Venezuela padece hondamente el sufrimiento de una crisis en todos los aspectos de su vida ciudadana. Se ha apoderado de nuestra Nación un espíritu de contienda que nos ha extraviado como pueblo. En las relaciones entre hermanos predomina la desconfianza y el conflicto permanente, postrándonos en un estado de atraso moral y material que impide la vida digna y el desarrollo nacional.
Tal estado de pobreza espiritual, se debe a erróneas decisiones que hemos tomado históricamente como cuerpo social durante muchos años. El origen de estas fallas se encuentra en equívocos discernimientos en nuestra forma de vivir en lo particular. Nos hemos entregado por mucho tiempo a las vanidades del mundo, perdiendo de vista los estatutos de Dios, proclamados en las enseñanzas de Jesús Nuestro Redentor. De esta errónea conducta en lo personal, se ha dado a luz una sociedad enferma en lo más hondo de su voluntad, generando una incapacidad para servir entregados a ideales de fe y amor. Los males que hoy padecemos son responsabilidad de todos y a todos los ciudadanos les corresponde remediar los trastornos ocasionados por nuestras propias debilidades.
El centro de la vida en sociedad de un cristiano puede resumirse en la siguiente frase: “Más el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17), el creyente sabe que solo la Fe en Jesucristo los conduce a la Salvación, que es dada por gracia de Dios, materializada por el sacrificio de Jesús en la cruz. De esta nueva vida por la Fe, se desprenden multiplicidades de buenas obras guiadas por la renovación de la conducta del creyente. Inútil es por lo tanto, adherirse de manera apasionada a una ideología terrenal; y mucho peor es elevarla a la categoría de dogma moral cuasi-religioso.
Las ideologías son concepciones académicas de la realidad social en un tiempo y espacio determinados, son válidas para circunstancias específicas. Las condiciones del hombre varían a igual que sus modelos sociales, políticos y económicos. Lo invariable debe ser nuestra conducta, que se expresa en nuestra fe cristiana. Venezuela ha pasado mucho tiempo anclada en la vanidad de las ideologías, las modas y el afán de poder; apartada de una vida espiritual sana.
Evitar la condenación en el “Juicio de las Naciones”
Confiados en nuestra salvación, debemos perseverar en un nuevo modo de vivir revestido de paz, amor y justicia. Para ello, hemos de pasar por muchas pruebas y padecimientos, en cuyas tribulaciones se acera nuestra redención, generando un gran tesoro de gloria para encarar nuestro juicio como nación. Sí individualmente estamos llamados a cambiar, también como sociedad debemos hacerlo, como un testimonio colectivo del alcance de nuestra prédica y ejemplo de buen proceder, ya que en el fin de los tiempos hemos de rendir cuentas también como Nación; así lo afirma el propio Jesús en Mateo 25:31-46.
Daremos cuenta igualmente al Señor a su tiempo, desde nuestras relaciones sociales más pequeñas hasta las responsabilidades de mayor preeminencia, y en cuanto a estas, es necesario detenernos en una reflexión de mayor profundidad; “… porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará…” (Evangelio de Lucas 12:48)
Por ello consideramos propicio exhortar a quienes se encuentran en posiciones de liderazgo a meditar en esta Palabra, paro lo cual nos es necesario expresar nuestro compromiso ante la verdad que se nos ha revelado.
Exhorto al liderazgo en preeminencia de la Nación y al pueblo.
Predominio de Dios. El amor a Dios “sobre todas las cosas” es esencial en toda autoridad terrenal. Sin el respeto reverente (temor) al Dios creador se tiende al abuso de poder y no hay límites en el ejercicio del mismo. El hombre tiende a “jugar” a ser el dios de su propio entorno. Se envilece y proyecta hacia la sociedad su propia perversión. La sociedad por imitación culmina extraviada acogiendo el ejemplo de sus líderes.
Invitamos a la sociedad a no seguir las conductas dañosas de sus líderes, a meditar mejor a la hora de elevarlos a posiciones de conducción y a exigir de éstos conductas honestas dignas de imitar por el ciudadano común. Exhortamos a los líderes políticos, empresariales y sociales a ser conscientes de la importante responsabilidad que constituye detentar una alta posición, a interiorizar que ésta no es un “premio”, sino que le es gravosa a la hora de juicio eterno. Por lo tanto, el temor a Dios es aconsejable, porque Él es sobre todo y sobre todas las cosas.
Respeto al Estado de Derecho. La Ley o mandamientos fue entregada a Moisés (Deuteronomio 5), como “ayo”, es decir, instrucción o disciplina bajo la cual debía sujetarse el pueblo de Israel, en espera de la venida de El Mesías. El cristiano vive hoy en la libertad de la redención, pero en nuestras relaciones como sociedad, debemos sujetarnos a la autoridad. Dicha autoridad en nuestra vida institucional es la de la ley emanada por los órganos de representación popular, no la de una autoridad unipersonal, de un jefe o líder. El equilibrio entre las ramas del Poder Público es de gran importancia para que estas normas sean aplicadas con justicia e igualdad. Nuestra idea del Poder funda su residencia en la comunidad, en el pueblo y son los ciudadanos como parte de diversas instituciones las que se auto regulan, preservando los límites del decoro y el respeto a las leyes.
Ya es hora que el ciudadano decida, de manera libre y civilizada. Someterse a ese escrutinio es de hombres sabios. Negarse es tozudez que atenta en contra de la salud de la Nación. Así que, generar las condiciones y oportunidades propicias para tal expresión será de gran ayuda en la reconquista de la autodeterminación de un pueblo que gime por un mejor vivir. Oprimir esa expresión natural nos ancla en el extravío. Asumir la voz del pueblo en el curso que libérrimamente quiera tomar es una valiente y digna decisión, por la cual se puede iniciar un proceso reconciliador y de justicia que derribe las barreras que separan a grandes grupos de venezolanos.
Vivir en Libertad. Para el cristiano el sacrificio de Jesús en la cruz, le revela la verdad de la resurrección, al vencer a la muerte Cristo muestra el camino de la libertad del pecado. Ya la muerte no se enseñorea del ser humano; “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Evangelio de Juan 8: 31-32)
Por lo tanto, si la obra salvífica de Jesús nos ha dado la libertad, necesario es para los ciudadanos ejercerla con consciencia, como derecho inalienable en su vida cotidiana. Todos los intentos de menoscabarla o reducirla son absolutamente reprochables y alejados de la voluntad de Dios. Las limitaciones que debe imponerse el hombre en la práctica de su derecho a ser libre, son las que derivan de la pacífica convivencia y el respeto a la ley justa. Quien ha venido a la cruz de Cristo ha hallado libertad y anhela que todos en la sociedad se hagan de esta Gracia, por ende desea que todo sistema de gobierno respete en gran mediad este bien de la humanidad.
Líderes de todos los ámbitos, desprendeos de conductas que menoscaben la libertad de sus seguidores. NO existe justificación a tal proceder. Se hace gran daño y es de nefasta consecuencia subyugar la vida del prójimo, en lugar de amarlo como Jesús nos enseñó: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, (…)” (Juan 8: 31-32)
Exhortamos a los altos responsables en la conducción de las diferentes ramas del Poder Público, a los líderes de los diversos grupos políticos y a los líderes de la economía y las organizaciones sociales y medios de comunicación; a meditar profundamente en éste punto, ya que la sociedad lo valora como estado esencial para la vida en comunidad. Asumirlo desde la esfera de responsabilidades en la cual se encuentren es de inestimable valía.
El Perdón y la Justicia. Son elementos vitales para reconstruir una sociedad resquebrajada por la contienda. Las sociedades, producto de sus tirantes intereses olvidan momentáneamente su cualidad de hermanos que comparten la misma Patria. Recordemos el evangelio de Lucas; “… Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.” (11:17)
Divididas se desmoronan las naciones. Es solo la capacidad de perdonar la que propicia la reconciliación. Los cristianos somos pecadores, de quienes el Señor ha tenido misericordia, nos han sido perdonados nuestras flaquezas pasadas y las que pudiéramos realizar en el futuro, si al cometerlas las confesamos y nos arrepentimos de corazón, humildemente. Deseamos que en nuestra sociedad se perdonen los unos a los otros, para que al derribar el “muro” que nos separa de Dios –la falta de perdón, el odio y la venganza- seamos un pueblo reconciliado, revestidos de la paz necesaria para acometer nuestra recuperación.
Evidentemente el que seamos perdonados nos trae paz y nos libera de la condenación eterna, pero no se nos despoja de la responsabilidad de nuestros actos. Toda desobediencia genera consecuencias y estas deben asumirse con entereza y valor, entendiendo que hemos recibido la gracia del perdón espiritual, pero estamos obligados por un deber social a reparar las faltas en que incurrimos. La Justicia en ese momento se convierte en elemento simbiótico para conseguir la reconciliación. Disculpar el agravio del otro sana, pero reparar el daño cometido satisface a la sociedad. Se abre expeditamente el camino hacia la PAZ.
Exhortación final.
La población venezolana espera respuesta de sus líderes. También la ciudadanía debe asumir su responsabilidad de cambiar en su esfera íntima, meditar a cerca de los valores que mueven su vida familiar y social. Éste es el crisol de una sociedad que transita desde el dolor hacia la salvación y un mejor porvenir.
Es necesario que todo paso en el proceso de solución de los problemas venezolanos, sea con el mayor consenso posible. Venezuela necesita rumbo. Y este solo se encuentra en el concurso de todos los componentes de la sociedad. Nadie puede abrogarse el monopolio de la verdad, porque ésta ya ha sido revelada. Se juega el destino de la sociedad entera. No importa el poder o la posición que se detente, juntos debemos salir de la situación en la que nos encontramos como pueblo. La imposición de una solución parcializada; grupal o particular es fatal. Construyamos juntos el camino. Es necesario desprenderse de vanidades consideradas inamovibles, ya que la historia nos recuerda permanentemente que pueden ser sepulcro para el soberbio. Oremos para que nuestro Dios nos proporcione la sabiduría necesaria. Estad Firmes en el Amor de Cristo…