Hoy domingo, 13 de septiembre, Acción Democrática arriba a los 74 años de su fundación.
Fue en 1941, cuando en el marco de un multitudinario mitin en el Nuevo Circo de Caracas, el “Partido del Pueblo” surge a la vida pública. Sus orígenes, sin embargo, se remontan años atrás, a 1928, en ocasión de la Semana del Estudiante, oportunidad en la que, los que luego serían fundadores de la organización, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, lideraron inéditas protestas contra la dictadura de Juan Vicente Gómez que concluyeron con la cárcel de muchos y el destierro.
ARDI, ORVE, PDN, vinieron después, en sucesivos intentos de estructurar un partido político que se convirtiese en vanguardia de la lucha por la democracia en un país que desde sus orígenes mismos, en 1830, no había contado–salvo los pocos meses de la presidencia de Vargas- con gobiernos civiles y civilistas. Era larga la lista de los usurpadores del gobierno y más larga la de atropellos contra el pueblo llano, corolario de esta la ocupación andina que con Castro primero y con su compadre después, tiranizaron a Venezuela hasta bien entrado el siglo XX.
Nace Acción Democrática, en palabras de Betancourt- “para hacer historia” y “con vocación de poder”. De la primera ha hecho mucha y buena y la segunda ha sido siempre en procura de lo mejor para la gran mayoría de los venezolanos.
Es de AD el logro de la democracia política: fue el partido, tras la Revolución de Octubre de 1945, el que otorgó a las mujeres, a los jóvenes y a los analfabetos el derecho a elegir y a ser elegidos en comicios universales, directos y secretos; el que garantizó la independencia de los poderes públicos; el que devolvió a los militares a sus cuarteles, institucionalizando su gestión; el que garantizó la creación de distintas organizaciones partidarias así como laborales y campesinas; el que abrió las puertas de las cárceles a decenas de presos políticos y las fronteras a los desterrados; el que promovió la libertad de prensa y de expresión; el que privilegió la defensa de los derechos humanos; el que cuando volvió un régimen de fuerza –el de Pérez Jiménez- aportó la mayor cuota de sacrificio para el retornar a la libertad y allí se tiene a Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevalli, Antonio Pinto Salinas, Valmore Rodríguez, León Droz Blanco, Castor Nieves Ríos, Manuel y Manuelito Reyes, Domingo Turmero Barrios, muertos en la lucha contra la barbarie junto a los centenares que purgaron años de prisión en los campos de concentración de Guasina y Sacupana.
Es de AD el logro de la democracia social: fue el partido el que reivindicó a los desposeídos; el que masificó la educación y los servicios de salud; el que legisló para proteger al obrero, la mujer y el niño; el que volcó el presupuesto hacia la atención de los que menos tenían –las misiones solo son remedos de programas que como el PAMI, la beca alimentaria, el bulto escolar, los comedores del pueblo, las ollas populares, las viviendas de autoconstrucción, beneficiaron a decenas de miles sin preguntarles bajo que banderas militaban o condicionarles sus beneficios-.
Es de AD el logro de la democracia económica lamentablemente desechada por un modelo que ha convertido el desabastecimiento en el signo de la época junto con el empobrecimiento generalizado. La apertura a la inversión extranjera; la protección al empresariado local y la promoción de la mediana y pequeña empresa; la construcción de una infraestructura de soporte –allí están como ejemplo los complejos de Guri y Uribante-Caparo-; la nacionalización del hierro y del petróleo, son solo menciones puntuales de realizaciones que llevaron al venezolano común a disfrutar de estándares de vida que hoy se han perdido.
No es suficiente este espacio para tanto que se puede escribir de AD en estos 74 años; no es suficiente ninguno para lo tanto que se escribirá en el mañana.
AD si vive y vive en el corazón de los venezolanos de toda edad y condición. Su historia, a que dudar, apenas comienza.
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