Esta pregunta nos podría llevar por varias respuestas distintas. Una primera sería tratar de explicar por qué la gente no tiene dinero para enfrentar sus necesidades básicas y tiene que hacer malabares para sobrevivir una crisis, cuya peor parte es que podría haberse evitado con un conjunto de políticas racionales probadas con éxito hasta el cansancio. Ahí, en el modelo intervencionista de la revolución y en su falta de decisión para reconocer su error y cambiar, estaría la respuesta.
Pero este país está tan loco, que la pregunta sobre billetes no se refiere a la pérdida del ingreso real de la población. No es una parábola que usa la palabra “billete” para referirse a ingresos o patrimonio. No se trata de averiguar por qué a los venezolanos les queda tanto mes, al final del salario. No, no, no. Se refiere a por qué no hay billetes de verdad, a papel moneda, a cono monetario, pues.
Que la gente tenga que preguntarse por qué no consigue efectivo para sus transacciones cotidianas. Que su banco limite la cantidad de dinero efectivo que pueden retirar de sus cuentas. Que a la angustia de vivir en un país donde hay que jalar mecate para que te vendan un litro de leche, un antibiótico o un repuesto haya además que preocuparse por ver cómo consigues billetes para pagar, es como demasiado.
Pero, bueno, es lo que hay. Entonces, en vez de plantearnos una discusión sobre los retos económicos delpaís, nos dedicamos mejor a explicar cómo es que además de escasez de pollo y arroz, en Venezuela no hay suficientes billetes de 100.
Tomando los cálculos hechos por Gustavo Noguera y Richard Obuchi en un artículo para Prodavinci, el billete de Bs. 100 en enero de 2008, tenía una capacidad de compra equivalente a Bs. 10.000 de hoy. Es decir, que para pagar hoy un bien o servicio por el que en ese momento entregabas un billete de 100, ahora tendrías que llevar una carretilla con 100 billetes de 100. Cuando un venezolano común necesita sacar del cajero electrónico de su banco el equivalente Bs. 100 de esa época, ahora tiene que pedirle a la misma maquinita que le dispense 100 billetes de 100, una tarea inviable, para la que esos aparatos no están diseñados ni rellenos, todo esto sin contar con el hecho de que a la falta de divisas y repuestos, la banca ha tenido que responder eliminando cajeros automáticos de su red para llevarlos a una chivera particular donde se canibalizan para mantener funcionando los que quedan… por ahora.
Para repartir por todo el país el mismo valor real del efectivo que se llevaban a las cajas de los bancos y a sus telecajeros en el 2008, habría hoy que hacer 100 veces los viajes en camión blindado de aquella época, pagar 100 veces más en costos de transporte y eso suponiendo que hay camiones suficientes y que esos camiones tienen cauchos para rodar.
Y pongámosle la guinda a la torta, pensando que sólo la tinta y el papel para producir un billete de 100 hoy es mucho más caro que Bs. 100, lo que indica que mientras más billetes de 100 se produzcan… peor.
La racionalidad indicaría que para atender operativamente el problema, el BCV tendría que emitir billetes de más alta denominación o podría reversar su operación de quitar tres ceros a la moneda y más bien ponerle tres más. Pero eso igual no atiende para nada el problema central, pues no importa cuantos ceros le pongas o le quites al billete, su valor se pulveriza sin rescatar la confianza y esa es más escasa en Venezuela que un billete de 100.
Te puedo dar 100 razones más para explicar por qué no hay billete, pero espero que éstas sean suficientes para entender el insólito caso de un país donde no hay billetes suficientes… ni arroz, ni azúcar, ni pasta… ni papel tualé.