El autor en su texto nos expone conceptos que hoy nos generan una profunda reflexión de gran vigencia y que deben ser escuchados en toda práctica eclesial hoy día. Bonhoffer aborda cuatro definiciones que mueven el piso al que esté desprevenido: i) La gracia barata; ii) La gracia cara; iii) El seguimiento a Cristo y; iv) El conflicto entre la vida cristiana y la vida cívico-mundana. Para luego finalmente analizar la controversial frase de Lutero: “Peca fuertemente, pero más fuertemente con fe y gozo en Cristo”. Veamos brevemente estos puntos;
La gracia barata:
El autor la propone como una idea cristiana de Dios, tener una idea de Dios es diferente a optar por el discurrir acerca de su revelación. Para Bonhoffer, en “la doctrina de la gracia barata el mundo encuentra una fórmula para cubrir los pecados, de los que no se arrepienten y de los que no desean liberarse […] La gracia barata es la negación de la Palabra viva de Dios, es la negación del Verbo de Dios”
En este sentido el autor enuncia una primera formulación; en la gracia barata se justifica el pecado, no al pecador. Entonces, se establece una especie de sistema remedial permanente mediante el cual, por medio de la gracia, el pecado ya carecería de su esencia maligna porque ha sido justificado.
Esta concepción barata de la gracia, es una limitación de lo extraordinario que en el ser humano puede producirse cuando sigue a Jesús, pues lo dispensa del arrepentimiento, de la disciplina y la confesión; necesarias para emprender de veras, un nuevo camino y para que este tenga impacto en el mundo.
En la gracia barata, según Bonhoffer, el mundo sigue siendo mundo y nosotros en él, sacrificando el poder expresar con nuestro testimonio y nuestras acciones lo dichoso que nos sentimos al obtener este regalo de salvación de Dios.
La gracia cara:
Al contrario de la gracia barata, la gracia es cara porque ha costado a Dios un gran precio: el sufrimiento de su Hijo. Es un precio que Dios ha considerado útil pagar para devolverle la vida al ser humano, por lo tanto es cara porque nos cuesta la vida y nos da la alegría de recuperarla en reconciliación con nuestro Creador.
La gracia, según el autor, es la encarnación de Dios, y esta consecuentemente obliga al hombre a someterse al yugo del seguimiento a Jesucristo, pero, al mismo tiempo, es una gracia el que Jesús diga: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”
Esta gracia, continúa Bonhoffer, no puede ser echada a los perros (aquí se confirma el sentido de la cita de la epístola a los Hebreos); por tanto, es cara como palabra viva, palabra de Dios y se presenta al espíritu angustiado y al corazón abatido como palabra de perdón.
Podemos concluir que, de ningún modo, la gracia otorgada por Dios en la fe en Jesús es barata. Todo lo contrario, es de alto costo para Dios y de incontable beneficio para nuestra vida actual y con un gran peso de eternidad. Es la salvación, en el sentido estricto de la palabra. Así de valiosa es la gracia.
El seguimiento a Jesucristo:
El autor nos indica que el llamado al seguimiento a Jesús; es un «SI» al pecador en todo «NO» al pecado. Aquí descubre un concepto clave: la gracia, la que es verdaderamente gracia de Dios, y por lo tanto cara; justifica al pecador. Y para que esta justificación sea fuente de alegría, de consuelo y de salvación, el pecador debe renunciar radical y permanentemente al pecado. Es un proceso constante, como lo hemos avisado, que solo hallará solución de continuidad cuando estemos cara a cara con Jesús en su nueva venida y en su Reino.
¿Significa entonces, que este llamado a seguir a Cristo es para unos pocos? No, el llamado a seguir a Cristo está dirigido a todos los seres humanos que creen, primeramente, para hacer de su fe un testimonio fructífero de salvación, pero inclusive es un llamado realizado para los que no creen, es por ello que Jesús en sus momentos de agonía, pronuncia; «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen», para que aún sus verdugos, tengan abierta la oportunidad de conocerle y de seguirle, sin que esta maldad que le infringían a Jesús, constituyera un obstáculo para un arrepentimiento futuro que conduzca a la fe y al seguimiento.
El “Si” al pecador en todo “No” al pecado, es un “Si” a la resistencia, a la renuncia radical permanente al pecado, es un “Si” al que combate contra la concupiscencia día por día, dando paso a la vez, y que orgulloso despliega en acción una vida nueva en medio del mundo.
El conflicto entre la vida cristiana y la vida cívico-mundana;
En este punto el autor nos propone la distinción entre la gracia, entendida como presupuesto y la gracia entendida como resultado dado por el mismo Cristo que invita al seguimiento.
La gracia como presupuesto: en este caso se entiende como condición básica preexistente que a partir de la justificación, el pecado, se toma como un principio que permitiría, ya por la gracia, poseer un perdón de antemano por todos las faltas, no solo los pecados cometidos hasta el momento del acto de fe, sino también, todos los que se pudiesen estar cometiendo en el futuro. Bajo este presupuesto, según el autor, el mundo se ha hecho más cristiano, pero bajo esta “gracia” el cristiano se estaría haciendo más mundano. El conflicto entre la vida cristiana y la vida cívico-mundana es eliminado como elemento dialéctico.
La gracia como resultado: Aquí, en cambio, la gracia es un resultado; producto del acto de fe que justifica al pecador en su constante dinámica de renuncia radical al pecado, se produce lo que ya se ha denominado: “el Seguimiento”, que nos es otra cosa que el comprometerse en seguir el ejemplo, el sacrificio y el amor de Cristo en nuestras vidas. Solo el que renuncia a todo lo que tiene puede ser justificado por la sola gracia. Aquí la vida cristiana se conflictua con la existencia cívico-mundana anterior a la confesión de fe y, esta confrontación en el plano vivencial de la experiencia individual y colectiva abre un nuevo camino para afrontar la vida desde el evangelio, necesariamente la relación es pugnaz entre los valores mundanos y los valores cristianos
Bonhoffer también analiza el periplo vital de Lutero; del mundo al convento y luego, del convento al mundo. Significó para el líder de la Reforma una doble renuncia; primero abandonándolo todo para dedicarse a la vida monástica; pero luego, al entender que esta vida apartada representaba solo una proeza aislada de unos pocos hombres, tenidos como santos, se dio cuenta que el monasterio era más del mundo; por lo que emprendió una segunda y definitiva renuncia radical; ahora, de vuelta al mundo, decidido a seguir seriamente a Jesús, como un resultado del llamado divino. La gracia, en ningún momento lo dispensaba del seguimiento, todo lo contrario, esta gracia, por obra misma del Espíritu Santo le condujo a discernir el precio que debía pagar por dicho galardón.
La gracia liberó a Lutero, así como está dispuesta para liberación de todos los hombres, de la esclavitud de sus propias decisiones, inclusive, de los caminos que nosotros mismos elegimos como buenos. Solo en el Seguimiento a Jesús a través del Evangelio, el creyente recibe una justificación nueva cada mañana.
Reflexión actual.
El texto de Bohoffer es, sin duda, una interpretación que debe mover a las diferentes Iglesias hacia el examen sobre el tipo de gracia que se predica en nuestros templos. ¿Es una gracia “terapéutica” que calma la conciencia del creyente semana a semana, predicando que ya sus pecados han sido justificados por la gracia? En este caso sería una gracia barata. ¿O, en cambio es una gracia comprometida en el seguimiento del ejemplo y virtudes de Cristo, que implica una constante renuncia al pecado y el reinicio de la vida cada día por el perdón de nuestras transgresiones, esa gracia que implica dejarlo todo atrás y conflictuarse con la manera de vivir del mundo, no para pretendernos superiores, sino para lograr que se conozca nuestro testimonio sobre un Evangelio que nos ha liberado de toda opresión y por el cual andamos, ahora, bajo el yugo liviano de Jesús? Entonces esa sería una gracia cara.
La frase “Peca valientemente […]” es un llamado a la humildad, solo desde allí podemos hallar el valor necesario para que sean nuestra fe y gozo en Cristo cada día más fuertes, sin engañarnos a nosotros mismos, venciendo cada día nuestra propia naturaleza pecadora, hasta que Jesús vuelva.
Conclusiones al leer Bonhoffer: i) Sin la decisión de seguir a Cristo, la gracia es barata y la fe es vana; ii) La gracia, cuando se renuncia radicalmente al pecado, es cara, nos confronta al mundo, es una fe viva; iii) La gracia cara nos confronta al mundo porque seguimos a Cristo; iv) Seguir a Cristo es una radical renuncia al mundo, estando todavía en él y; v) No creamos que, podemos dejarlo todo atrás por nuestro propios medios; al seguimiento lo antecede un fulgurante llamado divino, imposible de ignorar, que brota desde nuestro corazón por el Espíritu Santo.