Tener una noción consistente sobre lo que significa Reinado o Reino de Dios es esencial para orientar la acción social de la Iglesia, porque en ella se trata del hombre en relación con sus semejantes, en la sociedad. La acción social de la Iglesia es el ejercicio pleno de la comunidad de fe; en su conducta entre los propios miembros de esta y en su intercambio con el prójimo. Allí en ese intercambio se expresan valores y énfasis: por el pobre y desvalido; en la promoción de la paz y la búsqueda de justicia; en la actuación de personas que detentan poder y las convicciones que los guían. Estas perspectivas no pueden estar presentes en una concepción individualista puramente, el Reino es una idea social, en donde el creyente tiene oportunidad de ejercer su fe y, ese ejercicio determina el mundo en que queremos vivir, el desenlace que esperamos y cómo lo aguardamos.
En la perspectiva de los precursores contemporáneos sobre el tema del Reino de Dios se debate entre la concepción del Reino como una acción humana que es afectada por la gracia de Dios y de ella se desprende la sistemática búsqueda del Reino en las acciones individuales de cada persona (Ritschl; Barth) y que tiene una especial expresión en el tiempo convulso que vivimos entre la resurrección –anuncio- y la segunda venida de Jesús –implantación- (Schweitzer y su teoría del ínterin); mientras que por otro lado, es percibido como una “irrupción divina en la historia” (Weiss) que viene a transformarlo todo y a implantar el Reino definitivamente.
En la concepción de Walter Rauschenbusch el Reinado de Dios tiene alcances sociales, es una idea que proviene de la fuerte concepción hebrea que implicaba la instauración de una vida que involucra la justicia social y un sentimiento nacional de liberación; se trata en este autor de la salvación del hombre vista desde el organismo social que es donde expresa su humanidad desde la dinámica relacional. No tiene que ver con una ideología o sistema ético modernos, sino en la búsqueda permanente de justicia, libertad, fraternidad, trabajo, gozo y paz; es una posición abarcativa del hombre en expresión de su humanidad y en relación con sus semejantes en sociedad.
Richard Niebuhr, por otra parte, introduce el concepto de soberanía de Dios, un elemento que implica la obediencia; pues si formamos parte de un reino, esto supone un soberano que ejerce su poder e influencia en los ciudadanos de ese reinado, en este punto es algo que va mucho más allá de la contemplación, según el autor, y se constituye en un elemento central de la fe de tradición protestante. En su análisis sobre la historia de los EEUU, esta lectura del Reinado es crucial a la hora de definir las bases sobre las cuales se desarrolla esta nación: el constitucionalismo, la independencia de la Iglesia y la limitación de la soberanía humana; que finalmente es la síntesis de la República moderna.
En la etapa del gran avivamiento (desde Jonathan Edwards a Charles Finney) el Reinado de Dios adquiere un sentido en el cual la actuación de Dios en la historia ha producido “una gran cambio que ha operado en los hombres [instaurando] un reino de libertad y amor”; esta revolucionaria visión era percibida como algo presente, como consecuencia del poder reconciliador del Evangelio, más que de un esfuerzo de perfección moralista. Sin embargo, Niebuhr denuncia que existía una tendencia a institucionalizar y secularizar el Reino y pretender “encerrarlo” en ideas y costumbres de una sociedad más o menos cristianizada, es decir, reducir el reino a la Iglesia-institución y no en su poder dialéctico y transformador.
En conclusión, la idea del Reino de Dios es central en la tradición judeo-cristiana; se inicia como un anhelo nacionalista del pueblo de Israel en búsqueda de justicia y reivindicación, se teologiza la idea en una escatología que sobrevive a la diáspora judía y es, finalmente consumada en la obra y vida de Jesús, quien nos mostró los beneficios y la idea del Reino con mayor claridad y actualidad. El Reino de Dios es la Patria de Jesús y el hombre plenifica su humanidad al buscar ese Reino; se encuentra con su verdadero “Yo” según Rauschenbusch, por lo tanto es un elemento vital la claridad en cuanto a esa noción para poder actuar como comunidad de la fe en Cristo. Sin esta noción, la Iglesia puede ser un conjunto de buenas personas actuando, pero con una prístina noción de lo que significa el Reino de Dios estaremos haciendo la patria de Jesús y por lo tanto, encontrándonos con nuestra esencia humana otorgada por Dios en la creación.
El Reino, finalmente es convulso porque se contrasta con el cosmos del mal mineralizado en costumbres e instituciones que perpetúan la opresión de la sociedad; tiene un carácter dinámico y dialéctico porque viene en la transformación de nuestras vidas a cuestionar un orden creado por intereses egoístas y, por lo tanto vivir en el Reinado de Dios supone ejercer presión sin candidez, parcializado totalmente con el pobre y marginado; es por ello que es una actividad constantemente transformadora que no es susceptible a ser encapsulada en realidades eclesiales; el Reino es social, disruptivo, cuestionador y transformador de una realidad que no separa de Dios. Es por ello que esta noción es clave para definir nuestra acción social como seguidores de Cristo.
Luis Enrique Gil Graterol, abogado, publicista y teólogo