La coincidencia de un eclipse solar con la Anunciación es motivo de meditación espiritual. María es la mujer con la luna sus pies y vestida de sol, de acuerdo al capítulo 12 del Apocalipsis. La Luna es un símbolo de la Santísima Virgen María porque no tiene luz propia sino que refleja la luz del sol. María refleja, la luz de su hijo sobre la faz de la tierra.
Comparando María a con la luna podemos decir que la luna no es puramente auxiliar y mucho menos meramente decorativa, su atracción gravitacional mantiene a la Tierra en equilibrio. La Luna es una intermediario entre el Sol y la Tierra, vigila la tierra con su cara siempre vuelta hacia el sol. El sol es una estrella fuente de luz y calor que no es posible mirarlo de frente, de cara a cara, sin embargo a la luna, si se le puede contemplar fácilmente, es una compañera amigable, es una guía durante la noche, un suave recordatorio de que el sol, aunque no se ve, todavía está trabajando y regresará.
Amigos, María nunca oscurece a Jesús y el culto a los santos está llamado a realzar la adoración a Dios, la Anunciación da una interpretación espiritual adecuada de un eclipse solar. En ese momento singular en Nazaret la luna determinó si la luz del sol, la luz del Hijo de Dios, llegaría al mundo o no.
La Anunciación del Señor celebra uno de los momentos más profundos de las Escrituras, la Anunciación es el punto central de la historia humana. Todo el Antiguo Testamento apuntaba a la entrada de Cristo al mundo, todo lo posterior también depende de la Encarnación de Cristo. Dios envió a su Hijo al mundo dependiendo del libre consentimiento de la Virgen de Nazaret, la Encarnación dependió de la libertad de María por elección del propio Dios, la luz que venía al mundo dependía de María para entrar en él, el sol dependía en ese momento de la luna.
La Anunciación y la Natividad son las dos grandes celebraciones de la venida de Dios a la tierra, juntos son capítulos esenciales en la historia de la salvación de Dios. María después de concebir a Cristo por su oído, es decir, escuchando y recibiendo el mensaje de Dios, da a luz este mismo Salvador nueve meses Después.
La Iglesia celebra estos dos días con nueve meses de diferencia, la Encarnación del Verbo el 25 de marzo y el nacimiento del Salvador el 25 de diciembre. Estas dos fechas también encuentran una asociación ritual única, durante las recitación del credo se dice «y se hizo hombre» indicando que la eternidad se fundamenta en nuestro tiempo, porque la divinidad se une a nuestra humanidad.
María nunca eclipsa a Jesús, de noche podemos pensar que la luna le dé permiso para que la luz del sol irrumpa nuevamente, la sombra de un eclipse es un recuerdo del comienzo cuando las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, la Anunciación es el inicio de la luz en el mundo porque ese día el hijo de Dios comenzó su vida en la Tierra en el vientre de su madre, la Virgen María y él es Dios y con Dios ¡siempre ganamos!