No ha sido cualquier palabra la utilizada por el secretario general de la OEA, el socialista uruguayo Luis Almagro, para referirse a Nicolás Maduro. “Dictadorzuelo” es un peyorativo de dictador, una especie de sátrapa con mucha pena y sin ninguna gloria, más o menos al estilo de tantos y tantos tiranuelos que han azotado la historia de América Latina, lo que además Almagro hizo notar expresamente en su declaración formal en respuesta a Maduro, por la acusación de que el ex canciller de Pepe Mujica era un agente de la CIA.
Por cierto que Mujica, que nunca ha sido muy prudente con la palabra, salió en defensa de su canciller Almagro, llamando a Maduro “cabra loca”, en el sentido de lo absurdo que podía ser el considerar a Luis Almagro como una ficha de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Absurdo y todo, eso es lo que hacen Maduro y los suyos a cada rato: denunciar a sus críticos como agentes de la CIA, vendepatrias, apátridas, lacayos del imperialismo, etcétera. El predecesor se cansó de vituperar a medio mundo de esa manera, y el sucesor trata por sus propios y desangelados medios de imitarlo.
Según el diccionario, la acepción pertinente de dictador es: “El que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación jurídica alguna”. Como la llamada “revolución bolivarista” es una neodictadura, o una dictadura disfrazada de pretendida democracia, a sus representantes les cabría el título de “neodictadores”. Pero en el parecer de Almagro, lo que le toca a Maduro es dictadorzuelo. Y bueno, sobran las razones para ello.
Así por ejemplo, ¿cómo se puede calificar al principal personaje de una hegemonía a la que solo le falta declarar inconstitucional la Constitución de 1999? Lo que en realidad se ha venido haciendo por partes y de manera insidiosa, porque no hay ámbito principal de la Constitución, respecto del cual no haya una decisión restrictiva de la Sala Constitucional del TSJ que la deje pintada en la pared.
Lo que está pasando con la Asamblea Nacional, de enero para acá, lo pone de manifiesto. El Poder Legislativo previsto en la Constitución no tiene mucho que ver con el de las reiteradas decisiones del TSJ. Aquel es el principal poder del Estado, este es un organismo con facultades decorativas. Y eso equivale a declarar inconstitucional la Constitución. El máximo de los absurdos jurídicos, desde luego, de entre los tantos que se aprecian a cada rato.
En Venezuela, el control de la constitucionalidad no es para defenderla sino para destruirla. No creo que existan muchos países que tengan una “Constitución inconstitucional”, en el criterio efectivo del régimen imperante. Pero ello es posible porque en vez de democracia hay neodictadura, o dictadura que se pretende disfrazar de democracia. Por muchos años la pretensión funcionó, pero ya no es así. La neodictadura es cada vez más decadente. Eso se conoce bien dentro de Venezuela, y fuera del país, también. Quizá por eso el socialista Almagro califica a Maduro de dictadorzuelo. Y en eso no se equivoca.