Donald Trump dice de sí mismo que es un “buen tipo”. Estoy seguro de que Fidel, Pinochet, Franco, Stalin, Mao y Adolfo Hitler también pensaban que eran “buenos tipos”. Fue muy sorprendente cuando en Libia capturaron a Muamar Gadafi. Casi era surrealista verle preguntar a sus captores que le vejaban y maltrataban: “¿pero qué les he hecho yo?” Seguramente la pregunta era honesta para él. Stalin, que acabó con la vida de entre 20 y 60 millones de rusos era considerado tan “buen tipo”, que los rusos lo llamaban “el padrecito”.
Mao, que según las estimaciones acabó con la vida de 120 millones de personas, se consideraba un “buen tipo”. Lo curioso no es que él lo pensara de sí mismo, sino que mucha gente aún lo crea, lo recuerde con devoción y lo nombre como el camarada Mao. Los asesinos de ISIS matan en nombre de Alá y seguramente consideran que crucificar niños y defenestrar homosexuales es un acto piadoso que les llevará al cielo. Son sin duda “buenos tipos”.
Es misteriosa el alma humana, es terrible la ideología y el autoengaño. “Yo sí sé lo que quiere el pueblo”, dice un líder jactancioso al que ya nadie quiere. La frase es interesante, porque inmediatamente comienza a colocar limitaciones para que la voluntad
del pueblo se exprese, con lo cual demuestra que efectivamente, en el fondo de su corazón, sí que sabe realmente lo que quiere el pueblo y que no es a él, precisamente.
Cuentan que el que diseñó los campos de exterminio se quejaba de que no le dieran ningún reconocimiento por llevar a cabo un proyecto tan ambicioso y bien hecho, capaz de no dejar rastro de miles de seres humanos en pocas horas. Él honestamente creía que había hecho
algo muy bueno, casi que uno se lo imagina contemplando satisfecho las chimeneas de los crematorios en plena “producción”. Cuentan que Pinochet decía que si se ponían las personas en fila una detrás de otra, con una misma bala podrían ser asesinadas varios
sujetos. Sin duda, una persona que no dilapida balas debe considerarse a sí mismo un “buen tipo”. Un “buen tipo” debe considerar que quien le adversa no es gente, que es prescindible, que es estorbo, gusano, basura.
Francisco Franco le dijo a uno de sus gobernadores de provincia, cuando este le planteó un caso que se le presentaba en su región, lo siguiente: “haga usted lo que yo: no se meta en política”. Es muy probable que el dictador español considerase que él no se metía en
política. Los “buenos tipos” tienen eso, la creencia de que son tan buenas personas y de que sus pueblos han ganado tanto con ellos en el poder que no deben irse nunca de ninguna manera, porque ellos están más allá de la política. El que hace una lista para
que persigan a sus compatriotas por su manera de pensar debe ser considerado un “buen tipo” y hay gente que se indigna si se le cuestiona y defienden su memoria y proclaman sus virtudes. A cientos de miles de personas se le arruinó la vida por las acciones
de este “buen tipo”. A los “buenos tipos” les encanta hacer listas de gente y luego borrarlos.
El mundo está lleno de “buenos tipos” que nos hacen la vida a cuadros, que nos roban el futuro y la esperanza, que son máquinas de ruina y de muerte. De “buenos tipos” que quieren acabar una raza entera o matan de hambre a 45 millones de personas en nombre de
una nueva política económica. Los “buenos tipos” siempre saben a quien culpar de los daños colaterales que ocasionan sus ambiciones. Los “buenos tipos” quieren en quedarse en el poder para siempre, “de cualquier manera”.
Estos “buenos tipos” sean de derecha o de izquierda, creyentes o ateos, de Zimbabue o de Queens son en el fondo lo mismo. De ellos hay que huir, como si fueran la peste. Votar por ellos y llevarlos al poder nos hace cómplices de sus atrocidades.
Ciudadanos de Norteamérica, mírense en este espejo. De nuestros “buenos tipos” han huido casi 2 millones de personas y los que quedamos estamos al borde de la inanición.