Hay que precisar: nadie afirma aquí que la historia se repite. Lo que único que se repite, y siempre, es la increíble imbecilidad humana, madre de todas las taras ideológicas de la historia.
Si no estaba escrito, estaba programado. No terminaban de aparecer las noticias sobre el ataque perpetrado por los yihadistas de París (13-N) y ya la inefable Marine Le Pen -secundada por los neo-populistas de “Alternativa para Alemania”, los neo-nazis de Pegida, los gobernantes integristas católicos de Hungría y Polonia, el “liberal” islamofóbico holandés Wilders y otras linduras similares- dejaba caer el peso de la culpa sobre las familias de emigrantes que llegan a Europa. Es decir, justo sobre aquellos que huyen de las matanzas perpetradas por los yihadistas en Irak y Siria. Las turbas ya han sido desatadas. En Alemania y Austria son quemadas casas de refugiados, día a día.
No es necesario ser muy inteligente para darse cuenta que uno de los objetivos de los yihadistas es sembrar el terror en la población europea y preparar el camino para que los neo-nazis ataquen a la población extranjera e incentivar así el odio de los jóvenes musulmanes en contra de Europa.
No deja de ser sintomático que los publicistas del neofascismo casi nunca nombran al ISIS en sus alocuciones. Efectivamente, sin nombrar al ISIS los emigrantes aparecen como ellos quieren que sean: una invasión musulmana que viene a “imponernos” sus costumbres bárbaras y a matar a “nuestros” jóvenes.
Hay efectivamente una relación objetiva entre el yihadismo del ISIS y los diversos movimientos y gobiernos neo-fascistas europeos. En la expansión del terror y en la propagación del miedo no se diferencian mucho entre sí. En su odio a Europa y a la política como forma de comunicación democrática, tampoco.
Que conste: No usamos el término neo-fascismo como insulto, sino como categoría política. En ese sentido los fascistas de hoy no se diferencian demasiado de sus antecesores del siglo pasado. Lo único que ha cambiado son sus “objetos” de agresión. Por de pronto, ambos se sirven de hechos reales para luego estigmatizar a sus respectivos “chivos expiatorios” (Girard).
Así como en el siglo XX fue cierto que hubo un tratado de Versalles que lesionaba a los intereses alemanes, una crisis económica y un peligro de invasión por parte de la URSS, hoy también es cierto que la EU se ha convertido en una organización burocrática, que hay graves problemas económicos, que las migraciones son intempestivas y que los yihadistas intentan destruir Europa «desde dentro».
Todo eso es verdad. Pero en lugar de explicar las verdaderas razones, los fascistas señalan como culpables a los grupos más desprotegidos. Los judíos ayer; los emigrantes hoy.
Ayer los fascistas eran racistas. Hoy son culturalistas. Ayer hablaban de la decadencia de Europa. Hoy de la ruina de Europa. Ayer exigían gobiernos autoritarios para ejecutar “soluciones finales”. Hoy proponen lo mismo.
El fenómeno de la retroalimentación ideológica que se observa entre el neo-fascismo ultranacionalista y el yihadismo internacional es también muy similar a la que existió entre los fascistas ultranacionalistas y el comunismo internacional del siglo XX.
¿Cuántos crímenes se cometieron en nombre del anticomunismo? ¿Cuántos crímenes se cometieron en nombre del antifascismo? ¿Cuántos crímenes cometerán los yihadistas en nombre del anti-occidentalismo? ¿Cuántos crímenes cometerán los neo-facistas occidentales en nombre del anti-yihadismo?
Hay que precisar: nadie afirma aquí que la historia se repite. Lo que único que se repite, y siempre, es la increíble imbecilidad humana, madre de todas las taras ideológicas de la historia.