Francisco Olivares: El Reino de los Pranes

Lo ocurrido con los desaparecidos en Tumeremo dibuja el deterioro ético, moral y el proceso destructivo en el que ha caído el país después de 17 años de populismo autocrático, por no utilizar el término «socialismo» que ya pasa a ser un concepto que no identifica el desastre del sistema político y económico que impusieron en Venezuela Hugo Chávez y sus herederos.

Ese territorio al sur de Venezuela hace tiempo dejó de ser parte de la República que conocimos hasta 1998 para convertirse en un territorio que alberga en sus espacios a grupos criminales y a bandas armadas, cuyas cabezas parecen ser seres intocables, misteriosos, con inmenso poder y sugestivos alias como «El Topo» a quien identifican como el jefe de una de las bandas de la zona, responsable de la desaparición de los 28 mineros de Tumeremo.

El personaje recuerda a figuras míticas como Pablo Escobar Gaviria en Medellín, o «el Chapo Guzmán», capo de Sinaloa, con la diferencia de que en Venezuela estos capos, aquí llamados pranes, pueden  usar prendas militares y camuflar sus operaciones a plena luz del día. También utilizan armas de alta potencia, instalan alcabalas en calles y carreteras, aplican su ley sobre los ciudadanos del territorio que dominan, hasta con sentencias de muerte como se presume sea el caso de lo ocurrido a los mineros de Tumeremo.

Todo ello se produce con complicidades igualmente misteriosas de funcionarios de cuerpos de seguridad que los encubren y al parecer comparten los mismos beneficios, según se infiere de los testimonios aportados por los sobrevivientes a los medios de la región.

Los testimonios de los sobrevivientes  recogidos por los reporteros indican que «El Topo» se desplaza libremente con numerosos escoltas  por esas carreteras en una camioneta 4Runner blanca y que su propósito en esa mina era «hacer una limpieza general».

Pero en este territorio el fin del negocio no es la droga, sino el oro, el diamante y el coltal y posiblemente otros asuntos como el tránsito de todo tipo de materiales, como la cabilla,  que salen de esa región hacia el exterior.

Si allí se tiene a «El Topo» sus similares han operado en otros territorios como «El Picure» en Aragua, los pranes de la Cota 905, el  famoso «Conejo» cuyo reino armado dominó desde la penitenciaría de Nueva Esparta, y a raíz de su muerte, sus seguidores conmemoraron su despedida con disparos de fusil desde la misma cárcel que había sido la sede de su reinado.

Y así, numerosos personajes que, salen y entran de las cárceles, manejan todo tipo de negocios ilegales como el tráfico de armas y drogas, se promocionan en las redes sociales, y difícilmente son detenidos y sentenciados por los tribunales, forman parte de una casta especial de capos que gobiernan una parte del  territorio en el que se ubica una república subterránea dominada por el crimen organizado.

Twitter:  @folivares10