A mediados de los años 50 del pasado siglo XX, tres grandes venezolanos, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, se pusieron de acuerdo para construir un modelo de país democrático.
Para alcanzar este objetivo cada uno depuso actitudes, apetencias o aspiraciones en pro de un pacto común, firmado en la casa de Rafael Caldera, llamada Puntofijo, ubicada en la ciudad de Caracas, en el sector de Sabana Grande.
A través del conocido Pacto de Punto Fijo, acuerdo de gobernabilidad entre los partidos políticos venezolanos AD, Copei y URD, firmado el 31 de octubre de 1958, esos tres estadistas establecieron las bases de un país en desarrollo en todas sus áreas: educativa, salud, infraestructura, petrolera y desarrollo de las empresas básicas; por supuesto con errores, humanos al fin, pero con el firme propósito de lograr la alternabilidad democrática, crear instituciones sólidas y la sostenibilidad de la recién instaurada democracia, mediante la participación equitativa de todos los partidos.
Mediante este pacto social, firmado por los diputados de entonces, en el año 1961, permitió el desarrollo de Venezuela, hasta que se distrajo el proyecto y comenzó entonces la decadencia de un acuerdo que duró cerca de 40 años.
De este modelo de país, presentado por esos tres líderes democráticos, llegamos a ver ahora el desacuerdo de múltiples pigmeos de la política y de la politiquería, de lo electrorero, hombres y mujeres que se debaten simplemente voy a ser yo, porque lamentablemente el yoismo es la ideología que los caracteriza, donde cada uno busca ser candidato presidencial para satisfacer su ego o vanidad personal; incluso, si se le pregunta por la ideología de su modelo político no saben si son de izquierda o de derecha, si son socialdemócratas, socialcristianos o del centro, simplemente son militantes de la mirada pequeña y del odio permanente para todos sus congéneres.
Así es imposible construir la unidad o un proyecto de país, donde podamos ponernos de acuerdo sobre los verdaderos temas del Estado, como la educación, la salud, los servicios, la cultura, el deporte y la dignificación de la persona humana para lograr el bien común; es decir, ir en la búsqueda de la perfectibilidad de la sociedad civil, establecer estrategias recuperar la industria petrolera para salir de ser solamente exportadores de petróleo y convertirnos en un Estado con una fuerza petrolera y petroquímica que nos alcance unos 100 años más para poder así recuperar las empresas básicas, aprovechar las grandes reservas naturales, diversificar la economía, la producción porcina, avícola, bovina, frutícola, tabacalera cafetalera y cacaotera, además de las grandes potencialidades en materia turística.
Preocupa profundamente que no podamos ponernos de acuerdo, allanando el camino al continuismo, al centralismo, no solamente por la falta de acuerdos entre nosotros, sino por la inexistencia de un proyecto y de un discurso.
Vemos como el gobierno tiene claro sus objetivos y con el programa 1 x 10 iniciaron la campaña electoral y así pareciera que va a ser complicado en el 2024, acudiendo a las urnas electorales nuevamente en tres toletes, con tres candidatos la oposición, uno por el G4, otro por partidos que se dicen de centro y por otro por la Alianza Democrática.
Lamentablemente, si no se deponen estas actitudes fácilmente, con una minoría consolida, será reelecto el presidente Nicolás Maduro, que además ha copiado el discurso la oposición, pues el gobierno habla de la apertura petrolera, de la reprivatización del sistema de telecomunicaciones y de otras industrias, aunque no les guste utilizar ese término; asimismo, asoman la posibilidad solicitar empréstitos internacionales, como en el Fondo Monetario Internacional, bajo la excusa que tanto Rusia como China ya han acudido a este organismo para lograr salir adelante, así como a la CAF, indicado que tiene recursos y dinero para otorgar a Venezuela y permitir la mejora de su infraestructura eléctrica.
Cuando eso ocurra estaremos en presencia de la Madurotroika, que conducirá a tener en Venezuela una especie de efecto mexicano, como pasó en este país centroamericano cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI), un partido corporativista que aglutinaba las fuerzas principales del país, que gobernó por más de 70 años.
Quizás para que salga un partido como Acción Nacional (PAN) mexicano en Venezuela tendrán que pasar entonces 40 o 50 años, como sucedió en ese país, para poder convertirnos opositores en una verdadera opción de poder, pero con el agravante, que va más allá de haberse convertido el chavismo en un fenómeno político, es un fenómeno sociológico parecido al peronismo y ahora dentro del chavismo múltiples tendencias. Preguntémonos, ¿Cuántos años gobernó el peronismo en Argentina?.
El llamado tiene que ser a la humildad, a la sensatez, a la inteligencia. Sería extraordinario que en Venezuela nos pasará lo que no les gusta a los dueños de circo; es decir, que nos crezcan los enanos.