En lo que va de 2020 hemos sido testigos de la mayor crisis social de la historia de nuestro país. La destrucción económica (hiperinflación, empobrecimiento, desempleo, falta de gasolina), la deteriorada calidad de vida de los venezolanos (falta de alimentos, medicamentos, inseguridad, colapso de los servicios públicos básicos como luz y agua), la migración y la injusticia política son solo algunos de los problemas a los cuales nos enfrentamos en nuestro día a día.
De allí que los datos estadísticos más recientes (enero 2020) revelados por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) describan que la tasa de suicidios nunca antes había alcanzado niveles tan altos como en la actualidad. Ubicando la cifra entre 9 y 10 de cada 100.000 habitantes, convirtiéndose así en un fenómeno social.
El acto de quitarse deliberadamente la propia vida es la decisión más oscura, temida e inexplicable para los seres humanos. La creencia común es que solo el suicidio podría detener el intenso dolor emocional. Y es que actualmente, producto del confinamiento prolongado, muchos están sumergidos en el vacío de ese dolor; unos con los suficientes recursos emocionales para salir de esa situación, saldrán fortalecidos, otros no correrán con la misma suerte.
No todas las personas somos susceptibles a cometer un acto suicida, la probabilidad de hacerlo o no va a depender de nuestra salud mental, es decir, nuestra estructura de personalidad, el equilibrio emocional y la capacidad de afrontamiento que tengamos ante situaciones adversas.
Existen dos grandes causales de suicidios. Uno, las enfermedades orgánicas y psicológicas prexistentes y no tratadas (por ejemplo: epilepsias, trastornos de personalidad, esquizofrenia, depresión mayor); y el segundo, los estresores psicosociales (abuso de drogas o alcohol, enfermedades graves, desempleo, problemas financieros, problema país etc).
Pareciera ser una lista grande de conflictos y estresores psicosociales para un solo país y un reto enorme para cada ciudadano superarlos. No obstante, esta situación que se agudiza con el confinamiento de casi dos meses, obliga a los trabajadores de la salud mental a prevenirla, a generar acciones que acompañen a sus ciudadanos en este período de crisis.
Algunas señales que pueden mostrar las personas ante un intento de suicidio son: hablar o escribir acerca de marcharse, pueden haber cambios repentinos en su comportamiento, dificultad para pensar con claridad, impulsividad, alejarse de su entorno, pérdida de interés en actividades que solía disfrutar.
Es común que las personas que están en riesgo de conductas suicidas no busquen tratamiento, sobre todo porque creen que nada los ayudará. Sin embargo, hoy más que en cualquier otra época el ciudadano común cuenta con herramientas informativas y tecnológicas para ayudar a una persona que esté sufriendo de ideación suicida o que haya tenido un intento fallido. Y es que además cada suicidio o intento de suicidio también impactará gravemente a sus seres cercanos.
Algunas de las recomendaciones para hacer frente a esta situación y poder ayudar a la persona que sufre son:
- No deje sola a la persona.
- Escuche atentamente y descubra lo que siente y piensa la persona afectada.
- Reduzca el acceso a los plaguicidas que se utilizan para la intoxicación voluntaria.
- Mantenga bajo resguardo medicamentos, bebidas alcohólicas y armas de fuego.
- Nunca ignore una amenaza, pensamiento o intento de suicidio.
- Si usted es amigo, familiar o conoce a alguien que cree pueda atentar contra su vida, busque ayuda.
Es importante en estos momentos aumentar la sensibilidad de la sociedad ante ese tema, porque se nos hace imperativo acudir a la prevención del mismo.
Karina Monsalve es psicólogo clínico del Centro Médico Docente de la Trinidad. IG: @psic.ka.monsalve. TW: @karinakarinammq