Luis Enrique Gil Graterol: Aportes de la Teología Feminista al cristianismo

“La teología está llamada, finalmente, a la crítica de los males de esta época que detienen el advenimiento del Reino [de Dios] en medio de la humanidad, de sus culturas y religiones (…)”

Virginia Azcuy

La autora Virginia Azcuy[1] destaca varios aportes que el feminismo y la consecuente teología surgida a partir del examen crítico de la realidad de las mujeres en la sociedad provee a la reflexión de todo cristiano. La contribución más relevante, sin menoscabo de otras que mencionaremos se encuentra en la reflexión que identifica desde la perspectiva ético-teológica; “que toda inequidad [desigualdad] puede ser entendida como iniquidad o pecado social y está llamada a ser erradicada o transformada» (Azcuy, p. 47).

La autora plantea que desde esa inequidad de género se afecta la base de la convivencia humana y a partir de esta distorsión “sobrevienen las demás privaciones o desventajas socio-culturales”. Para Azcuy la violencia de género se asimila a la categoría de pecado estructural, apoyada en las tesis del Magisterio Eclesiástico (Sollicitudo rei socialis) nos muestra su razonamiento para tal asimilación;

  • i)La situación de injusticia actual debe leerse como producto de “pecado estructural”, dichas situaciones se fundan en pecados personales que están unidos a actos concretos que son introducidos en el entramado institucional de la sociedad, haciendo así posible su continuidad y difícil su eliminación;
  • ii)Estas actitudes se refuerzan con su práctica, difundiéndose y constituyéndose en fuentes de otros pecados, condicionando la conducta de los hombres;
  • iii) De las actitudes y opiniones contrarias a la voluntad de Dios y, respecto a las estructuras que la hacen posible, dos son las de mayor impacto: el afán de ganancia excesiva y la sed de poder, este último entendido como el propósito de imponer la propia voluntad a otra persona, desde una posición de poder económica, política social o religiosa;
  • iv)La corrupción humana no solo abarca los ámbitos políticos y económicos, sino que ésta también afecta la dimensión sexual o de género. La comprensión del pecado personal o estructural que se evidencia en el predominio injusto de lo masculino sobre lo femenino posibilita identificar esta distorsión como una realidad social concreta que niega el plan de Dios.

Esta lectura, desde el feminismo que incorpora a la inequidad de género como una manifestación de pecado que se integra en las estructuras sociales es de mucha valía para para dibujar una correcta noción de lo que implica esta injusticia. ¿Pero, cómo se define entonces, la teología feminista? Para Azcuy se trata de una “teología crítica de la liberación, no en cuanto a la mujer como tal, sino en sus experiencias históricas de sufrimiento  y opresión psíquica y sexual (…) derivadas del sexismo, tanto en las Iglesias como en la sociedad” (p. 56). Este giro teológico propuesto desde el feminismo replantea a la luz del Evangelio la mirada de los problemas actuales.

También el feminismo realiza un aporte epistemológico[2] que es necesario destacar, en este sentido la autora reflexiona; “el conocimiento no puede ser separado de la ética”; por lo tanto la identificación de la inequidad de género como pecado social, nos conduce a identificar lo que está en esta en juego, se trata de la vida y sufrimiento de las mujeres y con ello la dignidad humana -del varón y la hembra, de la familia, de las naciones-. Puesto de esa forma Azuy, rescatando a Martha Nussbaum, nos muestra que “las capacidades de la razón práctica y de afiliación social son (…) relevantes porque definen el núcleo ético fundamental en el que se juega la vinculación y realización humanas” (p. 44).

Lo expresado en la cita de la autora, a nuestro juicio se podría resumir de la siguiente forma; si la razón práctica (Kant) es la capacidad de actuar y tomar decisiones conforme a principios morales, entonces el feminismo en su denuncia sobre las relaciones injustas varón-hembra, le otorga una nueva dimensión a la lucha por la igualdad y la justicia social, ingresando la perspectiva de género (poder injusto-pobres-hembras). Esta re-significación tendrá impacto, según la autora, en nuestras capacidades de relacionarnos desde la vida familiar hasta las más complejas relaciones sociales; el feminismo introduce un nuevo sujeto en la dinámica deliberación social: la mujer y su historia de opresión y exclusión de la dignidad humana. Por eso se habla de un aporte epistemológico.

Finalmente, el feminismo pude entenderse como instrumental, ya que con el apoyo de las demás ciencias sociales aporta datos y lecturas acordes con su objeto de estudio que es la comprensión de la dinámica marginal de las mujeres en la historia y en la actualidad; pero también como una disciplina en el diálogo hermenéutico interdisciplinario, ya que debido a la perspectiva que ingresa en la lucha social, tiende a releer los parámetros existentes y al hacerlo muestra un rol disciplinar específico que influencia las concepciones de otras disciplinas; como por ejemplo la política, la sociología y por supuesto, la teología.

[1] Virginia R. Azcuy, “Teología e inequidad de género: Diálogo, interpretación y ética en el cruce de disciplinas”, en VV. AA. Puntos de encuentro, pp. 37-63.

[2] La epistemología indaga lo científico, reflexiona sobre la profundidad del conocimiento, su origen, su forma, sus principios, se origina desde el discernimiento  de los pensamientos, conceptualizar su validez, los objetivos y el alcance que pueda obtener.