Aunque el éxito de las campañas de vacunación han reducido en buena medida la gravedad de la pandemia de coronavirus a nivel sanitario, es importante recordar que la vacuna, como ocurre con cualquier otra, no protege al 100% de la posibilidad de contraer el virus.
Por 20minutos.es
Por ello, y aunque el cuadro en las personas vacunadas suele ser mucho menos grave que en las personas que no lo están (y sólo en muy raras ocasiones requiere de ingreso hospitalario), es muy importante estar atentos ante síntomas que pudieran indicarnos que estamos infectados para poder corroborar esa sospecha con un test adecuado y tomar las medidas (principalmente el aislamiento) oportunas. Especialmente, teniendo en cuenta que las personas vacunadas infectadas sí que pueden transmitir el virus.
¿Cuáles son los síntomas más frecuentes?
El cuadro sintomático típico en las personas vacunadas es algo distinto al que se da en las personas sin vacunar, y de carácter marcadamente más leve. Entre los signos comunes en este grupo de población se incluyen el exceso de mucosidad y las cefaleas (síntomas que son habituales también de otras infecciones como el catarro, por lo que conviene hacerse pruebas si los desarrollamos para descartar el Covid-19), que pueden aparecer en ocasiones junto a otros como estornudos, sensación de ahogo y tos seca.
El síntoma más indicativo, sin embargo (y aunque no hay que olvidar que no se da en todos los casos) es la pérdida de los sentidos del olfato y/o el gusto. Si este signo coincide con uno o varios de los que hemos descrito previamente, es muy probable que el agente infeccioso sea por el SARS-CoV-2.
Por otra parte, puede darse también una sintomatología similar a la que provoca la vacuna, con dolor muscular, cansancio y náuseas. Sin embargo, esto es más raro entre las personas ya vacunadas.
La importancia de continuar las precauciones
A pesar de que, como ya hemos señalado, la gravedad de la mayoría de las infecciones por covid-19 ha disminuido en gran medida gracias a la inmunidad adquirida por la mayoría de la población española a través de las campañas de vacunación, es importante no bajar la guardia.
Las vacunas no sólo disminuyen la gravedad del cuadro en los infectados, sino que hacen que la probabilidad de infectarse sea mucho menor y que la transmisibilidad del virus también baje (porque los vacunados presentan menor cargar viral y periodos contagiosos más cortos).
Sin embargo, todo ello supone una presión evolutiva para el virus, lo que puede incrementar su capacidad de mutar hacia formas más infecciosas (como las variantes beta y delta) para aumentar sus posibilidades de sobrevivir en sus huéspedes humanos.
De hecho, son varios los expertos que habían previsto una escalada de los contagios en la temporada invernal, por los mismos factores que aumentan la incidencia de otras infecciones respiratorias en la misma estación (las personas pasan mayor tiempo en espacios cerrados, hay contacto más estrecho por celebraciones navideñas…) pero también por un cambio de actitud en las personas vacunadas, al sentirse (con razón) más protegidas.