En Venezuela votar no es obligatorio como no lo es en muchas naciones del mundo.
Votar o no votar termina siendo una decisión individual. Las elecciones en países como Estados Unidos y Colombia –tan inclinados a darnos lecciones- se caracterizan por los muchos que no votan y tal no significa que sus gobiernos y parlamentos carezcan de legitimidad.
En la última elección presidencial estadounidenses, tan cuestionadas por el pronto expresidente Trump, no votaron cerca de cien millones de americanos habilitados para hacerlo, contando con las facilidades del voto por correo, el anticipado y si le hacemos caso a Giuliani de los miles de muertos que sufragaron lo que precisamos ha sido reiteradamente negado por autoridades electorales y jueces.
En elecciones congresionales de los vecinos colombianos, para comparar cambures con cambures, la abstención ha superado el 60 %, es decir bastante más de la mitad de los electores no han votado.
Este domingo, según el primer boletín presentado por la Presidenta del CNE -casi el mismo que cinco años atrás proclamó a Guaido, Ramos, Borges y demás hasta 112 opositores diputados electos- votaron 5.264.104 electores lo que es igual al 31 % del padrón nacional, porcentaje que aumentará en algo cuando finalice la totalización en las Juntas Electorales Regionales.
De destacar a la par de la tranquila jornada la pérdida de más de dos millones de votos –sí, más de dos millones de votos, 5.625.248 en el 2015 versus 3.558.320 en el 2020- del triunfante PSUV-GPP con relación a las últimas elecciones parlamentarias y a pesar de esto, por los que no votaron, la mayoría absoluta alcanzada por el oficialismo.
Tiempo atrás trabajaron conmigo unos hermanos carupaneros, simpatiquísimos, a quienes denominamos los “sijueramos” porque después que las cosas sucedían con un resultado distinto al que esperaban inevitablemente señalaban “si jueramos sabi’o”. Escribo estas líneas muy temprano lunes cuando me llama un diputado a la actual Asamblea Nacional y tras comentar los resultados conocidos me dijo abatido: “Con esos números si hubiésemos participado y empujado juntos hoy estaríamos celebrando una gran victoria. Haberlo sabido”. No le respondí con un es verdad “si jueramos sabi’o” porque bastante que advertimos que existían las condiciones objetivas, a pesar de las
muchas circunstancias adversas, para convencer, motivar, movilizar a millones de venezolanos por alternativas distintas que hicieran posible en paz abordar consensuadamente una ruta de pronta salida a la innegable crisis que padecemos.
A Luis Alfaro Ucero le atribuíamos la frase “perdido no tiene la razón” por lo que sobran los análisis acerca de lo sucedido el domingo pasado: los que votaron, hablaron. Lo que no creo es que aquellos que se quedaron en casa, o más bien los que se empeñaron en que se quedaran puedan alzarse como ganadores aunque anoten lo harán. .
Vamos a esperar hasta el domingo 13 de diciembre pero estoy casi seguro que ese día recordaré a Albert Rivera, una vez joven promesa de la política española, que ante la derrota prefirió apartarse. A menos que no una, sino dos masivas abstenciones en una semana las interpreten sus responsables como un logro del cual sentirse orgullosos.