En la Epístola a los Hebreos están plasmados unos versículos inquietantes, que han sido objeto de amplia discusión. Veamos qué dicen estas líneas:
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:1-3, versión Reina Valera, 1960)
Aquí surgen las interrogantes que, a nuestro juicio Dietrich Bonhoffer, a lo mejor sin proponérselo como objetivo central, responde formidablemente en su texto: “El precio de la gracia [es] el seguimiento”. Para realizar nuestro análisis vamos a dividir en dos nuestra exposición, en primer lugar mostrando la relación conflictual entre la fe y las obras y de cómo puede interpretarse la gracia y, luego las respuestas que nos ofrece Bohoffer como solución y reflexión del asunto y, al finalizar, unas frases conclusivas de nuestra lectura del autor.
La gracia, la fe y las obras.
La gracia es un don, un favor, un beneficio que es otorgado sin merecimiento alguno de quien lo obtiene, como también lo es el perdón o indulto de una pena que se le confiere a un condenado como concesión unilateral de la autoridad competente. En la Biblia este concepto es utilizado en su doble acepción, tanto como justificador del transgresor, el cual es liberado de su condenación, así como también como un regalo liberador que ofrece una nueva vida, un nuevo camino.
Esta gracia que justifica al pecador se interpreta como justicia, a esta se accede por medio de la fe y está presente trasversalmente en la Escritura desde Abraham hasta su plena realidad en Jesús, veamos;
En Abraham: “Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:4-6). Aquí la primera fórmula gracia, Abraham solo creyó y ese acto de fe es el inició del gran periplo hacia Cristo, de la revelación de Dios en la historia del ser humano, exponiendo su plan salvífico.
En Jesús: aquí se reitera que la justicia es por medio de la fe. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. […] siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:21-24)
La gracia, sin duda, es un don gratuito de Dios para con el hombre y su modo de acceso es la fe, el creer en Dios y aceptar a su Hijo, Jesucristo, todo el que crea en él será redimido de su transgresión, pecado o delito y; consecuentemente será reconciliado o asociado nuevamente al creador en su voluntad de perfeccionamiento del ser humano en el amor de Jesús.
Pero esta gracia como don gratuito, es decir, que no me cuesta nada, es un acto apenas inicial. Como todo título no oneroso, siempre existe la obligación de mantener el bien que ha sido objeto de donación o, en el caso del indulto, esa libertad se preservará mientras el reo redimido haya cambiado de conducta y ande ahora, en pasos rectos y honestos. Esta gracia o regalo, ahora tiene un precio: el seguir a Jesús.
Aquí se encienden las alarmas, ¿entonces no es gratuito el perdón? Y, podemos decir, el perdón es enteramente gratuito, no hay alguna obra meritoria que usted pueda hacer para poseerlo, es una gracia. Pero exige decisión; en primer lugar, creer, un acto de fe en Jesús, en su sacrificio, su obra y su mensaje; en segundo lugar, seguirlo en una renuncia radical al pecado, un rompimiento nunca definitivo, dado nuestra propia naturaleza, en la que la transgresión permanece en estado latente o en concupiscencia. La ruptura con el pecado es dinámica y permanente, es una dialéctica interior que solo culminará con nuestro encuentro final con Jesús, es de solución escatológica.
Pero surge igualmente la interrogante frente a la frase del apóstol Santiago; “…la fe sin obras es muerta” (2:17). ¿Qué decir ante esta afirmación: se invalidad la gratuidad de la gracia? De ningún modo, en la frase del apóstol existe el presupuesto de la fe, y si existe fe ya hubo gracia, ya se ha dado la justificación, en las diferentes traducciones el concepto viene dado en los siguientes términos: la fe, sin que de ella misma se derive una consecuencia es; “estéril” (LBLA); “inútil” (Dios Habla Hoy); “está muerta y es inútil” (Nva. Traducción Viviente); “es muerta en sí misma” (Biblia Sacra Vulgata)
Puede observarse de esta comparación de traducciones expuestas en las diferentes versiones de la Biblia, como se indica lo que debe hacerse luego de manifestada la fe. La fe entonces, es una decisión primera; el seguimiento a Cristo, y como acto segundo, el proclamar el Evangelio desde nuestra vida, en la acción e intercambio con nuestros semejantes. “Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz” (Lucas 11:33).