La reciente entrada en vigencia del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras ha sido un verdadero desastre y eso hay que decirlo.
Desde que se anunció el impuesto y, luego de que se aprobó la ley, manifestamos nuestra posición respecto a un gravamen que en realidad afectaría a quienes menos tienen.
Pero, ahora que entró en vigencia, nuestras críticas se hacen más certeras, porque no es solamente que se aplique el impuesto, sino que hay varias cosas que no están bien, respecto a la medida.
Y es que, en primer lugar, reina la incertidumbre sobre el cobro y el desorden acerca de a quién o qué operaciones son susceptibles de gravar.
En los comercios donde ha comenzado a aplicarse, se presenta ese desorden ¿Cómo? Les cobran a unas personas si y otras no.
No se sabe a ciencia cierta si el que compra en divisas en efectivo, cuando gasta 5 dólares en un abasto, debe pagar ese 3% de impuesto.
El impuesto solo aplica a quienes cancelen en efectivo en divisas, quedan exentas aquellas operaciones canceladas con instrumentos de la Banca Internacional y Nacional en Moneda extranjera, ya que el propósito de esta Ley es incentivar el uso del Bolívar Digital»
Desde el gremio de los supermercados ya se dijo que no todo el sector ha podido adecuarse, primero por falta de información y, segundo, porque las máquinas fiscales cuestan entre 800 y 2.000 dólares y no hay suficientes en el país.
Y un abasto o una bodeguita cuyo dueño apenas tiene un punto de venta y gana poco, no podría pagar por esa máquina fiscal, creando angustia y confusión en el negocio y el consumidor.
Mientras, por otro lado, ese impuesto se cobra desde el productor que compra sus insumos en dólares y así va hacia abajo, en la cadena, hasta el consumidor, quien terminará pagando los platos rotos de una medida que se advirtió sería perjudicial.
De esta forma, esa recuperación económica que se viene sintiendo desde finales del año pasado se puede trancar, debido a que el Estado le cobra al sector privado por los errores cometidos.
Esta situación es una consecuencia de mezclar la ideología con la economía que es una sola.
Ya habíamos mencionado que este impuesto es producto de la imposición del ala radical del Ejecutivo y de los diputados ideológicos que reformaron la ley.
Un trabajador que a duras penas gane unos 100 dólares, en el sector privado y que había visto que sus recursos le medio rendían, ahora debe pagar un impuesto injusto que se disfraza de IVA y que no tenía previsto.
Desde el Ejecutivo se justifica el impuesto para “reforzar el uso del bolívar sobre el dólar”. Pero, creo que se debe comenzar por considerar que 60% de las operaciones se hacen en dólares y que la disponibilidad de bolívares no es tanta.
Los impuestos se conciben para que el ciudadano reciba una retribución en buenos servicios, principalmente.
Los impuestos se idean para que los que traen cosas del exterior paguen lo justo por ello, pero no para que compitan deslealmente con la producción nacional y sin pagar aranceles.
¿Todavía hay tiempo de rectificar? Siempre hay tiempo para eso.
Analista Económico y Político e Internacionalista.
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