En un artículo de opinión Rafael Ramírez, contó todo lo que paso con Hugo Chávez, aquel 8 de diciembre del 2012.
Es necesario conocer el contexto y los hechos que antecedieron la alocución de esta fecha, en la que el presidente Chávez se dirigió al país en virtud de su viaje a La Habana, para la segunda operación relacionada con su enfermedad, ya que la manera cómo han sido abordadas o manipuladas sus palabras, ha marcado el presente y futuro de nuestro país.
Lo primero es que, para aquel momento, no había, ni siquiera remotamente, la posibilidad de que el Presidente Chávez muriera en el corto plazo. No tenía porqué haberlas, no sólo porque era un hombre fuerte en su contextura y carácter, sino que además, era un hombre sano.
Las únicas preocupaciones siempre eran las relativas a su seguridad ante un atentado, una posibilidad siempre presente.
La premisa de su fortaleza física y su determinación a vencer, influyó mucho en su planteamiento estratégico en el desarrollo de la revolución: tendríamos tiempo para ir avanzando en la transformación de nuestra sociedad y economía, con la urgencia de la acción impostergable, de hacer justicia, pero a la vez, la confianza del que sabe que sus fuerzas no le fallarán, y estará allí para derrotar todas las embestidas del enemigo. Y así fue, por doce años.
El presidente Chávez, un hombre de profunda condición humana, adoptó la vía de la revolución pacífica para lograr las transformaciones político-sociales del país, insistió en derrotar a sus violentos oponentes siempre en el marco de la Constitución y las Leyes.
Ése era Chávez, era su grandeza y seguridad en su liderazgo, la fuerza espiritual que movilizó al pueblo el 13 de abril, para derrotar el Sabotaje Petrolero, las “guarimbas”. Distinto hubiese sido, si hubiese optado por la violencia, realizar miles de detenciones o conculcar las libertades políticas o derechos consagrados en la Constitución. Ése no era él y no sería nuestra revolución, por el contrario, sería un gobierno autoritario más.
No hay que confundir para nada esa posición política del comandante Chávez, con la de la mayoría de la izquierda reformista, en el sentido del “etapismo”, que termina siendo una excusa para, al final, nunca cambiar nada.
El Comandante Chávez retomó una vía Bolivariana, propia Venezolana, donde un país con un modelo rentista petrolero, atrofiado en el desarrollo de sus fuerzas productivas y con un pueblo excluído, es capaz de dar un salto en la conciencia, basado en la conexión amorosa, casi religiosa, con un líder que lo conduzca a etapas superiores de la sociedad, sin esperar que se den “las condiciones” o etapas de los clásicos, que insisten en “desarrollar el capitalismo”, antes de llegar al verdadero socialismo.
Las revoluciones, en países como el nuestro, las hacen los humildes y patriotas con un líder revolucionario al frente.
Estas características de nuestra revolución, basadas en la conexión del pueblo con el Comandante Chávez, eran su fortaleza y debilidad. Pues así como le confería su extraordinaria capacidad de movilización por objetivos estratégicos, dando saltos agigantados hacia el futuro, por otra parte, todo dependía, de la existencia misma del Comandante.
Por ello, pienso que, en la medida que el presidente Chávez fue avanzando en su pensamiento político hasta el socialismo; en la medida que se libraban batallas definitivas por la conquista de nuestra Plena Soberanía Petrolera, lo cual nos enfrentó a las transnacionales petroleras, pero al mismo tiempo permitió, desarrollar nuestros programas sociales y alcanzar un posicionamiento geopolítico propio, se dió cuenta de la necesidad de acelerar el paso, darle sustento material a nuestro modelo, y dotar al pueblo de razones para defender la Patria.
Por ello trabajaba incansablemente, hablaba siempre al pueblo, educaba, explicaba, rendía cuentas de sus acciones, corregía, criticaba las desviaciones, era severo con su equipo, con nosotros en particular, los que teníamos más responsabilidades. Estaba formando una dirección política.
Estudiaba y leía mucho, promovió y estimuló el estudio de todo el pueblo, de los jóvenes, el acceso al conocimiento, el fortalecimiento del Poder Popular, del PSUV, para que fuera garante de la revolución. Estaba creando conciencia política.
Finalmente, escribió, de su puño y letra, los objetivos estratégicos del Plan de la Patria, los cuales fueron desarrollados para cada sector del país. Por primera vez, en mas de 200 años, nuestro país tenía un Plan propio, que no era tutorado por ninguna potencia extranjera. Y el Comandante Chávez estaba decidido a llevarlo a la práctica. Nos definía el horizonte estratégico.
Es en esta etapa, de consolidación y salto estratégico, que aparece la enfermedad del comandante Chávez. Fue una triste sorpresa. Soy de los que cree que el presidente Chávez fue asesinado, un acto cruel, que debe ser investigado, cuando existan las capacidades y la voluntad política para ello.
Debe ser una investigación muy seria. Todavía recuerdo con dolor, su sorpresa, al momento que, en una reunión donde estuvimos un grupo muy reducido de compañeros, convocados por él, para evaluar sus molestias físicas, se asomó, por primera vez, la posibilidad, de que sus dolencias fueran producto de una lesión cancerígena.
Nadie de su equipo médico directo se había percatado de este hecho tan grave, una lesión difícil de obviar por su tamaño, la cual después pudimos confirmar en La Habana en su primera intervención quirúrgica en junio de 2011.
Cuando el presidente comunica al país la enfermedad, una vez que ésta estuvo confirmada, entramos a otra dinámica. Se comenzaron a desatar los demonios o “los alacranes”, como los llamó el General Müller Rojas.
En ese período de su convalecencia y tratamiento, el presidente trabajaba mucho, jamás tuvo un momento de debilidad, ni de flaqueza, al contrario, estaba convencido de superar la enfermedad.
Nuestro papel era acompañarlo y ayudarlo, con la máxima eficacia revolucionaria en nuestra gestión. Cumplimos todas las metas planteadas: en la producción de petróleo, en el desarrollo de la Faja Petrolífera del Orinoco (que era su sueño), en garantizar los ingresos a la Nación, impulsar la Gran Misión Vivienda Venezuela, y cumplir con todas las tareas asignadas a nuestro equipo en PDVSA y el Ministerio de Petróleo.
Sin embargo, no nos percatamos, porque no pensábamos en ello, y tal vez pecamos de ingenuos, que los factores políticos de la oposición, el imperialismo, aliados internacionales y factores agrupados en el chavismo, hicieron sus escenarios y estrategias para moverse en esta situación, para acceder al poder en caso de una ausencia del presidente.
Nosotros nos movimos desde y con el corazón, nuestra lealtad sería hasta el final. Estábamos desconcertados, jamás nos pasó por la mente la posibilidad de que el presidente no estuviese al frente, jamás hicimos cálculos de ningún tipo.
Eran constantes los viajes que hacíamos a La Habana para llevarle las “cuentas”, o proyectos para su revisión y aprobación, discutir con él los aspectos relativos al petroleo, la OPEP, PDVSA, a la situación del país, que él siempre seguía mientras estuvo convaleciente. Tomaba decisiones de gobierno. Él volvería.
Pero allí me percaté, por primera vez, que, mientras algunos “nos echamos el gobierno al hombro”, otros se habían instalado casi permanentemente en La Habana; el núcleo de lo que hoy llamamos madurismo, tenía “copado” al presidente, lo tenían cercado, un cerco que se cerraba.
Con ocasión de las elecciones presidenciales de 2012, ya el presidente, según lo que indicó su equipo médico en La Habana, había salido de la parte crítica del duro tratamiento.
Aquí hay un elemento muy importante: El presidente no se presentaría como candidato, si tuviese la certeza de que reaparecería la enfermedad y que tuviese abandonar el gobierno del nuevo período presidencial, no podría hacerle eso al pueblo, era su honestidad a toda prueba.
En una conversación privada, muy cercana, le planteé porqué no consideraba lanzar a otro compañero de candidato. Le dije que preservara su salud. A mí me interesaba era la vida del presidente, del ser humano, del Jefe de la revolución; estaba convencido, y así se lo señalé, que él, recuperándose, seguiría al frente de la revolución, del pueblo chavista, guiaría al gobierno Bolivariano y luego podría volver a asumir la presidencia para el siguiente período, plenamente recuperado.
Él me respondió con una frase que jamás olvidaré, además de agradecer la preocupación en su suerte personal (seguro que era aún mayor entre sus seres queridos), me indicó que sólo él garantizaba la unidad de todos los factores que lo acompañaban, que vendrían momentos muy difíciles, y que él debía estar al frente para mantener los objetivos estratégicos de nuestra revolución.
El Comandante estaba consciente de la existencia de grupos internos, de intereses que estaban contenidos sólo por él y la fuerza del pueblo, la de los “pilares”, como él los llamaba, de la revolución.
Estaba consciente de nuestras debilidades: el desarrollo incipiente de nuestro modelo económico, del PSUV y de una verdadera dirección revolucionaria. Por eso, pensando en retrospectiva, creo firmemente que nuestro Presidente Chávez se inmoló en la contienda electoral, lo hizo por el Pueblo, por la revolución y por el socialismo.
Fue una campaña dura, donde ya asomaban grupos que trataban de excluirnos, cosa que no fue posible porque el presidente Chávez estaba al frente, interviniendo y poniendo las cosas en su sitio. Se molestaba con esos episodios.
En esa campaña, el presidente se apoyó mucho en PDVSA, sus trabajadores y nuestra gestión, porque teníamos muchas cosas que mostrar. Era un territorio liberado para el pueblo, donde se sentía a gusto, donde percibía el desarrollo de sus propios proyectos.
Recuerdo que luego de un acto político que fue verdaderamente un desastre, en las instalaciones de Edelca, me llamó muy molesto, para que nos fuéramos directamente a la Faja. Quería estar con los trabajadores petroleros.
Lo llevamos a Morichal, y desde allí, hizo una presentación de la Faja Petrolífera del Orinoco y la primera ratificación en mis responsabilidades para su próximo período de gobierno. Ésto para mi fue un gran honor, pues el presidente le salía al frente a cualquier maniobra interna y a la campaña infame del candidato opositor que había ofrecido sacarme de PDVSA, al llegar al poder, tal como al año de su gobierno, paradójicamente lo hiciera Maduro.
La segunda defensa la hizo desde Falcón con motivo de los trágicos sucesos de Amuay, y la última desde un mítin en La Guaira. Siempre le agradeceré al Comandante su confianza y apoyo.
Vino la extraordinaria victoria electoral e inmediatamente síntomas de que algo estaba mal. Aunque ya los sentía desde su última intervención en La Avenida Bolívar en el Cierre de Campaña con aquella movilización histórica de “las cuatro avenidas”, del 4 de octubre de 2012; sólo después me confesaría por teléfono que sentía fuertes dolores y que debía volver a La Habana, me llamó para que lo acompañara. Luego de 12 años juntos, de trabajo intenso y continuo, el Comandante me llamó a que lo acompañara en ese tramo tan duro de su vida. Lo hice hasta el final.
Es en este contexto, luego de la victoria electoral y de la noticia recibida en La Habana de la reaparición de la lesión cancerígena, que decide volver a Venezuela a dirigirse al país, antes de retornar a Cuba a otra intervención quirúrgica, que era impostergable. Es en esta situación, cuando se produce la alocución del 8 de diciembre de 2012.
El escenario de esa alocución, era más amplio que la foto oficial de ahora. Nos llamó a que lo acompañáramos un grupo de compañeros ministros de su gobierno. Tenía dudas en hacer la transmisión, pero al final lo hizo.
De allí partió a una intervencion quirúrgica compleja que casi le cuesta la vida, pero que, sin embargo, superó y comenzó un proceso de estabilización.
Nosotros, muy pocos, lo acompañamos junto al Comandante Fidel Castro, que asumió como un padre la enfermedad y padecimiento de “Hugo”, como él lo llamaba. Luego vino todo el proceso de convalecencia, hasta que volvió a Caracas para su partida. No llegó a estar en condiciones apropiadas para dirigirse al país, para decir mas nada al pueblo.
Lo que quiero resaltar, y así lo creo firmemente, es que la alocución y decisiones del 8 de diciembre, corresponden a las de un hombre preocupado, por supuesto, pero convencido de que volverá, de que saldría, una vez más, victorioso de ese compromiso de salud.
No era la despedida del Comandante, ni las palabras de un hombre derrotado, que entonces proclamaba quién sería su “sucesor”, ante su partida definitiva.
El Presidente Chávez no decidiría un tema tan delicado como ese, sin tener una mínima discusión con su equipo político, incluso para dar instrucciones después de su partida física, si es que estuviese seguro de ella.
Pero, además el presidente Chávez siguió convencido, aferrado a la vida como estaba, de que sobreviviría a la enfermedad, al punto que, incluso el jueves antes de su muerte, y es éste un elemento contundente, hizo una reunión de trabajo de cinco horas donde giró instrucciones, y en la que afirmaba que estaría al frente de las decisiones tomadas y de las batallas que vendrían, “La Tormenta” de la que alguna vez conversamos.
La preocupación que, probablemente el presidente Chávez abrigaba en su interior, es que no podría estar en condiciones para asumir el nuevo período presidencial que, de acuerdo con la Constitución, tendría que suceder los primeros diez días de 2013. Ese era el riesgo mayor, su ausencia por estar convaleciente, obligaría, a la realizacion de unas elecciones casi inmediatas, que se convertirian en un problema para la estabilidad del país, seguro la oposición desataría nuevamente la violencia .
Conocía mejor que nadie las dinámicas internas del chavismo y que, en esta ocasión, si se convocaran nuevas elecciones, no habría tiempo para lidiar con pugnas internas y escoger un candidato que tendría pocos días para ir por el país y captar el voto popular.
El presidente Chávez tenía su gobierno, su Plan de la Patria, entendía, siempre lo tuvo presente, la importancia estratégica de PDVSA y las Fuerzas Armadas, ambas estaban garantizadas por hombres de su entera confianza. Teníamos control del PSUV y la Asamblea Nacional. Nombró vicepresidente al canciller, la cara visible en el exterior.Tenía un gabinete conformado por hombres y mujeres fogueados a su lado; la mayoría de gobernadores electos eran del PSUV.
Siempre pensó en volver, seguro como estaba y le habían dicho, que superararía esta etapa de la enfermedad. Él estaría entre nosotros, así se produjesen nuevas elecciones, manteniendo el pulso y la orientación del gobierno Bolivariano, como alguna vez se lo propuse, hasta lograr su plena recuperación. Él honraría, como siempre lo hizo, la palabra empeñada al pueblo: cumpliría con El Plan de la Patria y consolidaría la vía venezolana al socialismo.
Lamentablemente, las cosas no salieron como todos esperábamos, ni siquiera el propio comandante Chávez, y sobrevino el desastre: se fue el Comandante, aquel trágico 5 de marzo de 2013.
Toda la historia posterior a su partida la estamos viviendo y sufriendo. De esa mesa del 8 de diciembre, no quedan en el gobierno sino sólo dos personajes, en acuerdo para mantenerse en el poder. En el gobierno quedan muy pocos ministros del gobierno del presidente Chávez, es otro gobierno.
La Revolución Bolivariana y el proceso de transformaciones políticas, económicas y sociales, no sólo se estancaron en este gobierno, sino que sus objetivos estratégicos, plasmados en el Plan de la Patria, han sido dejados de lado por la élite que gobierna, y el país está inmerso, como nunca antes, en una profunda crisis, de la que Maduro asegura que saldremos de la mano de las transnacionales, entregando nuestros recursos naturales y afincando todo el peso de la misma sobre el pueblo venezolano.
Lo grave de todo ésto, es que el madurismo busca legitimar todos sus actos en la intervención del presidente Chávez, ese fatídico 8 de diciembre de 2012. Como si el Comandante fuera responsable o hubiese estado de acuerdo con este desastre.
Ya el Comandante Chávez no está entre nosotros, ni para aclarar sus intenciones, ni para enmendar decisiones, como demostró innumerables veces que era capaz de hacer cuando alguien o algo se desviaba de sus orientaciones.
Pero, de lo que todos estamos seguros es que él no le dio un “cheque en blanco” a Maduro para que hiciera lo que le da la gana, que acabara con el país. Si el presidente Chávez estuviese entre nosotros, ya le hubiese dado un parao a este gobierno y “hubiese sacado a los mercaderes del templo”, a los farsantes que han utilizado su nombre y manipulado el amor del pueblo.
Llegará el momento de la rendición de cuentas ante la historia y el pueblo, a seis años del 8 de diciembre fatídico: no hay Patria, se entrega PDVSA, el petróleo, el gas, los recursos naturales. Se ha detenido la marcha de la Revolución, hay hambre, pobreza, exclusión, millones emigran del país, las necesidades merman al pueblo.
Ahora cambiarán la Constitución de la mano de la derecha oportunista. No vamos hacia el socialismo, se ha retrocedido a un estado de economía salvaje, un país injusto, depredado, del que huyen sus jóvenes. Se acabó la democracia participativa y protagónica, el pueblo vuelve al silencio de doscientos años, prevalece el país del miedo y la violencia.
“El que tenga ojos” que vea, que levante la mirada y se dé cuenta de que ésto es una ESTAFA al pueblo, lo han manipulado con base en una interpretación conveniente de las circunstancias, se han aprovechado de la nobleza del pueblo humilde.
Los Chavistas Chavistas debemos unirnos, dejar atrás pequeñeces y mezquindades, actuar juntos, antes que Maduro siga negociando y entregando la Patria, antes del advenimiento del fascismo que arrasará con todo, no habrá otra oportunidad de enmendar este desastre. Con Chávez siempre ¡Venceremos!