Si la oposición fuera culpable de los saqueos todo sería sencillo. Por desgracia para Maduro ha surgido en el país un monstruo de mil cabezas: lo que ocurrió en San Félix amenaza con repetirse en otras ciudades, boca a boca circulan historias que no publican los medios. Atribuir a la oposición organizar esta indignación nacional es infantil, porque lo que está reventando por todas partes es un modelo que despilfarra los dólares, importa mal, distribuye peor y ahora enfurece a los venezolanos. Un modelo que compartió el chavismo con la IV república, el estatismo. En el pasado se estatizó a Nestlé, en medio del aplauso general, y también se nacionalizó el petróleo.
Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), en los primeros 6 meses de 2015 se han registrado 2.836 protestas” la mayoría por motivos sociales, desde reclamos laborales a exigencia de servicios básicos,” 502 por la escasez de alimentos, medicinas y productos de higiene; 318 exigieron seguridad. En este primer semestre de este año, hubo 56 saqueos y 76 intentos de saqueos en el país”. En resumen lo ocurrido en San Félix expresa la indignación porque a los bachaqueros los protegen los militares y las autoridades, y sin duda muchos comerciantes participan en el negocio.
En el oriente están imitando a San Félix y algo similar ocurre en el centro del país. Ha habido “escenas de violencia protagonizadas principalmente por bachaqueros a las puertas de Locatel en el CC Cristal Naguanagua, y en el Supermercado Panda, CC La Viña de Valencia.
No es la oposición ni el gobierno, el chavismo o el antichavismo, el que toma la calle. Venezuela se está alzando sin una jefatura, y por ahora le echa la culpa a Nicolás Maduro que contempla perplejo lo que está ocurriendo. Ese mismo país mañana se irritará con el nuevo inquilino de Miraflores. La revolución se va por el despeñadero, y arrastra a la sociedad venezolana. Este caos es espontáneo. Otro gobierno no les traerá prosperidad a los pobres pero tendrá una ventaja, le darán un voto de confianza por un tiempo. Nadie sabe cómo arreglar esto de la noche a la mañana, descontando un súbito aumento bestial del barril de petróleo
Con Chávez tiramos la casa por la ventana hasta que con su muerte comprobamos que su herencia fue dejarnos un país arrasado, sin embargo buena parte del país todavía lo ama. Esa es la tragedia nacional de ayer y de hoy: los personajes que convertimos en héroes nacionales.
No, Maduro no le eches la culpa a los precios del petróleo. Ayer Rafael Caldera con un petróleo a 8 dólares pagaba las importaciones, las deudas y sobraba plata. A 40 o 45 dólares sobraría el petróleo en otro país.
Con Chávez hubiera sido más fácil volver al capitalismo, Chávez en nombre del socialismo era capaz de abrazarse con Fedecámaras.
Maduro acelera la destrucción de un estado inviable y abre las puertas a una transformación profunda del país, claro si el país quiere cosa que no es seguro. ¿Está consciente de la oposición del reto que enfrenta? ¿Cuenta con ideas claras?
Maduro quiere ganar las elecciones como sea. A juzgar por su torpeza fracasará en esta locura. Solo queda votar y rogar la ayuda, arriesgarnos a saltar en el vacío, o a emigrar como hacen cientos de miles de venezolanos.
El país político se entretiene con pequeñas disputas sobre las candidaturas, mientras un incendio pavoroso ocurre a nuestro alrededor, las colas frente a los automercados se convierte en saqueos. Los venezolanos votarán por la oposición, por la unidad, sin fijarse en los nombres de los candidatos y aunque el PSUV ponga en sus listas a un José Gregorio Hernández será derrotado.
Por desgracia vivimos días históricos. Ojalá que nuestra historia fuera como la de Nueva Zelanda o Suiza, bien anodina, pero también bien feliz.