Me hubiera gustado escribir este artículo tres o cuatro años antes. Justo desde que me di cuenta que el cine en las salas, el que todos conocemos, el de las palomitas y agarrarle la mano a la chica en la semiocuridad, tenía los días contados. Ahora me parezco más los “capitán a posteriori” que tanto detesto. Este análisis que les cuento lo hice hace mucho tiempo, el que ahora me da miserablemente la razón, tras impartir una conferencia para alumnos de imagen y sonido, es decir, a los futuros profesionales del cine.
Ese día, junto a mí, invitaron a un prestigioso realizador de Televisión. Habíamos trabajado juntos en el pasado. Él había realizado algunas Galas que yo había dirigido y gozará siempre de todo mi respeto y admiración. Aluciné cuando les contó a los alumnos que el modelo de formato televisivo estaba desfasándose de una forma vertiginosa. Ahora lo veo más claro y evidente que cuando lo dijo. Hoy, la juventud pasa menos tiempo viendo TV que los mayores. Los jóvenes van de otro rollo. Se informan por las redes sociales, no les hacen falta los informativos de las grandes cadenas. Con Facebook o Twitter están más informados de las cosas que pasan alrededor de su casa. Para ellos es más importante una redada de policía en su barrio que un terremoto en Thailandia, por ejemplo.
En el futuro cercano, cuando en todas las casas haya SmartTV, ¿alguien va a salir corriendo del trabajo para llegar a casa justo cuando empieza la película que quiere ver? Es que, ni siquiera el que hace teletrabajo, va a parar sus quehaceres a la hora que empieza su serie favorita. Por eso han proliferado las teleseries de una forma estratosférica en formato streaming. Están ahí, esperando a que tú le des al “play” a la hora que quieras. Ahora, después de un día duro de trabajo, te das una ducha relajada, cenas y te pones el capítulo correspondiente de tu serie favorita. Y te ves 2 ó 4 o la serie entera. Ya no comemos el “menú” televisivo del día, hemos pasado a comer “a la carta”: lo que yo quiera y cuando yo diga. Esto es lo que empezamos a tener ahora cada vez en más hogares.
Alguno me dirá que eso de las series ha existido siempre, y ahí vengo con este artículo a hacerlo extensivo al cine, como hice hace cuatro años en mi cabeza, en aquella conferencia que impartí.
Que el cine en las salas se muere es una realidad. La pandemia, lo que ha hecho, es acelerar el proceso como si de una infección se tratara y lo tiene sentenciado. Hacía mucho que los profesionales del cine clamábamos para que los gobiernos tomaran medidas contra las descargas ilegales de películas. La emisión en digital en los cines parecía que iba a dar un auge a las salas, al disminuir los costes de proyección. Pero ese abaratamiento no se vio refrendado en los precios de las entradas. Yo he dirigido cine con película de celuloide y en formato vídeo. Y me quedo con que, en digital y con poco dinero, pude hacer la película que quería. Esta convulsa época, que esta haciendo temblar muchos de los cimientos de las cosas que teníamos establecidas, ha servido para que la industria del cine se reinvente. No le ha quedado más remedio. Para subsistir ha tenido que buscar nuevas fórmulas. Y, éstas, están enviando los viejos formatos al cataclismo.
Con las salas cerradas por órdenes gubernamentales para evitar contagios, las grandes productoras han mirado hacia donde no querían ver: las televisiones domésticas. De ahí los crecimientos de plataformas de contenidos visuales como Netflix, HBO, Amazon Prime Video o Disney+. Ya no tenemos que ir al cine a ver películas de estreno, porque ya nos las estrenan directamente en casa. Ese es el futuro y hay que empezar a verlo así. Más de 700 películas al año son capaces de producirse sólo en Netflix. Otra cosa es el criterio de calidad de las mismas. Creo que hay demasiada paja para encontrar una buena aguja.
La tapa la abrió “Roma” de Alfonso Cuarón, hecha directamente para Netflix y que se alzó con los Óscars a la mejor película de habla no inglesa, mejor fotografía y mejor director. Para mi gusto, sobrevaloradísima. Esto atrajo a consagrados directores a trabajar en este formato alejado de las salas como David Fincher, Adam Mckay o Halle Berry. Y les aseguro que pronto veremos directores de más renombre y actores “top” estrenando en estas plataformas.
Todavía no sé cómo encajar el glamour de Hollywood y a que va a quedar relegado. Esos grandiosos estrenos en las salas Regal Movie, Cineworld o AMC en Hollywood tienen que adaptarse a los nuevos tiempos. Netflix ya ha comprado algunao de los más míticos cines. Intuyo que lo hace para tener algún sitio donde agasajar en los estrenos a las estrellas que quiere en sus películas. Un gran éxito de taquilla supone algo más del 5% de la recaudación de un cine en un año. Tengamos en cuenta que Warner Bros estrenó “Tenet” de Christopher Nolan con los cines con aforo limitado pese a tener una oferta de HBO Max y, gracias, logró recuperar lo invertido. Disney dio el paso y estrenó “Mulan” directamente en Disney+ al precio de 30 dólares. A mí me gustó, pero de los 200 millones de dólares que costó, sólo recuperó 70.
Como ven, el proceso está en fase de tambaleo. Pero las salas tienen que volver al “reiniciar en fio” y ver que es lo que demanda el nuevo público que salga de esta pandemia, para darles lo que necesitan. A mi se me ocurren ideas. ¿Que Los Rolling Stones dan un concierto en Nueva York y puede ser transmitido a todo el planeta por streaming?: las salas de cine. ¿Qué el Madrid y el Barcelona juegan la final de la Champions?: las salas de cine. ¿Las olimpiadas con comentaristas en directo?: las salas de cine. Si es que me salen ideas hasta de debajo de la almohada. Se las regalo, pero, por favor, sigan poniéndonos películas de estreno y clásicos en los cines, que ese binomio amigos-película no quiero perderlo.
Desde aquí, mi abrazo a todos los que aman y hacen cine, y le deseo toda la suerte a mi amiga dominicana Leticia Tonos Paniagua en su carrera a los Oscars con su “Mis 500 locos”.