Lidis Méndez: Recuperar la confianza

Politóloga Lidis Méndez

La compleja realidad política y social que enfrentamos en Venezuela nos invita a reflexionar sobre la relación entre los ciudadanos y sus líderes, ya que la profunda crisis de confianza y credibilidad en los dirigentes políticos es un factor determinante para avanzar hacia la restauración de la democracia. En medio del verdor electoral, no pasa desapercibido el vacío emocional y la sensación de desesperanza ante la precariedad y limitaciones del día a día, mientras el “liderazgo” se muestra tan seguro de sí mismo que, hasta parece delirante. Sin embargo, a pesar de la ambivalencia entre nuestras emociones y la dinámica de poder, podemos vislumbrar un camino hacia la recuperación de la confianza perdida.

Los políticos entienden que el voto es una decisión más emocional que racional, motivo por el cual se asesoran para explotar el más amplio espectro psicológico del electorado. En términos generales, la Sicología Social admite que desde la infancia, aprendemos a experimentar emociones ambivalentes hacia figuras de autoridad, incluidos nuestros padres: amar-resentir y admirar-desconfiar son contradicciones emocionales que reflejan nuestra necesidad inherente de autonomía-dependencia y de guía-protección; dinámica que permea la cultura política y por ende influye en nuestras interacciones con líderes políticos.

En Venezuela, la mayor parte de la sociedad entiende que necesitamos líderes que ofrezcan visión y dirección, que nos representen y tomen las decisiones difíciles que se tienen que tomar en nombre del bien común; sin embargo, la desconfianza, resentimiento y el temor hacia aquellos en posiciones de poder especialmente cuando emiten señales de abuso, incompetencia o falta de sensibilidad hacia nuestras necesidades, mantiene en el limbo de la desafección a un porcentaje de la población que puede ser decisivo a la hora de querer generar algún cambio significativo.

Esta ambivalencia hacia la autoridad tiene raíces profundas en nuestra historia y psicología colectiva desde nuestros antepasados, quienes no dudaban en cuestionar y derrocar a líderes que percibían como corruptos o ineptos. Esta tradición de desafiar a la autoridad es parte integral de nuestra identidad libertadora; por lo tanto, no es difícil entender el porqué, por ejemplo, satanizan a el que disiente.

Pero ¿cómo podemos canalizar esta ambivalencia de manera constructiva, en un momento tan crítico como este? La clave estaría en cultivar socialmente una nueva forma de autoridad basada en valores como la visión, la empatía y la responsabilidad. Evidentemente, los buenos líderes políticos deberían aprender a comprender (no a explotar) la complejidad emocional de los electores y trabajar concienzudamente en la reconstrucción de la confianza perdida, en lugar de mostrarse delirantes, o ajenos a la realidad que les circunda

Para los ciudadanos, es fundamental reconocer y reafirmar nuestra capacidad de influir en el rumbo político. La participación activa, la voluntad de trabajo y organización de actividades para fortalecer el rumbo democrático, sin lugar a dudas construirá comunidades más resilientes, rasgo que es fundamental en el proceso hacia la restauración de la confianza en la política.

En última instancia, superar esta crisis requiere un esfuerzo colectivo y el compromiso de promover una cultura de participación consciente, información veraz, responsabilidad y honestidad en todos los niveles de la sociedad. Así, los líderes aprenderán a ganarse nuestra confianza a través de acciones concretas y consistentes, y les será más difícil manipular nuestra percepción a través de los mecanismos de ingeniería social.

En tiempos de incertidumbre, la reflexión sobre nuestra manera de actuar frente a la dinámica de la lucha por el poder, nos ofrece perspectivas valiosas para crecer como ciudadanos, adquirir nuevas habilidades y aprender a surfear con mayor habilidad en medio de los desafíos políticos y sociales que enfrentamos. Estamos en un momento histórico para reafirmar nuestra confianza ciudadana y generar el cambio necesario en la reconstrucción del tejido social y político de nuestra nación que garantice un futuro más justo y equitativo para Venezuela.