las personas introvertidas necesitaban soledad para recargar pilas, este estudio británico ha descubierto que también el descanso de los extrovertidos pasa por conectar consigo mismos. Así, leer, pasar tiempo en la naturaleza, estar solo, escuchar música o no hacer nada en particular fueron las actividades de descanso más escogidas por los participantes de dicha encuesta.
La psicóloga y psicoterapeuta Pilar Sanz afirma en este sentido que “la mejor forma de descansar es el silencio interior. En esta era se anhelala desconexión, pero lo que necesitamos de verdad es conectar; conectar con nosotros; conectar con nuestra esencia para desconectar del personaje”.
Silvia Congost, psicóloga y autora de A solas (Zenith), una obra que reivindica las bondades del reencuentro con uno mismo, explica que, a pesar de que sus beneficios están más que demostrados, la soledad todavía tiene mala prensa. “Básicamente porque la relacionamos con el fracaso y la vergüenza. Al ser seres sociales, el hecho de estar solos nos lleva a sentirnos abandonados, desamparados y eso, a ojos de los demás, pensamos que será interpretado como una señal de ser poco importantes y valiosos. Pero todos tenemos la capacidad y la necesidad de llevarnos bien cuando nos quedamos solos con nosotros mismos”, comenta.
El monje zen Shunmyo Masuno, autor de El arte de vivir con sencillez (Urano) explica en su libro que en Japón se utiliza el concepto “tener una morada en la montaña” para referirse a un estilo de vida que nos permita alejarnos de vez en cuando del mundanal ruido: “Leer mientras escuchas el canto de los pájaros y la corriente del agua. Disfrutar de una copa de sake mientras contemplas el reflejo de la luna en la copa (…)”.
Para los monjes budistas zen, la soledad en la naturaleza es el estilo de vida ideal, pero como observa Masuno en uno de los capítulos de su obra, “en realidad es todo un desafío. Adaptando el concepto de tener una morada en la montaña a la vida moderna, incluso sumido en el barullo de la ciudad, el monje y famoso maestro del té Sen no Rikyu acuñó la frase “reclusión en la ciudad”. Tener un lugar donde poder desconectar de los demás y pasar un tiempo a solas y donde poder recuperar la libertad de espíritu”.
Y es que, a veces, puede resultar difícil encontrar estos espacios de soledad en los que recargarse: ¿quién tiene tiempo para ello? Como señala este autor japonés, en ocasiones no hace falta más que una pequeña pausa en mitad de la jornada para notar los efectos reparadores de la soledad. “Un día de estos, busca diez minutos. No necesitas más. Intenta buscar un espacio para el vacío, para dejar de pensar. Solo procura despejar la mente, sin dejarte atrapar por las cosas que te rodean”, apuna.
Numerosos estudios señalan que pasar tiempo a solas −y en este punto quizá conviene recordar que es muy diferente buscar esos momentos a estar forzosamente solo− también favorece la empatía, incrementa la productividad, ayuda a reducir problemas de comportamiento en los niños, es un estímulo para la creatividad y fortalece la resiliencia.
Pilar Sanz afirma que la sociedad del siglo XXI tiene una marcada tendencia a la acción, a la inmediatez, a la intervención, a lo externo y a la distracción que nos aleja del silencio y de la conexión con nosotros mismos: “Creo que existe una gran falta de descanso físico, mental y emocional”, advierte, “y muchas de las consultas en psicoterapia tienen que ver con eso”.
Sanz señala a las nuevas tecnologías y a las redes sociales como uno de los elementos que más perturban el descanso, el silencio interior: “Antes, discutías con tu novio y te ibas a casa. Los dos teníais un espacio donde pensaros, sentiros, tomar distancia física, mental y emocional. Descansar. Y, tras consultar con la almohada, retomar. Ahora, no hay espacio para consultar a la almohada, porque se sigue en sesión continua por las distintas redes”.
Esta psicoterapeuta resalta la importancia de aprender a autorregularnos para conectar con nosotros mismos, y proveernos de los espacios imprescindibles para recargar el cuerpo y la mente. Se descansa a solas, explica, cuando se ha aprendido a estar a solas con uno mismo. Y esa educación empieza en la infancia: “Es importante que no enseñemos a los niños a calmarse con la tablet o con chuches, por ejemplo”.
Los expertos recomiendan recurrir tanto a estímulos internos como externos para fomentar el descanso en soledad. Algunos de ellos, según Pilar Sanz, pueden ser escuchar una música monótona, como los mantras; mantener un entorno ordenado, limpio, ventilado; pasar tiempo en la naturaleza; rodearse de olores que evoquen un entorno natural con inciensos o velas, utilizar la respiración consciente…
El descanso también pasa necesariamente por dormir las horas suficientes y así regenerar el sistema nervioso, algo que puede resultar difícil si vivimos acelerados.
“Cuando no puedo estar a solas conmigo, me cuesta meditar, me cuesta estar en silencio, y al final me cuesta dormir… porque la mente no descansa y no permite al sistema relajarse. Nuestro cerebro no distingue ficción de realidad, y si recibe el estímulo de activarse porque hay un peligro, real o imaginario, no puede distinguir uno de otro y pone en marcha al cuerpo para la defensa automática. Cuando se está en este estado y nos vamos a dormir, el sueño no es reparador, y uno se levanta y sigue agotado. En estos casos yo recomiendo incluir una actividad física consciente que te vaya ayudando a conectar contigo a través del cuerpo y facilite que se deje de alimentar con “comida basura”, concluye Sanz.
Silvia Congost afirma, por su parte, que son ideales los espacios de silencio y aislamiento, “la naturaleza o cualquier entorno que nos aporte paz y nos conecte con una sensación de armonía interna y calma mental. Se trata de lograr detenernos y sentir la vida que llevamos dentro. Las actividades que nos ayudan a conectar con este espacio interior de cada uno, con el cuerpo, con nuestras células, con nuestras emociones van muy bien, pero al final, uno se da cuenta que se trata de ir más allá. Cuando eres capaz de conectar con esa parte interna tuya, puedes estar en medio de un concierto y volver allí en cuestión de segundos, y pasar de sentir emociones de rabia, enojo o frustración a conectar con una paz de lo más profunda y sincera”. reseña la vanguardia