Muchas veces he pensado que la influencia de la moda es quizá más grande e importante que la que a simple vista solemos ver. Con la aparición de las redes sociales es un fenómeno que se ha incrementado más aún de lo que ya era.
Si hasta hace un par de años el sueño de muchos era alcanzar notoriedad a través de los logros o recurriendo a las extravagancias, hoy, ser «YouTuber» o «Influencer» se han convertido en la obsesión de muchos. Jóvenes y no tan jóvenes se matan (en algunos caso literalmente) para alcanzar popularidad, por efímera que sea.
Pero, esto de la moda va más allá de las fotos con la trompita estirada, sumarse a los «challenges» o los «tutorials» (por cierto: ¿por qué será que siempre usan las palabras en inglés aunque esa no sea la lengua que hablan?); la cosa alcanza a los políticos y personas más influyentes del planeta. Un ejemplo es la campaña electoral del (hoy) Presidente Trump, la cual se llevó a cabo enteramente por Twitter y Facebook.
La cosa se complica cuando sin darnos cuenta realizamos ciertos actos solo porque esa sea la tendencia general del momento, sin que haya ejercicio alguno de razonamiento previo que nos haga concluir si realmente estamos o no de acuerdo con el asunto en cuestión.
En los últimos 2-3 años ha sido frecuente que Facebook de la opción de modificar la foto de perfil como «muestra de solidaridad» ante un hecho infortunado. Automáticamente todo el mundo es París, todos son Londres, Boston, etc…Desafortunadamente son muy pocas las veces en las cuales esa empatía se lleva a cabo cuando los sucesos suceden en países de «menor importancia», por ejemplo, hasta ahora no he visto una campaña de «I’m Syria» «Je suis Siria» o algo así por el estilo. Entonces, es como si el tema sirio no ameritara de ese espaldarazo mundial.
Algo similar ha ocurrido en Venezuela a lo largo de su historia, intensificándose aún más en los últimos años.
Cuando CAP salía brincando charcos y besando viejitas, la moda, el fenómeno del momento fue él. Lo mismo sucedió con Chávez (qepd); de la noche a la mañana la palabra «Revolución» llenó la boca de propios y extraños, había que apostar al ganador ¡sí o sí! Luego vinieron «escuálidos»; «Pitiyankis»; «Chaburros» «Maburros» (el burro es una de las palabras más usadas por la oposición para referirse a los chavistas) y así un sinfín de palabras, todas ellas denigrantes, para referirse «al otro». Todas ellas han tenido su momento de moda.
Lo mismo sucede con el que asume que vistiendo de boina y camisa roja o quien usa su gorra tricolor y la bandera de siete (7) estrellas para expresar al mundo que son patriotas (cada uno desde su perspectiva).
La nueva moda es aún más peligrosa, me refiero a la de hacer apariciones «live» por Facebook o Instagram. Cualquiera siente puede alcanzar notoriedad y fama contándonos sus opiniones, entre risas o llantos, según sea el motivo de la emisión en vivo.
En el caso venezolano, observo con preocupación como esta moda está lentamente creando una ola de agresividad e invitación a la violencia que crece día a día, todo eso obviamente con la palabra del momento: «Escrache», adaptación latina que viene del inglés «scratch». Un método de protesta o denuncia que en un país con las circunstancias actuales en las que se encuentra Venezuela pueden resultar peligrosas y contraproducentes.
Ojalá que algún «celebrity» proponga la moda de la cordura, la paz, el trabajo en equipo y la reconciliación, a esa me sumaría de primero y rogaría que durara tanto como le diera la gana.
Enrique Guzmán.
Ámsterdam, 16-5-2017.