El caos se profundiza en Venezuela. Se avizora un panorama cada vez más grave. La inseguridad nos desborda a todos. La crisis de desabastecimiento de los productos de la cesta básica se convierte en insostenible.
Ya comienzan a verse algunos signos de desbordamiento social. Los servicios públicos colapsan. Uno de ellos, el transporte público, se torna en una verdadera calamidad. El pueblo se obstina, se amarga, se frustra; al ver que su situación termina siendo una especie de teatro del absurdo. Ya sabemos cómo llegamos aquí. Todos sabemos, aunque algunos se resistan a admitirlo públicamente, queeste gobierno ha desperdiciado una hermosa oportunidad de construir esa patria de progreso que sólo existe en sus discursos. Han, literalmente, destruido el aparato productivo del país en nombre de un socialismo que ni siquiera es tal, porque alrededor del mundo vemos experiencias socialistas democráticas que no llegan a cometer estas barbaridades.
Pero más allá de toda esa descripción de lo que pasa, me hago algunas preguntas ¿Es que el gobierno no entiende que está afectando a toda la población, especialmente a los sectores más empobrecidos que sufren la crisis durante todos los segundos de las veinticuatro horas de cada uno de sus días? ¿Es que este irresponsable régimen nunca va a tomar alguna medida para afrontar en sus orígenes, estructuralmente, en sus causas y no en sus consecuencias; la gravísima situación a la que nos ha conducido? ¿Será verdad que la decisión del régimen es no decidir ni hacer nada para esperar el colapso, que la gente se desespere y salga a la calle y entonces asuman una actitud más autoritaria y no lleguemos al seis de diciembre? Yo no puedo creer que haya tanta perversidad en una gestión gubernamental que ha dicho que su compromiso es llevar al pueblo a la máxima suma de felicidad posible.
Se equivoca quien piensa que los países llegan a tocar fondo. Siempre se puede estar peor. Y vamos en ese camino hacia ese peor estadio que se puede hacer infinito. Por eso es urgente el llamado al señor Nicolás Maduro y a la gente que lo acompaña en este intento de acabar con un país. Ese llamado se traduce en varios puntos: 1. Asuman con valentía y responsabilidad que se han equivocado en el manejo político, económico y social de nuestra patria. 2. Siéntense a conversar con Venezuela. Conversen con la oposición democrática, con todos los partidos políticos, con los representantes de los trabajadores de todas las tendencias, con los sectores empresariales y las organizaciones que los agrupan, con las federaciones de gremios profesionales, con los medios de comunicación, con los estudiantes, con las organizaciones comunitarias. ¡Carajo inicien un verdadero diálogo nacional! ¡Entiendan que sus actuaciones están dañando a todo un país! 3. Rescaten la sana negociación tripartita, gobierno, trabajadores y empresarios para tomar medidas conjuntas que permitan reactivar la economía, dinamizar el aparato productivo, rescatar la confianza y las inversiones nacionales e internacionales, que nos permitan producir en Venezuela lo que consumimos. Activar la producción y el empleo son asuntos claves. 4. Tomen las medidas económicas que saben que deben tomar. Unifiquen el cambio. Disminuyan los excesivos controles que sólo han servido para la desinversión y la corrupción. 5. Preparen simultáneamente diversas medidas sociales que compensen a los sectores más vulnerables que, tarde o temprano, se las van a ver peor al inicio de los ajustes que deben hacerse en la nación. 6. Permitan que el proceso electoral del 6 de diciembre sea el escenario a través del cual se diriman las controversias que se viven en Venezuela, que el pueblo decida cuál es el rumbo que debe seguir. Prepárense para un cambio democrático. Nada es eterno y ustedes tuvieron una extraordinaria oportunidad que perdieron. Sepan que aunque intenten aferrarse patológicamente al poder,hay un pueblo que decidió cambiar y nadie lo va a detener en su esfuerzo por darse una patria mucho mejor que la que tenemos. Si creen en el pueblo, respeten la decisión del pueblo.