Tras la declaración del estado de excepción en Venezuela, el Consejo de Ministros acaba de conceder la nacionalidad española a distintos ciudadanos del país latinoamericano como medida de protección y voluntad de apoyo
Un 21 de mayo como hoy, Bolívar contestaba una carta de despedida que le dejó Sucre: “Dice Vd. bien, las palabras explican mal los sentimientos del corazón en circunstancias como estas”. Seguramente diría lo mismo si le llegaran las imágenes actuales de Venezuela. Y es lo que sentimos los españoles. Queremos a los venezolanos. No podemos ser indiferentes al drama humanitario, político y económico que están sufriendo todos los días en un país tan hermano.
Tras la declaración del estado de excepción en Venezuela, el Consejo de Ministros, atendiendo criterios de urgencia e interés general, acaba de conceder como medida de protección la nacionalidad española por carta de naturaleza a la hermana y al cuñado del preso político Leopoldo López, uno de los 85 presos políticos que hay en Venezuela. Como recordarán, López fue injustamente condenado a casi 14 años de prisión por asistir a una manifestación de estudiantes, lo que ha sido rechazado por la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Diana López se encuentra en una situación familiar y personal especial como consecuencia del encarcelamiento de su hermano. El 15 de octubre de 2015 sufrió un intento de secuestro. Sus padres ya recibieron la nacionalidad española el 11 de diciembre de 2015. Pero ahora, su padre es objeto del hostigamiento chavista incluso en España. El pasado jueves 12 de mayo, Leopoldo López Gil fue invitado por el Ayuntamiento de Pola de Siero, en Asturias, a presenciar la declaración institucional a favor de los presos políticos venezolanos, que fue apoyada por todos los grupos menos por Izquierda Unida y Somos (Podemos). Al salir al balcón del Ayuntamiento, López Gil fue abucheado, insultado y tratado de “asesino” por concejales, militantes y simpatizantes de la izquierda radical española. Algunos llegaron a gritarle “ojalá su hijo se muera”. Se trata de los mismos partidos que el 18 de diciembre de 2014 se opusieron a la resolución del Parlamento Europeo que condenaba “la persecución política y la represión de la oposición democrática, las violaciones de las libertades de expresión y de manifestación, y la existencia de censura en los medios de comunicación y páginas web”. No es casual esta oposición. Porque ha sido en Venezuela, como asesores del Gobierno chavista, donde han ensayado su programa para España.
En cuanto al mecenas Herman Sifontes, marido de Diana López, fundador y presidente de la Fundación para la Cultura Urbana, cabe decir que estuvo en prisión preventiva dos años y siete meses por un supuesto delito cambiario, sin ningún tipo de condena. El caso fue denunciado por Naciones Unidas. Entre otros intelectuales, Fernando Savater denunció públicamente su encarcelamiento, afirmando que la Fundación para la Cultura Urbana es “un proyecto cultural y democrático de primer orden en la maltrecha Venezuela actual”. El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince añadió: “Este banquero excepcional ha sido un gran impulsor de la música popular venezolana, de la fotografía histórica, del urbanismo, del periodismo y de la literatura”. Este hombre “excepcional” es víctima del acoso de las autoridades de su país.
A Leopoldo López Gil llegaron a gritarle en Pola de Siero, Asturias, “ojalá su hijo se muera”
El Gobierno también ha concedido la nacionalidad española a Luis Carlos Serra Carmona, miembro de la Junta Directiva de El Nacional. Hablamos del gran periódico venezolano, cuyo cofundador fue el catalán José Moradell, y en cuyas páginas escribieron María Zambrano, María Teresa León y Antonio Aparicio, el periodista republicano español protegido por Neruda. Luis Carlos Serra Carmona, como el padre de Leopoldo López, ha sido objeto de la acusación de “difamación agravada” por el anterior presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. ¿La razón? Que El Nacional reprodujo informaciones de periódicos extranjeros, uno de ellos español. Por esa demanda pesa en su contra la prohibición de salida de su país y una obligación de comparecencia judicial cada semana.
Tenemos que apoyar expresamente a la prensa venezolana, como lo viene haciendo mi Gobierno, que además ha otorgado el permiso de residencia por circunstancias excepcionales a periodistas, directivos y dueños de medios de comunicación que lo solicitaron tras ser despojados de su pasaporte y acosados por un poder judicial sometido: Miguel Henrique Otero, presidente-editor de El Nacional; Nelson Rivera, director de su Papel Literario; Mariana Otero y Beatriz de Majo, accionista y columnista, respectivamente, del mismo periódico. Y a Guillermo Zuloaga, ex presidente de Globovisión, objeto de dos órdenes de arresto y con pasaporte revocado. El Relator Especial de Naciones Unidas sobre la Libertad de Opinión y Expresión y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han denunciado su situación.
Los aquí citados son ejemplos de los padecimientos de los 28 millones de venezolanos, entre los que no podemos dejar de mencionar los linchamientos por la inseguridad generalizada, los saqueos por la escasez crónica de medicinas y alimentos, la hiperinflación de más del 700% y el consiguiente desplome del poder adquisitivo y sufrimiento de los más pobres. El populismo no ha generado más que desabastecimiento de todo, represión y violencia. Todo lo que no queremos para Venezuela ni —hay que decirlo— para España.
El populismo no ha generado más que desabastecimiento de todo, represión y violencia
Por mi parte, seguiré siempre apoyando a los venezolanos, a su prensa libre y a sus demócratas, en particular a la nueva Asamblea Nacional, amenazada pero valiente, cuyas competencias vienen siendo usurpadas por un Tribunal Supremo controlado por el Gobierno. Apoyar a los venezolanos es mi obligación como presidente del Gobierno y como español. Ellos recibieron con generosidad a los “españoles del éxodo y del llanto” que describió Leon Felipe. Por eso están registrados en Venezuela casi 200.000 españoles, a los que envío mi cariño y recuerdo permanente. La Hermandad Gallega de Caracas tiene unos 40.000 socios, tantos como españoles en Canadá. El Hogar Canario y el Centro Catalán se distinguen también por su dinamismo e integración ejemplar, al igual que los demás centros españoles en Venezuela.
Ni España ni Europa podemos olvidar a los venezolanos. Porque queremos para ellos lo mismo que los españoles disfrutamos cada día: libertad y democracia. Los venezolanos merecen un futuro mejor. Y los españoles y europeos tenemos que ayudar al pueblo hermano de Venezuela.