Un verdadero líder democrático debe ser totalmente transparente. Hasta en su vida personal. Un dictador o autócrata es todo lo contrario, el secreto se le autoimpone como una estrategia y se convierte en política de estado. El déspota debe aparentar ser fuerte, todopoderoso, “heroico”, y castigador. Cualquier signo de debilidad puede colocar a su régimen en peligro.
En Venezuela, a lo largo de la historia hemos tenido unos cuantos presidentes que pudieran haber sido declarados insanos mentales y puestos en resguardo psiquiátrico…
Muchos locos han gobernado en el Mundo. La vida de Calígula, asesinado en el año 41 de nuestra era, se encuentra marcada por la violencia, como la extraña muerte de su padre, el asesinato de su madre, de sus tíos y de su hermana. En sus últimos días se auto-endiosó y llegó a nombrar Cónsul a su caballo Incitatus.
Iván el Terrible, disfrutaba los asesinatos en masa y en uno de sus momentos de ira, golpeó a su esposa embarazada hasta matarla.
Jorge III de Inglaterra, hablaba sin sentido y murió totalmente demente.
En los casos de Juana “La Loca”, hija de los Reyes Católicos, y de Carlos II, “El Hechizado”, sus apodos lo dicen todo.
Más reciente, tenemos a Hitler, con graves desórdenes de personalidad, delirios y alucinaciones que tuvo un costo terrible para el pueblo alemán y para toda la humanidad.
Idi Amín Dadá, genocida ugandés llegó a comerse a sus enemigos, y Stalin y Castro, megalómanos y paranoicos, condenaron, fusilaron o asesinaron hasta a sus más leales camaradas.
El Manual de Enfermedades Mentales a escala mundial (DSM IV TR) clasifica entre el Grupo A y B, y de trastornos psicóticos, a los Trastornos de Personalidad que se manifiestan por síntomas dramáticos que hemos visto en algunos gobernantes venezolanos.
Las palabras como “demente” o “lunático” ya no se emplean profesionalmente, por ser vocablos genéricos que no definen las enfermedades o trastornos específicos, y pueden ser peyorativos u ofensivos.
Distintos trastornos psicóticos tienen como sintomatología alucinaciones como escuchar voces o mensajes de algún animal u entidades no humanas, tener ideas delirantes, problemas al pensar o distorsionar la realidad, o lenguaje alterado o dislocado. (DSM-IV TR).
Decir que una persona es “loca” porque sienta desconfianza de todos, sospeche de ataques, de escenarios bélicos, dude acerca de la lealtad de sus cercanos, tenga temor injustificado a que lo traicionen o interprete alcances tenebrosos u hostiles a partir de circunstancias normales, no es la expresión pertinente. Los psiquiatras llaman a este conjunto de síntomas: Trastorno Paranoide de la Personalidad. (DSM-IV TR).
Cuando un individuo viola los derechos de otros, no le importan las normas sociales, como son las leyes de una república y agrede los derechos individuales de otras personas, miente, engaña y manipula a los demás con tal de conseguir algún provecho, toma decisiones sin pensar las pérdidas que pueda causar, sea violento verbalmente o de acción, se manifieste aparentemente seguro de sí mismo, arrogante, competitivo, sea mal perdedor y actúe creyendo que el fin justifica los medios, esta persona no está “enloquecida”. En psicología se le llama Psicópata, en sociología, Sociópata, y en psiquiatría, la enfermedad se denomina Trastorno Disocial o Trastorno Antisocial de la Personalidad. (DSM-IV TR).
Cuando una persona necesita compulsivamente ser el centro de atención y trata de expresar sus opiniones con firmeza y teatralidad, pero sin argumentos de fondo, más bien ambiguos, dudosos, no se apoyan en hechos, no se debe decir que esta “chiflada”. El término científico es Trastorno Histriónico de la Personalidad. (DSM-IV TR).
Un comportamiento de grandiosidad, con una supuesta elevada autoestima, buscando reconocimiento, y necesidad de admiración, fantasías de poder absoluto, hablar en extenso, y con detalles inmorales o inapropiados no definen a un “lunático” sino al “Narcisista” que es quien padece el Trastorno narcisista de la personalidad. (DSM-IV TR).
Los ataques de ira que se caracterizan por episodios coléricos y violentos, de mal hablar, en los que la persona no puede controlar estos impulsos de ferocidad y con excesos verbales o físicos, insultándolos, lesionándolos, o perjudicando todo a su alrededor, sin medir consecuencias, no se señala que esta “desquiciada”, sino que padece del Trastorno Explosivo Intermitente. (DSM-IV TR).
Popularmente se llama “demente” a una persona que tiene episodios maníacos de euforia y los alterna con períodos de tristeza. En las fases eufóricas, el “loco” habla sin parar, exaltado, vehemente, y se deja llevar por sensaciones de grandeza. Amenaza a otros, es hostil y mantiene conductas inadecuadas. El individuo pasa de la euforia a la depresión de manera cíclica, o exterioriza una gran irritabilidad, ausencia de buen juicio, y conductas ofuscadas o incorrectas en público. Quien presente estos síntomas posiblemente sufre de un Trastorno Afectivo Bipolar de acuerdo al Manuel Diagnóstico de enfermedades mentales. (DSM-IV TR).
Es factible encontrar un individuo que sufra distintas enfermedades mentales a la vez. La Organización Mundial de la Salud define con la palabra comorbilidad a la coexistencia en el mismo individuo de más de un trastorno psiquiátrico. (CIE-10/DSM-IV TR).
La mitomanía o el trastorno del mentiroso patológico
Las personas mitómanas y mesiánicas tienden a mentir permanentemente por cuanto necesitan crear un entorno irreal el cual les permita “salvar” al mundo que los rodea. Los mitómanos son mentirosos patológicos. Van de mentira en mentira, elaborando relatos, que repiten y repiten privada y públicamente, y explicaciones que llegan a creerse ellos mismos para ocultar o justificar sus equivocaciones. Son incapaces de reconocer el concepto de la mentira como irreal y construyen su propia verdad. Solo tienen una realidad absoluta: La de ellos. Se sienten por encima del bien y del mal. Sátrapas, pero hechos los tontos, embaucan a las personas que viven en su entorno, quienes acaban siendo al tiempo cómplices y víctimas de sus engaños. Mentiroso patológico es el término aplicado por las ciencias de la conducta para nominar el comportamiento de los mentirosos compulsivos o habituales.
Aunque parezca lo contrario, por el histrionismo que los caracteriza en sus apariciones públicas, los mesiánicos y mitómanos son emocionalmente fríos, calculadores y manipuladores.
Cuando la comunicación por medio de la mentira, el histrionismo, la paranoia, el narcisismo y los delirios llegan a formar parte de los hábitos personales, se puede provocar una escisión de la personalidad que conduciría a un grado de psicosis en la que se confundiría la fantasía con la realidad.
¿Le viene a la mente algún cabecilla político venezolano con estas características?
Vladimir Gessen / DDC / Informe 21 / @DivanGessen