Pese a que un chavista por naturaleza como Henry Falcón o algunos “caperucitos rojos” de la oposición se empeñen -arteramente, como si el venezolano fuese pendejo- en reconocerle ciertas gracias a Hugo Chávez, lo cierto, lo comprobable, lo padecido, es que nos encontramos ante el peor traidor que ha engendrado nuestra historia.
No hay otro, Chávez ha sido el peor traidor de todos los traidores, su delirio y su cinismo dejaron a Venezuela en pantaletas.
Sí, en pantaletas.
La cabeza de Chávez es un basurero
Es una obligación ética e histórica, no sólo política, denunciarlo. Todos debemos hacerlo sin ambigüedad ni oportunismos electorales. Si no lo hacemos, Venezuela, esa bella palabra que representa no sólo un país sino una dignidad y un valor, jamás podrá recuperarse.
Chávez arrasó a la nación, nos convirtió en pordioseros. Todo lo convirtió en ruina. Nada se salvó, nada es rescatable. Como bien señaló el escritor mexicano Carlos Fuentes: “La cabeza de Chávez es un basurero”.
Y basurero… su tránsito histórico por nuestra política.
Una larga cola de humillados
Si no nos atrevemos a señalarlo, a denunciarlo, a probarlo y a combatirlo, las generaciones futuras vinculadas con el quehacer político buscarán “soluciones” en el basurero histórico que ha causado la peste chavista y jamás de los jamases sentaremos las bases del desarrollo o del progreso. Seremos una sociedad de mendigos de comida, de medicinas, de justicia, de libertad, de todo.
Una larga cola de humillados y ultrajados poblará nuestra historia.
No sé -ni me importa- si al pueblo chavista le caiga bien la sonoridad de mis frases, ya no hay espacio intelectual para miramientos, tienen que saberlo y asumirlo, ya no hay beneficio a ninguna duda, la revuelta socialista nos ha dejado despojados, estamos moral y materialmente desnudos.
¿O alguien puede en sano juicio decir que está mejor que hace veinte años? Sólo enchufados y boliburgueses, sólo ellos.
Las pruebas de nuestra devastación saltan a la vista, no son mis argumentos ni los de tantos otros que día a día reclaman lo que estamos padeciendo, es una realidad cruda, penosa, irritante.
Tú realidad, mi realidad, nuestra realidad.
Muriendo en el orgasmo
El deliro chavista, su perfidia moral, la tergiversación ideológica que amalgamó lo peor del socialismo con lo peor del capitalismo (la acumulación de grandes capitales en pocas y perversas manos), su cinismo, la corrupción expandida a todos los sectores sociales y políticos, y su demagogia no sólo traicionaron nuestro gentilicio, nos arrasaron.
Somos la prueba patente que demuestra que si el espíritu de una nación es una pocilga, su realidad también lo será tarde o temprano.
Hugo Chávez -ni hablar de Maduro que es su cenit, su culminación mejor lograda- destrozó el aparato productivo del país; estrangulo el emprendimiento y la creatividad (patria socialista o muerte, pues muerte); incendió Petróleos de Venezuela (PDVSA) hasta la ceniza; descuartizo la democracia; encarceló la justicia; decapitó la libertad; y como si nada de lo anterior fuera suficiente, le ofreció -como premio- nuestro país y un continente a la dictadura cubana.
Todo esto con la mano en la cintura, sonriente, cínico, vanagloriando su peste “revolucionaria”. Masturbándose frente al espejo.
Muriendo en el orgasmo.
Los regalos del Sátrapa
Hugo Chávez, el gran felón, no sólo le regaló nuestras riquezas a los vividores de la dictadura más longeva de Latinoamérica (la cubana) también concedió jugosas limosnas a sus cómplices -socialistas- bolivianos, argentinos, uruguayos, nicaragüenses o brasileños.
El peor despojo y latrocinio de todos nuestros tiempos. Ahora aquellas naciones son las acaudaladas y nosotros, los venezolanos, los mendigos.
Recursos inauditos que podrían haber significado cientos de hospitales, miles de escuelas, millones de viviendas o una fastuosa infraestructura de primer mundo (autopistas, puentes, sistema eléctrico, etcétera), para beneficio del pueblo venezolano.
No sólo obsequió nuestro presente e hipotecó nuestro futuro a los chinos, además regaló nuestro pasado territorial a los gringos -sí, a los gringos, recordemos que le regaló una isla a George W. Bush-, a los brasileños, a los colombianos y a los guyaneses.
Dejó, insisto, a Venezuela -desnutrida y esquelética: escuálida- en pantaletas.
Todo lo que pudo ser, todo lo que debimos ser, es una nostalgia, un tristeza hincada en nuestro espíritu.
Como Saturno, se devora a sus hijos
Desde 1830, las armas de Venezuela sólo han sido usadas para asesinar a venezolanos. Paradójicamente, en tan sólo dos ocasiones fueron empleadas contra ejércitos extranjeros: contra la invasión cubana -y comunista- de Fidel Castro en Machurucuto y contra la guerrilla colombiana -y comunista- de las FARC.
Digo paradójicamente porque ambas fuerzas comunistas hoy, sin derramamiento de sangre y por obra de la traición de Hugo Chávez, son dueñas del país. Nos dominan y nos controlan, nuestro territorio -y nuestra política- es de ellos.
Como Saturno, los déspotas de Venezuela -y en eso Chávez fue uno de los más inclementes- sólo han asesinado, sólo se han devorado a sus hijos (venezolanos).
Y mientras esta traición ocurre, nuestro país es invadido y tomado por cuanta fuerza extranjera lo dispone.
Hasta Guyana…
La única alianza perfecta
Hemos dicho hasta la saciedad que una autocracia se combate con movilización y presión social, no sólo con votos. Las elecciones son extraordinarios momentos de movilización política que hay que asumir, pero sin presión social, sin arrostre y calle no son suficientes.
La abstención, a menos que sea movilizada, es suicida. Hay que votar, hay que movilizarse, esa es la única alianza perfecta (no acobardarse como alguno hizo).
El chavismo sólo ha sido derrotado y ha reculado cuando la sociedad se ha movilizado para reivindicar sus derechos. Venezuela podrá haber quedado en pantaletas después del despojo chavista, pero no ha perdido su dignidad y luchará contra lo que sea por reivindicar su presente, su pasado y su futuro.
Su reserva moral está intacta: eres tú, y no estás en pantaletas, nunca lo estarás. Saca tu brío y grita: ¡muera la opresión!, se fiel y únete a los que luchan, la fuerza está en la unión. Y que el vil egoísmo -que dejó en pantaletas la gloria de un pueblo- muera de pavor. Sí, que muera de pavor.
El futuro no está ni estará hipotecado, el futuro está en ti y en mí, no lo olvides.
Llegó nuestro tiempo.
@tovarr