La comunidad internacional ya ha iniciado una intervención progresiva en Venezuela, respaldada en una previa criminalización de los personeros del régimen gobernante, a quienes la opinión universal no ve como políticos sino como ladrones, narcotraficantes y asesinos que han secuestrado una sociedad a la cual mantienen sometida mediante el hambre y la tortura. Sin embargo, antes de pasar de las formas actuales de intervención a la presencia de tropas extranjeras en territorio venezolano, varias etapas deben ser agotadas y, sobre todo, varios obstáculos han de ser superados.
El obstáculo más importante a superar es la desunión de las distintas fuerzas opositoras. Esta desunión es alentada por intereses que tratan de imponer un presidente que sirva a sus negocios. Especialmente vulnerables a esos intereses son los aspirantes que no tienen el respaldo de un partido de presencia nacional, instrumento indispensable para una campaña electoral exitosa. El copioso financiamiento de los intereses mencionados trata de compensar la ausencia de partido.
Factores reales de poder, especialmente el determinante de ellos, que es Estados Unidos, vacilan en forzar un cambio político al cual suceda un caos, como ha ocurrido en las ultimas experiencias de ese tipo. Por eso no dan el paso definitivo. Les horroriza que a Maduro le suceda un caos como el de Siria o Libia, los más recientes. Esperan a que la oposición venezolana se ponga de acuerdo como lo hizo en 1958, como la española a la muerte de Franco y la chilena cuando los militares, cumplida su misión, se dispusieron a entregar el poder.
El acuerdo necesario para el cambio político tiene que incluir en su primera fase a la oposición institucional, la internacionalmente avalada por sus partidos homólogos en Europa y América. La incorporación de los partidos con vigencia real ampliaría el camino hacia una solución política de la crisis y la subsiguiente tarea de reconstruir el país, para lo cual el pacto unitario tendrá que prolongarse.
El poder militar del Occidente democrático respaldaría este proceso. No importa que aquellos a quienes la dolorosa realidad de un secuestro convierte en sujetos pasivos prefiramos la solución expeditiva. Lo descrito es la opinión de los sujetos activos, aquellos que pueden llevar la gata al agua. Su experiencia les da buenas razones para preferir que todo sea de este modo, reseñó Zeta