Que una acción política, incluida las de naturaleza violenta, fracase en el momento en que se realiza, no significa que no tenga efectos inmediatos, favorables o no, ni que no los pueda tener a largo plazo.
El intento de Leopoldo López y Juan Guaidó el 30 de abril pasado pareció y sigue pareciendo una tentativa bufa, sin real planificación, sin posibilidades de éxito y justificativa de una serie de acciones represivas contra diputados, dirigentes y partidos, que debilitan grandemente a la Asamblea Nacional (AN), organismo ya muy debilitado por el famoso e inconstitucional desacato a que ha sido sometido. Las declaraciones de Guaidó y de altos funcionarios estadounidenses así lo ratifican; hubo fallas muy graves. Los señalados serían efectos negativos inmediatos de la insurgencia, lo que no niega que a largo plazo pudiera este hecho incidir positivamente a favor de sus planificadores.
El golpe de Chávez y su movimiento militar el 4 de febrero de 1992 fue un rotundo fracaso. Los golpistas (no eran sino eso) no obtuvieron el apoyo militar que quisieron desencadenar, ni tampoco el apoyo de un pueblo que estuvo casi totalmente al margen de aquellos acontecimientos. Otro tanto ocurrió con la continuación de las acciones golpistas el 27 de noviembre de ese mismo año. No se trató de una «gesta cívico militar heroica», ni de una insurrección popular respaldada por militares revolucionarios; eso sólo está en la imaginación trasnochada de algunos o en la demagogia de la cúpula gobernante, que desde Chávez quiso hacer de un fracaso en todos los sentidos: militar y político, una hazaña libertaria que nunca existió. Fue un burdo y patético golpe de Estado, que nunca puso en peligro al régimen de Carlos Andrés Pérez.
Sin embargo, el líder de aquel golpe fallido terminó siendo el candidato presidencial victorioso 6 años después, por lo que se pudiera decir que en el largo plazo el golpe tuvo un efecto que favoreció a los golpistas. No fue empero una línea causal directa de la victoria electoral de Chávez. De hecho, en los inicios de la campaña electoral de 1998, la popularidad de Chávez estaba en el 2 por ciento del electorado e Irene Sáez, exitosa exalcalde de Chacao, quien no había dado ningún golpe, tenía casi un 30 por ciento de respaldo popular. Por lo que podríamos decir que la influencia del alzamiento en el voto del electorado «no es de escopeta pun», para utilizar un dicho popular. Pero bien podríamos considerar la posibilidad de un efecto positivo a más largo plazo, de la intentona golpista para Voluntad Popular, Leopoldo López y Juan Guaidó.
Pero hasta ahora no parece haber nada importantemente positivo en los hechos que narramos. Todo lo contrario. Han sido apresados varios diputados, entre ellos el primer vicepresidente de la AN; son perseguidos otros, algunos se han refugiado en embajadas, por lo que el Poder Legislativo venezolano, asiento de la oposición hasta ahora mayoritaria, ha quedado más debilitado y con su dirección muy golpeada. Pero el efecto negativo más importante es el que ha sido reseñado por medios estadounidenses, que dejan entrever una diferencia sustancial entre Trump y sus funcionarios en el enfrentamiento de la situación. Pareciera que el Presidente se siente engañado por los comisionados en quienes delegó la planificación de las acciones contra Maduro. Pareciera también, por informaciones diversas de distinto origen, que esos funcionarios expertos fueron engañados por quienes en Venezuela tenían que hacer su tarea.
Un observador a quien no conozco, al parecer dijo, según me refirió mi amigo Enrique Ochoa Antich, que el problema surgió por falta de comunicación entre los venezolanos opositores y sus jefes gringos. Estos últimos no han vivido lo suficiente en Venezuela para entender qué significa cuando un venezolano dice «eso está listo». Seguramente preguntaban si había apoyo militar para el golpe y obtenían como respuesta: «eso está listo». Cuando inquirían si habría el necesario apoyo popular, les respondían: «eso está listo». Con esta información decidieron «darle play», como también se dice en Venezuela. Una última información muy asombrosa es que el SEBIN tenía infiltrado a los golpistas y permitieron hasta reuniones con militares leales al gobierno de Maduro, para darles la impresión de que todo iba sobre ruedas.
En todo caso, lo ocurrido y la respuesta del gobierno constituyen un escalamiento violento del proceso de enfrentamientos políticos, lo que puede lamentablemente llevar a una muy peligrosa profundización de la violencia.
Luis Fuenmayor Toro