¡Qué espectáculo indigno! La pandilla que gobierna Venezuela da una patada a la democracia y el mundo observa, en el mejor de los casos, con interés. ¿Qué tiene que suceder en el país para que finalmente se produzca una reacción digna de tal nombre? Desde hace casi un año, la oposición tiene en el Parlamento venezolano una abrumadora mayoría, lograda en unas elecciones democráticas reconocidas. Dos tercios de los votantes dijeron alto y claro que ya no querían el Gobierno chavista dirigido por el presidente Nicolás Maduro. Pero, desde entonces, esta mayoría democrática se ve sistemáticamente ignorada, obstaculizada y anulada.
Nuevos trucos para actuar contra la mayoría
Los esforzados burócratas de Maduro fraguan siempre con diligente refinamiento estratagemas para minar los derechos constitucionales del Parlamento. Primero fue la reasignación de puestos en el Tribunal Constitucional, que en los años venideros garantiza el control chavista sobre todas las decisiones de la más alta instancia judicial. Después vino la suspensión de la mayoría de dos tercios en el Parlamento y las dudosas denuncias contra los opositores. Las tácticas de demora de los chavistas dominaron las actuaciones de las autoridades electorales en todos los pasos que hasta ahora se han llevado a cabo en la preparación del referéndum. A ello se añade la represión contra quienes apoyan el proceso revocatorio.
Ahora, cinco días antes del inicio de la segunda recogida de firmas, se para el referéndum contra el presidente. Naturalmente, solo de forma provisional, no hay motivos para alarmarse. No hacen falta protestas a nivel internacional: sencillamente, en Venezuela todo se comprueba siempre de forma extraordinariamente exhaustiva… ¡Qué espectáculo indigno!
No es posible seguir reaccionando ante el teatro seudodemocrático de esta tropa de leguleyos chavistas mirando avergonzadamente hacia otro lado o con un par de amonestaciones a media voz. No es necesario verificar los detalles de esta reciente y cuestionable decisión: un vistazo a los acontecimientos de los últimos meses basta. El hecho de que, al mismo tiempo, se impusiera la prohibición de salir del país a varios dirigentes opositores lo deja bien claro: el régimen chavista se aferra por todos los medios al poder. Los demócratas de este mundo no pueden seguir aceptando esta situación si no desean perder por completo su credibilidad.
¿Cuál podría ser la reacción internacional?
Y eso es lo que ocurrirá. Estados Unidos se encuentra en plena campaña electoral, Europa tiene otros problemas y se ocupa principalmente de sí misma, los países latinoamericanos vecinos no se ponen de acuerdo. Y ¿qué puede hacerse? ¿Sanciones económicas contra un país al que el socialismo ha conducido a la más grave crisis de abastecimiento de su historia? La amarga lección para la oposición venezolana es la siguiente: no merece la pena actuar de forma justa y democrática. Hasta ahora, la alianza opositora esperaba que se produjera un cambio pacífico por medio de las urnas y ha conseguido evitar los incidentes violentos. Pero, al parecer, la atención internacional solo la logran los conflictos sangrientos. O los que provocan desplazamientos masivos a otros países. ¡Qué espectáculo indigno!
*Uta Thofern dirige la redacción de DW para Latinoamérica.