El día 6-5-22 la consultora económica Anova presentó un estudio titulado “¿Venezuela se arregló? Tendencias recientes en la distribución del ingreso”, al usar los microdatos de los años 2020 y 2021 del estudio Encovi que realiza la UCAB. El estudio encontró un crecimiento muy grande de la desigualdad. Pensé que estos datos promoverían algún debate o discusión. No hubo. En Venezuela también tenemos nuestra versión de lo que Piketty llama “capitalismo patrimonial” que tampoco es nuevo en la historia del mundo. En un sentido, en Venezuela se había superado no solo por nuestro carácter “igualao” como sociedad sino por la “renta y el reclamo” que permitió la movilidad y ascenso social. Hoy la movilidad y el ascenso son más restringidos. Mi impresión es que nuestro país se configura como uno con ingresos estratificados por grupo, no por clase social. En función de tu grupo, así será tu vida. Con la dolarización, habrá un ingreso para vivir pero “surgir” o progresar ya son otras cosas. No serán para todos. Bienvenidos a la “Venezuela patrimonial” que habíamos superado durante buena parte del Siglo XX
Para estar en política y para llegar al poder político hay que saber de economía política. Sí, esa que estudió David Ricardo, Adam Smith, o Karl Marx. Conocerla es relevante no solo en Venezuela, sino en el mundo. En nuestro país, diría que es una variable más importante que el apoyo de las Fuerzas Armadas a un gobierno determinado.
Conocer la economía política de una nación es garantía de estabilidad en el poder o para llegar al poder político. Rómulo Betancourt tuvo su columna en el diario Ahora que se llamó “Economía y finanzas”. Más conocido es su libro “Venezuela, política y petróleo” (1956) que es nuestra historia a partir del petróleo vista desde la economía política. Un libro escrito con el estilo de Rómulo. Cualquiera que sienta a nuestro país se impactará por la radiografía de la Venezuela gomecista vista por la economía política de Betancourt.
Escribió que, “Operó la presencia avasallante del petróleo, pero indirectamente, como factor deformativo de la economía y de la vida nacionales en su conjunto. Mentalidad minera, de nuevos ricos manirrotos, comenzaron a adquirir los sectores privilegiados de la población. El ininterrumpido fluir de dólares estimuló las importaciones, se hipertrofió el comercio y se configuró, para años, esa fisonomía de nación principalmente consumidora de mercancías extranjeras que por muchos años tuvo Venezuela. Y comenzamos a parecernos demasiado a esa California desarticulada y movediza, paraíso de aventureros y de pícaros de los años de la ‘locura del oro” (pág. 62). Esto fue escrito para hablar de la Venezuela de Gómez, pero pudiera ser la Venezuela de una época más reciente. Ese es el poder de diagnóstico de la economía política.
Chávez también la comprendió. Apenas llegó al gobierno, una de sus primeras acciones fue viajar por los países de la OPEP para buscar acuerdos y levantar el alicaído mercado petrolero. Los esfuerzos del comandante tuvieron éxito. Una nota de la BBC publicada el día 25-2-16 recordó que el precio de la cesta petrolera venezolana en 1999 fue de 16$ el barril y en 2004 llegó a 32 dólares. El precio llegó a 103$ entre 2011 y 2014. Según la nota del medio inglés, Venezuela recibió entre 1999 y 2014 un promedio de casi 58.000 millones de dólares al año ¡15 años continuos con ingresos mensuales de casi 5.000 millones de dólares, quién lo soñaría para hoy!
Una cifra muy importante si se compara con los valores para el segundo gobierno de Caldera el cual en sus 5 años de acuerdo a la BBC, recibió ingresos mensuales por el orden de los 1.300 millones de dólares, cantidad también muy respetable para ese entonces y hoy, si nos atenemos a la situación de Venezuela. Los gobiernos chavistas recibieron hasta 2014 casi 4 veces más entradas en dólares mensuales que los que recibió el segundo gobierno de Caldera cada mes durante 5 años. Plata de verdad. Esa la diferencia de Venezuela con otras sociedades en crisis y muchas veces no se toma en cuenta para los análisis: aquí hay dinero.
Esa alucinante cantidad de “rial” que entró a Venezuela entre 1999-2014, Chávez la usó para construir su “Pacto de los dólares” por medio del cual la sociedad lo aceptó como presidente a cambio de recibir dólares baratos. El símbolo de ese “Pacto de los dólares” fue Cadivi. El comandante permitió la apropiación originaria del capital para “tirios y troyanos” de forma honesta o deshonesta, y por eso fue reconocido y aceptado bien o a regañadientes, pero fue la época de “el presidente Chávez” y no la del “teniente coronel”.
Leí un tuit del economista Manuel Sutherland de fecha 20-5-21 en el cual escribió que en Venezuela la fuga de capitales asciende a 600 mil millones de dólares. En una nota publicada por Provea con fecha 7-2-21, Sutherland opinó que Venezuela fue el país con mayor salida de capitales “del mundo”. Nuestras elites tienen dinero se quiera reconocer o no.
El presidente Maduro ahora aprende la importancia de la economía política. Cuando llegó al poder no la consideró o la vio irrelevante. Su discurso de 2014 fue el “cadivismo”. Su terrible –y trágica- incomprensión de la economía política fue causa del conflicto político que se aceleró a partir de 2014 hasta que en 2018 comenzó su incipiente “Pacto de los dólares” que consiste en permitir la dolarización de la sociedad. Esta trae sus dólares que sacó cuando Chávez y AD-Copei, vive con su propio pulmón, y el Estado recupera ingresos -ahora con el petróleo- para usarlos a discreción, pero a diferencia del pasado, pasan a los fondos del gobierno y no a la sociedad.
El ejecutivo concienció la relevancia de tener ingresos reales. Explica sus anuncios recientes, por ejemplo, de poner en la bolsa acciones de las empresas del Estado o la reactivación de PDVSA, junto a la recaudación de impuestos la que, de acuerdo al Seniat para el mes de marzo de 2022, sumó cerca de 450 millones de dólares solo ese mes. Maduro, también, hace su “Pacto de los dólares” con la sociedad lo que explica, entre otras cosas, el clima de la “pax Maduro”.
En Venezuela, los economistas políticos más famosos en tiempos recientes son Asdrúbal Baptista (su “Teoría económica del capitalismo rentístico” de 1997) y Domingo Maza Zavala (“Venezuela: historia de una frustración” de 1986). Este, al hablar de la Guerra Federal, opinó que tuvo como consecuencia una sociedad más “igualitaria en el sentido que no se reconocen castas(…)En cuanto a la raíz económica, estructural de la sociedad, continuó y quizás se acentuó, la concentración de la riqueza y el ingreso(…)Y tuvimos aquí una situación cuasi servil en el campo hasta hace prácticamente 40 años” (N. R. Es decir, hasta 1946, que no es mucho tiempo si se ve en el tiempo histórico). En la afirmación de Maza está lo que es la economía política.
Otros académicos no se han quedado atrás en este tema. Uno muy relevante es Diego Bautista Urbaneja. Tiene tres fortalezas: es estudioso, escribe sabroso, y es original en sus propuestas. No se limita a repetir.
En el año 2013, Editorial Alfa publicó un extraordinario libro de Urbaneja -pienso de lectura obligatoria para todos los políticos y “aspirantes al poder”- titulado “La renta y el reclamo. Ensayo sobre petróleo y economía política en Venezuela” (Caracas, PP. 462).
El politólogo define la economía política al citar a Alan Drazen, “Si la economía es el estudio del uso óptimo de recursos escasos, la economía política se preocupa de cómo la política afecta las decisiones económicas de una sociedad” (pág. XVIII).
Urbaneja explica una característica de nuestra economía política -que gira alrededor de la “renta y el reclamo”- y que nos describe muy bien como sociedad de “reclamadores de renta”. Dijo, “(…)la sociedad venezolana no busca rentas sino que reclama porciones de una renta que ya está ahí y a la que se tiene -o se cree que se tiene- derecho(…)Como veremos abundantemente, la economía política venezolana, en sus diversas etapas, se va armando en torno a la disponibilidad de la renta petrolera(…)Se trata de la frecuente disposición del Estado y del personal político a privatizar la renta(…) Pareciera que, en largos trechos del Siglo XX, al Estado venezolano le picaran los reales en las manos. No más recibir renta, lo primero que piensa es en cómo diseminarla en manos de los venezolanos particulares(…)Siempre está trasegando grandes cantidades a los bolsillos de los venezolanos” (págs.. XXII, XXIII y XXXVII). Esta fue la situación de la economía política de Venezuela hasta 2014, cuando Maduro llegó con la crítica al “cadivismo”, y lo que explica la gran cantidad de dinero que tiene la sociedad venezolana. También es un recordatorio contra el discurso que se quiere imponer desde redes sociales del “no le debo nada a nadie” de los “self made claimants”.
La introducción anterior porque el día 6-5-22 la consultora económica Anova presentó un estudio titulado “¿Venezuela se arregló? Tendencias recientes en la distribución del ingreso”, al usar los microdatos del estudio Encovi que realiza la UCAB de los años 2020 y 2021.
Como venezolano y socialdemócrata la economía política es fundamental y en ella, el tema de la desigualdad. El portal de la casa, El Cooperante, también le dedica artículos al tema de la economía política. Pensé que los hallazgos del estudio Anova provocarían un debate más ruidoso. Pero no. Hubo alguno que otro comentario. El tuit de la firma que informó el estudio apenas tuvo 13 “me gusta” (revisado el día 21-5-22 a las 6:35pm).
Lo hallado por la firma ofrece elementos para apoyar las conjeturas de mi propia observación cotidiana, las que tampoco son originales: que la profundización de la crisis a partir de 2013 y el posterior “ajuste a lo Maduro”, generaron una distribución del ingreso en Venezuela bastante desigual y que las élites –si se asume que ser élite es tener mejor ingreso y acceso a las fuentes para lograrlo- son las que han mejorado con la “apertura a lo Maduro”. Los sectores populares con menos ingresos no han mejorado su situación entre 2020-2021.
Del estudio Anova lo que más me impactó fue lo siguiente, “Para ponerlo en cifras, en 2020 el ingreso promedio del 20% más rico de la población era 23 veces superior al ingreso promedio del 20% más pobre de la población, mientras que, en 2021, el ingreso del 20% más rico fue 46 veces mayor al del 20% más pobre. En términos de concentración del ingreso, en 2020 la porción del 20% superior de la distribución concentró el 54% del ingreso total del país, mientras que, en 2021, este mismo porcentaje de la población concentró el 61% del ingreso total. Se estima que entre 2020 y 2021, el coeficiente de Gini, el indicador de desigualdad más utilizado aumentó en 7,4 puntos porcentuales, para ubicarse en 65,2%, cifra que pone a Venezuela como uno de los países más desiguales de Latinoamérica, con una diferencia de 18,8 puntos porcentuales respecto al coeficiente promedio de la región” ¡Un Gini de casi 0,7 cuando el máximo es 1, que significa una “desigualdad perfecta” o “desigualdad máxima”! El ingreso del 20% más rico dobló al ingreso del 20% más pobre en un año: entre 2020 y 2021. Como escribí, pensé que este hallazgo movería el piso del debate, pero nada. Habrá que esperar a ver si Dua Lipa lo comenta.
Desde el punto de vista político –a lo mejor está, pero no se mostró en la información pública- al estudio le faltó relacionar los niveles de ingreso con la orientación política. Mi hipótesis es que en los mejores niveles de ingresos están personas de las elites del gobierno y de la oposición. Más del gobierno, porque tiene el poder del Estado y en Venezuela, la riqueza también se define por la posición frente al Estado aunque se idolatre al mundo privado (por eso nuestra frenética búsqueda del poder del Estado, es lo que te convierte en “alguien”). Seguramente la proporción de personas del gobierno será mucho mayor. Pero hay personas de la oposición en el grupo de los más boyantes.
Hace unos días leí una entrevista a Thomas Piketty, quien habló que volvemos al “capitalismo patrimonial”. Con las diferencias del caso y antes de leer a Piketty, algó así veo en Venezuela. La dolarización trajo como un “nivel mínimo” de ingresos para los que están dolarizados. No tienen apremios en el sentido de hacer el mínimo. Lo hacen. A lo mejor con varios trabajos, pero lo logran. A partir del mínimo comienza una estratificación de ingresos que rompe la concepción tradicional de las clases sociales en Venezuela. Es decir, a lo mejor un plomero tiene mejores entradas que un profesional liberal, que en nuestra cultura no se espera. La idea de estudiar es esa desde el punto de vista instrumental: mejorar los ingresos para “surgir”. Nuestro “Venezuelan Dream”. Pero hoy no es así o no en su totalidad.
Lo relevante desde el punto de vista de la economía política es que de ese ingreso mínimo en dólares no se podrá salir o muy pocos tendrán éxito en hacerlo. Hay para cubrir lo básico, pero no para progresar, para moverse en la estructura social. No es pobreza, pero tampoco progreso. Es estático. A nuestra manera vivimos nuestro “capitalismo patrimonial” que las personas asocian para el caso venezolano al “capitalismo de los amigos” o al “capitalismo de los enchufados”. Una persona no estará en la situación crítica de 2015, pero tampoco será la movilidad social de la Venezuela de los 50-70’s.
Es inevitable la siguiente reflexión: si la mejoría se concentra en las elites ¿querrán cambiar la situación actual, aunque no sea de su agrado, en el caso de las elites de la oposición? El incentivo para ésta es acceder al poder del Estado. Fuera de lo anterior, las élites están muy bien con el actual sistema económico. Critican al gobierno, lo denuncian, pero están bien en cuanto a ingresos.
Hay una estratificación que estabiliza desde el punto de vista político: las elites –de todo tipo- controlan los factores de poder y de producción, y el pueblo lo acepta –resignado o no, con conciencia o sin conciencia- y vive como siempre lo ha hecho: “resolviendo” y “echándole un camión de bolas”, pero sus ingresos vienen de los arriba, aunque tiene para vivir. Hay un sistema tipo “los de arriba y los de abajo”. El dinero de las elites circula hacia abajo, junto a las remesas y a lo que el pueblo “se rebusque”. Nuestra versión del “trickle-down”.
Queda ver si nuestro capitalismo patrimonial produce no un sistema de castas, pero sí uno muy diferencial de ingresos y que el status sea también diferenciado. Venezuela es una sociedad que tiende a la igualdad, pero no hay que descartar que en un sistema autoritario en donde el Estado concentra los ingresos y los distribuye a discreción, y la sociedad vive con su propio pulmón, se acepte un sistema desigual que se justifica con el discurso del “talento y del esfuerzo”. Algo como que las diferencias aceptables son las producidas por el esfuerzo y el talento, pero lo que no se dice que estas dos variables están asociadas a un mejor ingreso, al Estado, o a los “contactos”.
Es difícil –no imposible- que una persona de un hogar con hambre pueda competir desde el punto de vista cognitivo con una persona de un hogar boyante, aunque le ponga mucho esfuerzo. Egan Bernal es una excepción, no la norma. Por cada Bernal, habrá 100 que se quedará en el camino. El talento también está socialmente diferenciado. Si, como resultado de la nueva economía política de Venezuela, se acepta una sociedad de desiguales y se justifica con una ideología del “talento y del esfuerzo”, es lo que se verá en el futuro del reacomodo económico venezolano.
Un punto que llama la atención es que la desigualdad como tal no tiene mayor eco en la opinión pública o tiene una representación política. Tal vez porque es un tema más de la izquierda y la sociedad venezolana se ha derechizado, al menos en sus elites y buena parte de la opinión pública “sensata”, aunque no lo reconozca. No pocos pasaron de Alí Primera a Vox o a “los populares”. Son las cosas que las crisis y conflictos politicos producen.
El tema igualdad se relaciona al socialismo, y produce reactancia. No se habla mucho de este asunto, y el discurso se mueve al otro extremo: “no le debo nada a nadie” y “no queremos nada con el Estado”. Los talentosos y esforzados serán premiados con la movilidad social, no así los que no se esfuercen. Es una decisión individual. La gente escoge ser rico o pobre y eso no tiene nada que ver con la economía política de una sociedad. Es su “libertad para elegir”.
Este discurso tiene y toma fuerza en Venezuela. Quizás por eso una desigualdad tan inmensa no produce nada. Pero desde el mundo griego sabemos que la desigualdad es fuente de inestabilidad política, de la caída de imperios como el romano, y, en tiempos más recientes, produce subversión.
El populismo de los 40’s en nuestros países fue una consecuencia de la crisis del modelo oligárquico exportador luego de la crisis de 1929. Los populismos recientes son resultado de la crisis del Estado de bienestar europeo y del “establishment liberal” en los EUA. En este país, Biden trata de revivir el modelo de bienestar y la pregunta es si es posible en el mundo de hoy. En Francia, por ejemplo, personas del mundo obrero con una historia familiar a favor del comunismo y del PC, votaron a Le Pen en la idea que las antiguas fábricas del “Made in France” regresarán a suelo galo. Biden tiene una lógica similar con respecto a los EUA.
En Venezuela este tema no genera mayor debate. Se asume como algo normal o, mejor dicho, no “alborotar el avispero” de la desigualdad no vaya a ser que al gobierno se le ocurra algo o es un asunto “del progresismo mundial” del que no pocos claman “estar hartos”. Entonces no hablar sobre ese tópico.
Pero me luce que tenemos un gustico por la desigualdad, que no ve mal la idea que triunfar significa que muchos se queden en el camino. Especialmente en esta época en donde no hay éxitos colectivos. Los triunfos son individuales y compensan la escasez de éxito que hay en lo social. Para hablar de éxito se necesita el fracaso. Tal vez mi éxito en la nueva realidad de Venezuela es porque puedo hablar de otros que no lo han tenido. En un país en crisis y con un conflicto político, la desigualdad puede reforzar la auto-estima de los que no ven salidas o de quienes están cómodos en el poder. La psicología social norteamericana tiene un término para lo anterior: la psicología de la comparación descendente (la downward comparison psychology).
En el futuro: ¿Nuestras elecciones o modos políticos para relacionarnos serán con un clivaje de la desigualdad y con partidos que representarán los diferentes estratos sociales o seguirá lo que ha sido nuestra historia, la socialización de adecos y copeyanos o chavistas y no chavistas, pero en donde confluyen personas de diferentes vectores sociales?
publicado por El Cooperante
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