El valor más grande de los seres humanos es, mediante la tolerancia y la razón, llevar la vida sin agresiones, resolviendo las diferencias por las vías pacíficas. La diplomacia para la paz, la convivencia en el respeto.
De cara a las sangrientas mortandades producidas en la historia humana y la experiencia reciente de los países en largas guerras del Oriente Medio, lo que ha ocurrido por años aquí mismo, cerca de nosotros, en Colombia, nos da idea del daño y las secuelas que deja por generaciones la destrucción y el intento de resolver diferencias por la fuerza.
Recientemente circulaba una entrevista del Dr. Uslar Pietri, donde destacaba los costos en vidas humanas y en dolor de la guerra de Independencia y de la guerra Federal, solo para señalar dos eventos que hacen diferente nuestra raigambre con el alto contenido de guerreros “Caribes” en la sangre de los venezolanos, de todas nuestra geografía y posición o religión.
Las diferencias del presente en nuestro país, requieren enmarcarse para su solución en términos de sentido común, de vida, de constitución, de leyes, no de destrucción. Aplicación urgente y plena de la ley electoral para que se confirme, con actas y auditorías inobjetables, el triunfo que asignó el CNE al Presidente Maduro.
Es importante la mediación de buena fe que ofrecen gobiernos sensatos como el caso de López Obrador, Lula y Petro. No pueden solucionarse desencuentros ni contradicciones con negación ni aniquilación del otro. La recurrencia a intervenciones externas no es marca de Venezuela, algunos pretenden justificarse de una manera desfasada e ilógica.
Es entre venezolanos que hemos de resolver diferencias y necesariamente de manera pacífica, conviviendo en las diferencias hasta lograr la paz. El camino de traer para Venezuela los métodos ensayados en otros países no tiene sentido.
La violencia que lleva implícita la conducta de los extremistas, es un salto al vacío sin posibilidades ni alternativas para solucionar los problemas que padece nuestra gente.
Estamos obligados a la paz, estamos obligados al encuentro, a ganar y mantener la hegemonía, eso solo se mantiene con el afecto mayoritario de nuestro pueblo. En las actuales circunstancias, necesitamos espacios de encuentro.
Es cierto, que tenemos una situación compleja para nuestra gente, que las condiciones de vida se han afectado por muchas razones, tal vez una importante y que no podemos ignorar y que no deben ignorar quienes se oponen a nosotros, y es este absurdo y torpe bloqueo que se han impuesto, como una manera de lograr cambiar el gobierno y una forma para controlar el país.
Nosotros, como gobierno, debemos trabajar muy duro para enrumbar la nación, para reactivar nuestra economía, para corregir los errores, y para relanzar las ideas de la patria libre, soberana, buena para todos sus hijos.
Dentro del partido avanzar en la democratizado y eficacia de la estructura, en hacerla más horizontal y participativa. Es desde allí que debe salir la primera evaluación de lo que ocurrió el 28 de julio pasado, de discusiones y debates constructivos y respetuosos.
En el gobierno estamos obligados a revisarnos y cambiar profundamente, en el discurso y en la práctica hacia el compromiso que tenemos con nuestra gente que padece dentro del país y la que emigra. El deber de esforzarnos para que el pueblo nuestro sienta y compruebe en su vida diaria cambios necesarios para mejores condiciones; el deber de alcanzar logros en todas las áreas: en lo espiritual, en lo material, en lo personal y en lo familiar.
A encontrar el camino para la solución de diferencias en el respeto a los principios esenciales de la nación venezolana, sin intervencionismos. Todos estamos obligados para ganar la paz. La paz que nace de la verdad, del respeto a las normas legales, al pueblo que es en su expresión de voluntad la razón de ser del Estado y del Gobierno.FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS
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