A pocos días de las elecciones presidenciales en Venezuela, es crucial abordar el uso de las instituciones del Estado y la presión social sobre algunas empresas del país (privadas, mixtas o gubernamentales) desde una perspectiva objetiva y equilibrada. En este contexto, es preocupante ver cómo algunos actores políticos y sociales asumen una postura radical, perjudicando el bienestar colectivo y la estabilidad económica del país.
En primer lugar, el uso de las instituciones estatales para sancionar a quienes brindan servicios a ciertos dirigentes, como María Corina Machado (MCM), es inaceptable. La función del Estado debe ser garantizar la equidad y el respeto a la libre competencia, no instrumentalizar sus recursos para fines políticos. Sin embargo, tampoco se justifica el llamado a boicotear empresas como Ridery por brindar servicios al presidente Nicolás Maduro. Este tipo de acciones no solo afectan a los propietarios, sino también a los empleados y sus familias, que dependen de estos trabajos para su sustento diario.
Si se aplicara la lógica de estos boicots de manera consistente, empresas icónicas como Polar, cuyo propietario, Lorenzo Mendoza, ha tenido interacciones con Maduro, también serían objeto de sanción. Esta mentalidad de fanatismo es perjudicial y contraproducente. Lo que verdaderamente importa es que las empresas ofrezcan servicios y productos de calidad, y proporcionen empleos bien remunerados en un contexto económico tan desafiante como el que tenemos.
La incoherencia de quienes promueven estos boicots se manifiesta en su comportamiento cotidiano. Acuden a comprar a tiendas como Damasco y Traki, que también tienen vínculos con el Estado, mientras atacan a Ridery sin considerar las consecuencias para los trabajadores de la empresa. Este enfoque erróneo va sembrando en el alma nacional más antagonismos y dificulta la posibilidad de un consenso mínimo.
La polarización extrema ha llevado a una pérdida de buen juicio en la sociedad venezolana. Un lado promueve sanciones contra quienes sirven al gobierno, mientras el otro lado aboga por castigar a quienes apoyan a opositores como MCM. Ambos extremos fomentan un modelo económico que socava el trabajo honesto e independiente, ya sea a través de expropiaciones o boicots.
Es imperativo recuperar la sensatez y buscar un camino intermedio que beneficie a todos los venezolanos. Desde Unidad Visión Venezuela, hacemos un llamado para cuestionar estas posturas extremistas, e invitamos a todos los venezolanos a fortalecer y promover una vía política desintoxicada del radicalismo. Necesitamos gobernantes con más sensatez, líderes dispuestos a romper el círculo vicioso de la polarización, para transitar hacia un futuro próspero y equitativo.
Nuestro voto debe ser consciente y responsable. Depende de nosotros lograr que Venezuela supere esta dicotomía entre lo malo y lo peor, y avance hacia el verdadero cambio que nuestra nación merece.