Se habla de los miles de inmigrantes venezolanos que semana a semana, y mes a mes, abandonan el terruño para establecerse en patrias de adopción, como de “balseros del aire”, en cuanto que, su medio de , no son las “balsas de mar” que han hecho célebres los cubanos, sino los aviones privados y de líneas aéreas que cada son más raros en el país.
Sin embargo, ayer la Armada Colombiana reportó que los primeros “balseros de mar” que partieron de tierra venezolana (unos 20) habían sido rescatados de una precaria embarcación cruzando el Golfo de Urubá y, por supuesto, rumbo a las costas de Florida.
Un dato para la historia -sin mezquindades-, que ya iba a ganar titulares en las , redes sociales y los minusválidos medios impresos y audiovisuales nacionales hasta que, del mismo comunicado saltó un detalle: los “balseros” no eran venezolanos sino cubanos.
En otra palabras que, estos viajeros del mar, llegaron desde Cuba a Venezuela, y aquí, hicieron contacto con traficantes que, por poco o muchos dólares, los trasladaban al país donde todos los excluidos del mundo quieren ir: Estados Unidos.
La pregunta es: ¿pero cómo esos “hijos de la revolución” arribaron a Venezuela, cómo hicieron un primer cruce de la isla a tierra firme, cómo violaron las férreas leyes de inmigración de los dos países hermanos que, en teoría, no podrían tolerarla “balseros” de ningún tipo?
Y la respuesta es una: a través de las “Misiones”, de los contratos de trabajo que, por miles de dólares, deberían cumplir en Venezuela, -ya como médicos, ya como entrenadores, ya como policías, ya como militares-, pero que ellos echan por la borda, y en la primera oportunidad, abandonan, ahora no solo del paraíso cubano, sino también del venezolano.
En definitiva, que de algo útil están resultando las “Misiones” que fundó el “Comandante Eterno”, Chávez, y es prestándose de trampolín para que tanto cubano encuentre la libertad.
Por Manuel Malaver