Hemos pasado 17 años sin presenciar en el Hemiciclo del Palacio Legislativo discursos emblemáticos, como los que han sido episodios históricos, algunos que cambiaron para siempre el curso de la historia política de quienes los pronunciaron. Tres discursos claves en el antiguo Congreso Nacional antes de perder la democracia marcaron la era chavista hasta su final:
1) Rafael Caldera, que en 1988 había pasado a la “reserva”, después de abandonar Copei –el partido que fundó y luego dividió–, pronuncio un discurso de gran impacto en su vida política, que significó el lanzamiento de su candidatura presidencial cuando era impensable por falta de aceptación popular. El día del fracasado intento golpista de Hugo Chávez, el 4 de febrero de 1992, en sesión extraordinaria para condenar el golpe, el senador vitalicio Rafael Caldera expresó que “no se le puede pedir a un pueblo que se inmole por la libertad y la democracia cuando éstas no son capaces de darle de comer”. Una frase que pasó a la historia con la que Caldera se catapultó, se aceleró el poder de un grupo de presión política, llamádolos “notables”, aglutinados alrededor de la figura de Uslar Pietri que pedían la renuncia del presidente Carlos Andrés Pérez, con su subsiguiente destitución y colocó a Caldera en el camino de su segunda presidencia de la República.
2) En esa misma sesión tomó la palabra un diputado de la Causa R, el ex adeco Aristóbulo Istúriz, quien montado en la ola del descontento popular y las palabras impactantes de Caldera se arropó de una popularidad que le garantizpo su pase a la Alcaldía de Libertador y el inicio de una carrera política que hoy lo coloca en la Vicepresidencia del agonizante gobierno de Nicolás Maduro. El indulto que luego el presidente Caldera otorgara a Hugo Chávez y a los golpistas allanó el camino para su nefasta llegada a la presidencia, con un engañoso discurso de amplitud y negando que implementaría un régimen comunista, con la Cuba de Fidel Castro como modelo (Ateneo de Caracas, 1998). Así fue como se instaló un largo y oprobioso período dictatorial que está en su estertor terminal.
3) Cinco meses después de que el golpista asumiera el poder, un ex aliado chavista, el historiador Jorge Olavarría, con un coraje notable, emitió el último discurso magistral que se recuerde en el Hemiciclo del Congreso como orador de orden el 5 de Julio de 1999. Olavarría se erigió en un Nostradamus infalible cuando profetizó lo que sería una dictadura basada en el odio, la violencia y la destrucción, y frente al susodicho anuncio de que su megalomanía terminaría por arruinar al país; efectivamente, a partir de ese momento comenzó un periodo ominoso y funesto para Venezuela. Durante 17 años la Asamblea Nacional fue castrada por el Poder Ejecutivo que la arrodilló. Presenciamos hoy la expulsión de los depredadores del poder por vía pacífica, electoral y constitucional y, de nuevo, escuchamos en el Parlamento un discurso acertadamente preciso que le da la estocada final al régimen y relanza a Henry Ramos Allup como el hombre experimentado para liderar la transición hacia la democracia e implementar la salida constitucional de Nicolás Maduro. Su discurso ha sido un punto de quiebre que marca el final de un ciclo histórico vergonzoso. Ramos Allup es un hábil profesional de la política, con el “kilometraje” necesario para no sucumbir en los errores de la impericia de las nuevas generaciones de políticos, que necesitan foguearse antes de tomar las riendas de un país que está en el acabose y con una compleja situación que el próximo gobierno democrático tendrá que enfrentar con un gran acuerdo nacional.