La gran mayoría la tienen los Ninís

@Notidiahora

En los dos fines de semana anteriores presenté la visión que acrisolamos mis dos politólogas favoritas y este servidor en relación al año de la oposición y del chavismo. Hoy, con el auxilio del tercero en el orden al bate de mis expertos asesores, Domingo Icod, pondré a consideración de ustedes el balance y la perspectiva del pedazo del país que falta en ese análisis: los ninís.

por Clodovaldo Hernández

Empecemos por el principio: el sector que no es ni revolucionario ni antirrevolucionario, que no se ve o no actúa como chavista ni como opositor es el que está en alza en términos numéricos y también abstractos.}

Esto lo dicen numerosos sondeos de opinión, tanto de la modalidad de encuesta como de focus group. Pero Domingo se auxilia con la evidencia anecdótica, es decir, con sus propias percepciones de calle, de oficina, de automercado y de reunión familiar. Yo también.

Tanto los estudios científicos como las interacciones prosaicas revelan que el bando neutral (para llamarlo de algún modo) crece con una intensidad a la que deberían prestarle atención los jerarcas y estrategas, tanto los del bando gubernamental como los del sector de las oposiciones.

Para incentivar esa reflexión y debate, acá postularé algunas de las características del fenómeno que pudimos desentrañar.

No es nuevo, pero tiene una variante

Lo primero que se puede observar es que la conformación de un robusto bando niní no es nada nuevo. Ha existido siempre y en algunas oportunidades ha alcanzado un tamaño considerable dentro del gráfico de torta de las preferencias políticas.

Lo diferente de estos últimos tiempos es que al caudal de los indeterminados han comenzado a tributar varias corrientes derivadas del acontecer político interno, geopolítico y económico de los últimos años, matizando el asunto con unos detalles muy específicos.

“No sirve de nada abordar el tema niní con los mismos enfoques y las mismas herramientas que se utilizaron en tiempos del comandante Hugo Chávez o en los primeros años del presidente Nicolás Maduro”, dice Icod.

Esos enfoques y herramientas sirven solo para un segmento de los no polarizados: el de los indiferentes, abstencionistas natos, analfabetas políticos, escépticos filosóficos y otros especímenes que ocupan un espacio similar en cualquier sociedad, incluso en las más intensamente politizadas, como lo fue la nuestra durante los primeros años de la Revolución. Pero resultan insuficientes para analizar el comportamiento “neoniní” (valga el término), es decir, de los nuevos fragmentos de ese mismo espectro.

Sobrevivientes sin retorno

Durante los peores años de la guerra económica interna, los ataques a la moneda, la hiperinflación, los apagones, las medidas coercitivas unilaterales, el bloqueo y la pandemia (¡vaya colección de atrocidades las que hemos sufrido!) surgió un subgénero de ninís signados por el instinto de supervivencia.

Se trata de gente que dejó a un lado las ideas políticas y se empeñó en salvar su propia vida y la de sus familiares. Todos, en alguna medida, lo hicimos.

En esta etapa, el sector de “ni con uno ni con otro” se nutrió por igual de chavistas y opositores. Muchos chavistas abandonaron total o parcialmente sus responsabilidades como activistas sociales para ocuparse de sobrevivir en el entorno más hostil que les haya tocado.

Del mismo modo, una buena cantidad de militantes opositores, en especial luego del dantesco intento de subversión de 2017 (a cargo del ala pirómana guarimbera), decidieron marcar distancia de una dirigencia que postulaba la salida violenta y exigía de ellos mantener las “calles calientes”. Se dedicaron a lo suyo, rumiando su descontento, pero sin participar en acciones concretas o en protestas públicas. Hasta los cacerolazos, emblemas de la radicalización opositora, bajaron de volumen y terminaron por languidecer.

El combate individual (o individualista) ha tenido sus consecuencias para la base chavista, en el sentido de que muchos de los que asumieron esa vía no han querido regresar a sus tareas colectivas. Tras dejar el pellejo en una lucha literalmente a muerte, han preferido asumir la versión de los hechos según la cual cada uno se rescató por su propio esfuerzo y su propia heroicidad. El partido, el gobierno y los mecanismos de participación –según esa manera de ver la historia reciente- no funcionaron o fueron, más bien, causas de peores desgracias.

En cuanto a los opositores que se han sumado al neutralismo, es de suponer que muchos de ellos han sentido que sus antiguos dirigentes propiciaron las calamidades sufridas, con el agravante de que ellos mismos (los líderes) no solo no las sufrieron, sino que sacaron de ellas provecho personal y grupal. Tal convicción ha conducido a esa porción del antichavismo a desactivarse como militantes políticos para concentrarse en sus propios asuntos.

Podríamos etiquetar a este segmento como los pragmáticos: personas que han resuelto ocuparse de sus cuestiones prácticas, proyectos concretos, negocios productivos y olvidarse de sus motivaciones ideológicas. Un gran peligro para todos, dicho sea de paso, pero especialmente para el lado izquierdo.

La migración y su rebote

Una de las estrategias centrales del modelo de “cambio de régimen”, capitaneado por Estados Unidos y ejecutado (de una manera muy inepta, hay que acotarlo) por  el liderazgo opositor venezolano, fue incentivar la migración de miles de venezolanos hacia diversos países.

Pensaron que con el éxodo, el gobierno colapsaría. La propuesta se basaba en la premisa de que en otros países, los migrantes podrían comprobar que Venezuela, por tener un gobierno socialista, era el peor lugar posible.

Pero el planteamiento tenía muchas evidentes debilidades. Una de ellas era que, en realidad, en esos países no estaban esperando a los venezolanos con trabajo bien remunerado, casa y servicios eficientes de salud y educación, como muchos habían creído. Por el contrario, en varias de las naciones fueron mal recibidos, explotados sin misericordia, discriminados y sometidos a actos de xenofobia desconocidos para nosotros y contrarios a nuestro gentilicio.

Una buena parte de las personas que se fueron (y de sus parientes que se mantuvieron en el país) asimilaron esta enseñanza: ni los países gobernados por la derecha eran paraísos ni los dirigentes opositores, transmutados luego en “gobierno interino”, estaban realmente interesados en ayudar a los migrantes. Consecuencia de ello: desencanto con la proclamada alternativa política y, por tanto, apatía y abulia.

Claro que del lado chavista también hubo muchos migrantes. Los que se han quedado fuera están, naturalmente, inactivos. Pero otros que han regresado también han optado por el repliegue político. En algunos casos eso se debe a los traumas sufridos al formar parte de la ola migratoria. En otros tiene que ver con la actitud cuestionadora de los que se quedaron “aguantando la pela” y ahora los ven con desconfianza y recelo, como gente poco sólida.

Los emprendedores convertidos

Habría que hacer un estudio detallado para tener datos precisos, pero una parte de los nuevos integrantes del espectro niní está formada por personas (tanto chavistas como opositoras) que asumieron la vía de la emprendeduría durante los tiempos de la guerra económica y la pandemia y ahora no quieren regresar ni a los empleos muy mal remunerados del sector público ni a los de las empresas tradicionales, a pesar de que tienen salarios un poco mejores.

Esa postura, concordante con lo que ocurre en todo el mundo (es parte del nuevo modelo de explotación del trabajo, que es básicamente autoexplotación) en el caso de Venezuela tiene un correlato específico en lo político: quienes han sido cooptados por estas nuevas modalidades económicas ven reforzada su visión individualista y no se interesan demasiado por los asuntos de la política, que  son los comunes.

Desde luego, esto es especialmente preocupante para el bando revolucionario, pues tal indiferencia por lo colectivo es la antítesis del modelo socialista. En cambio, es coherente con las posturas de la derecha. Sin embargo, en el escenario cotidiano, el efecto es negativo para ambos bloques, pues anula el activismo político, tan necesario especialmente en tiempos electorales.

El peso de la corrupción

Otro factor que influye notablemente en la desafección política de sectores que antes militaban en el lado chavista o en el opositor es la corrupción.

Los delitos contra el patrimonio público, para decirlo con una frase de estos tiempos, se han hecho virales, con una peculiaridad: no son exclusivos de quienes ejercen el gobierno constitucional, sino que, mediante la ficción del interinato, se extendieron al lado opositor, en forma por demás grotesca.

Esta proliferación de actos de corrupción ha hecho que muchos dirigentes medios y militantes, tanto del chavismo como del antichavismo, opten por ponerse al margen del juego político para no cohonestar tales conductas.

En el campo chavista han tenido notable influencia negativa los grandes casos de corrupción, que han implicado a figuras de primer nivel en la historia revolucionaria, entre los que destaca el del exministro de Petróleo y expresidente de Pdvsa Rafael Ramírez, ahora prófugo de la justicia. Sin embargo, tanto como esos casos han tenido peso los de funcionarios de menor jerarquía y proyección, pero que han protagonizado obscenos enriquecimientos, mientras la dirigencia honesta y la militancia sufrían lo peor de la crisis.

En el lado opositor ocurre algo parecido. Los antichavistas comunes han sufrido las consecuencias de la guerra económica, las medidas coercitivas, el bloqueo, el éxodo y los intentos de salida violenta, mientras las cúpulas de los partidos opositores se han valido de todo eso para apoderarse desvergonzadamente de descomunales riquezas del Estado. En respuesta a ello, una porción de la militancia ha decidido automarginarse y no desempeñar más el rol de tontos útiles.

No se puede desestimar que algunos personajes (de ambos lados de la famosa talanquera) también han ido a parar a la gama neutral porque han pretendido participar de los festines de los corruptos, pero han sido excluidos. Son los niní por resentimiento o, para expresarlo más gráficamente, por puro despecho. De todo hay en la viña del señor.

No pueden faltar los oportunistas

Para tener un panorama amplio del bloque no alineado de la política nacional hay que incluir a los oportunistas, es decir, a los que se están acercando a las posturas niní por conveniencia marketinera, porque saben que es el sector en crecimiento y al afiliarse pueden sacar provecho político o económico.

Con este enfoque han surgido varios movimientos políticos y pretendidos líderes que procuran adueñarse del centro, algo que, por cierto, no es tan simple.

Más allá de las pretensiones de algunos políticos y partidos, hay un segmento de personas del común que también han resuelto ubicarse en el bando niní para capitalizar oportunidades y para entenderse con uno y otro polo sin las controversias desgastantes que ello ha significado en tiempos pretéritos.

La conducta niní oportunista se ha notado mucho en comerciantes y prestadores de servicios que antes mostraban abiertamente sus posturas políticas (a favor o en contra del gobierno), pero han entendido que obtienen mejores beneficios si se abstienen de esas manifestaciones y tratan de entenderse con todos.

Estos niní oportunistas, según Icod, pueden considerarse falsos niní porque a la hora de las definiciones se inclinarán sin dudas por su nicho político original.

La mayor preocupación: los obstinados

En la enumeración de las subcategorías de ninís, tal vez la que debería causar mayor preocupación sea la de los que han llegado a tal grado de ofuscación y cansancio que ya no quieren ser militantes ni simpatizantes del sector con el que han sido afines, pero tampoco desean cambiarse de bando.

Son los que ya están obstinados “de la política”, una postura que históricamente ha sido la tierra fértil para la germinación y el florecimiento del fascismo.

El aumento de esta tendencia es especialmente angustiante para el sector revolucionario, si se considera que un clima similar existía en el país en los últimos años de la democracia puntofijista, cuando los análisis sociológicos apuntaban al fenómeno de la anomia. Ese infortunado ambiente se superó gracias al proceso constituyente de 1999 y al liderazgo del comandante Hugo Chávez, que trajeron consigo la participación de amplios sectores en la controversia ideológica.

Como conclusión, Domingo y quien escribe expresamos que si en algún tema deberían invertir tiempo y energía mental los dirigentes políticos nacionales durante 2023 es en el de los ninís, con toda su complejidad y variedad.  Ojalá esté en sus agendas.

Por lo pronto, solo resta desearles a todas y todos, integrantes de los segmentos chavista, opositor y niní (incluyendo los subgéneros indiferentes, pragmáticos, oportunistas y obstinados) un 2023 con salud, paz, trabajo digno, solidaridad y caminos abiertos hacia la prosperidad.

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