El nombramiento de los magistrados del TSJ en plena Navidad y su actuación para bloquear las iniciativas de la Asamblea Nacional, así como las triquiñuelas de bachaqueros y raspacupos, parece haber establecido nuevos estándares de calidad ISO 9001 para la viveza criolla. Vea lo que piensan especialistas de todas las ramas del conocimiento
Cuando vives de escribir y no eres un Leonardo Padrón, hay textos que te gusta hacer y otros no tanto. Cuando mi equivalente a Don Draper en El Estímulome sugirió abordar el tema de la viveza criolla o el “porqué somos así” (¿los venezolanos del siglo XXI están comportándose de manera más tramposa que en cualquier otro período de la historia?), no me entusiasmé demasiado.
He terminado anhelando tanto un país normal, así tipo Canadá, que adquirí una fobia a todo lo que supuestamente nos hace diferentes: las mujeres más bellas, la inflación más alta del mundo, los más solidarios, los más tracaleros, los que sacamos un chiste de cada desgracia. Hasta le agarré arrechera al Salto Ángel y al puto récord del relámpago del Catatumbo.
Y sin embargo, la viveza criolla es constatable. Resido cerca del Buscaracas, que alguna vez pretendió ser el inicio de un moderno sistema de transporte urbano similar al Transmilenio de Bogotá: sus usuarios se montan en los autobuses Yutong sin pagar un bolívar y la vía ha sido tomada como canal rápido por motorizados, camioneteros y rustiqueros. ¿En qué otro país el diputado pesuvista Calixto Ortega pasaría de funcionario diplomático de Maduro a magistrado del Tribunal Supremo, todo con musiquita de Jingle Bell de fondo? ¿Dónde la gente se levanta a las 2:00 de la mañana para llegar a una cola antes que los demás, en una escena digna de La noche de los muertos vivos? ¿Qué otros ciudadanos del mundo viajan a Aruba no para disfrutar del sol, sino a raspar un cupo?
La peor de las mezclas
Una de las teorías habituales, algo así como nuestro espejo deforme del mito de la raza aria, es que venimos de lo peor de lo peor: una especie de mezcla de conquistadores andaluces, presuntamente los más jodedores y holgazanes de todos los españoles, con los indios Caribes, que no dejaron líneas de Nazca, pirámides de Teotihuacán ni casi nada memorable, excepto una presunta manera de jugar beisbol más en el límite del reglamento que esos gringos grandotes, tontos e imperialistas.
“Lo que suele decirse es que la viveza criolla proviene del pícaro español, pero España es muy diversa, y no es lo mismo ser vasco que catalán, extremeño que andaluz”, me diserta el historiador Rafael Arráiz Lucca, y agrega: “Los primeros pobladores españoles en Venezuela eran, en su mayoría, andaluces y, en menor medida, extremeños. De modo que nuestra viveza criolla es de raigambre andaluza. No obstante, podemos preguntarnos: ¿no hay altísimas cotas de viveza criolla en los italianos? Por supuesto que sí, de modo que no exagera quien afirme que la viveza criolla es latina”.
“En todo caso, es evidente que en el corazón de la viveza criolla late un desprecio colosal por los valores que han hecho grande al mundo occidental. Y, en cambio, profesa un gran amor por los atajos, por los caminos verdes, por las rutas delictivas”, remata Arráiz Lucca.
“Como descendiente de esos primeros españoles que llegaron a estas tierras de gracia, en su mayoría pícaros que favorecían la astucia del engaño y el oportunismo sobre la honestidad y el trabajo, cada vez que oigo la manida frase ‘Típica viveza del venezolano’ después de cada conflicto vecinal en mi edificio, me pregunto si seremos víctimas de una maldición de algún caribe enfurecido tras ser timado por uno de nuestros antepasados hispanos, y el ‘Por eso estamos como estamos’ será per saecula saeculorum”, reflexiona la escritora Adriana Villanueva, que se apoya en los clásicos: “Según Arturo Uslar Pietri, la principal diferencia entre el pícaro del Siglo XVI y su nieto, el vivo criollo, es que el primero pertenecía a un estrato económico especifico, mientras el segundo late en todas las esferas sociales. ‘Prolifera la viveza donde el mañana no es seguro y hay que vivir de la ocasión’, decía Uslar. Quizás tiene razón el psicólogo Axel Capriles cuando escribe: ‘En nuestra alma conviven el héroe y el pícaro, saltamos con tanta fluidez de un arquetipo al otro que parecieran mellizos unidos por un mismo cordón umbilical”.
Lo sé: al igual que Adriana, para dármela de culto yo debí haber citado también al sicólogo autor de un libro imprescindible, La picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo, aunque Axel Capriles se pasó de vivo: está fuera del país (como todos los vivos) y se excusó por correo electrónico, diciéndome que estaba en un viaje de descanso. Mentira, profesor Capriles, usted sabe que le estoy echando broma.
Haydé Vásquez, profesora de Ética y Acción Política en la UCAB, descarta la tesis del determinismo genético: “Pero lo histórico tiene su peso para bien o para mal, porque el pasado siempre guarda su conexión con el presente. En las sociedades, los individuos nunca arrancan desde cero, existen unos valores y antivalores, una manera y símbolos para identificarnos sin que ello sea un elemento que nos determine desde ese pasado y para siempre, que sería negar la evolución. La viveza criolla más que actuar como mecanismo de supervivencia, termina siendo una gran estafa, ya que sus efectos, más temprano o más tarde, se evidencian en la ruina de la sociedad como un todo”.
El clan de los escépticos
Álvaro Montenegro es un ingeniero que se ha dedicado a hacer turismo en los medios de comunicación y podría ser definido no sé si como un vivo, pero sí como un hombre de mundo. Por tanto, una fuente confiable para comparar al Homo Sapiens Venezolaniensi con otras subespecies humanas. “He visto muchos más ejemplos de viveza en ciudadanos de países muy disímiles que en Venezuela. Por ejemplo, cómo ciertas personas se colean en filas de la vieja Europa, y también en el Extremo Oriente sin el menor recato. No percibo que seamos o queramos ser más vivos que los colombianos o los mexicanos, para poner unos ejemplos ilustrativos. La viveza criolla es un mito simpático, creado por nosotros mismos para subir nuestro ego colectivo. En nuestra crisis actual no veo viveza sino resignación”.
El humorista Claudio Nazoa, sorprendentemente mucho más serio de lo que imaginaba, también piensa de manera similar a la mía: los venezolanos no somos más vivos que nadie por revender un paquete de arroz bachaqueado en 1.500 bolívares (actualice con el precio de la semana, por favor). La lógica de la oferta y la demanda ha funcionado más o menos igual en todos los mercados negros de las economías controladas: “País a donde ha llegado el comunismo, país donde todo escasea, y en el que lo que escasea vale mucho más dinero. La gente tiende a hacer alardes patrióticos hasta de hechos lamentables, pero te aseguro que también hay viveza árabe y viveza hindú. La viveza es universal. Es un defecto de la humanidad. Lo del Tribunal Supremo del Justicia no es viveza, sino la ilegalidad típica de una dictadura. En Estados Unidos, la cuna del capitalismo, también hay tracaleros. Pero la diferencia es que allá van presos y aquí están en el gobierno”.
Gisela Kozak, profesora de Políticas Culturales en la UCV, sale a rematar por el equipo de los escépticos: “El argumento racista del siglo XIX, que rezaba que nuestra mezcla de razas nos ha hecho indolentes y poco dados al trabajo, ya no tiene vigencia. Las razones son históricas: al no haber instituciones públicas fuertes y confiables con reglas claras, la gente busca el camino más corto para cumplir su objetivo. El nombramiento de los magistrados del TSJ y sus sentencias contra la Asamblea Nacional no son viveza criolla, sino simple y burdo autoritarismo. Los cupos de dólares viajeros no deberían existir. Los controles llevan a la trácala aquí y en cualquier lugar del mundo. Lo que en otra época se llamó viveza criolla (saltarse las reglas para obtener beneficios concretos de poca monta) no es privativo de Venezuela”.
Ahora que lo pienso, debí haber entrevistado también a Guillermo “Fantástico” González, el animador que popularizó la frase “¡rolo e’ vivo!” en la televisión venezolana, y que en una entrevista en 2013, aseguró que el productor británico Simon Cowell le robó la idea del concurso de talento Cuánto Vale el Show.
Batazo por la cara
El lineup de los creyentes saca a su propia cuarto bate: Carolina Jaimes Branger, ingeniero, escritora, comunicadora y un resplandeciente faro ético como columnista deEl Estímulo o locutora en el circuito Éxitos FM: “La mayor crisis de Venezuela es la crisis de valores. Punto. (Lo de ‘punto’ es agregado mío: perdón, Carolina).Claro que existe la viveza criolla. La hemos construido entre todos desde que Colón llegó a las costas de Paria. No vive una hora estelar, porque la viveza no tiene momentos estelares sino lamentables. Es un eje transversal a toda la sociedad. No tiene que ver con nivel académico ni estrato económico: es puro subdesarrollo. Y a nosotros nos crían con paradigmas de subdesarrollo, en un paso previo a la educación formal. Llamar viveza a las actitudes de los magistrados ‘¡Uh, Ah’ o de los militares que han demostrado ser vendepatrias es un eufemismo para la inmoralidad”.
Desde alguna parte del mundo que desconozco, el escritor Federico Vegas me envió por correo electrónico unas líneas enigmáticas, aunque contundentes:“Paradójicamente el vivo vive una vida menos profunda. Quizás la viveza sea una forma de muerte. O de escapar de la muerte, pero no de acercarse a una vida más verdadera. Le leí a Bertoia, un diseñador que admiro, una frase que me ha ayudado a entender muchas cosas: ‘Estar conscientes de la vida es el propósito de vivir’. Todo lo que la viveza tiene de inconsciente, nos aleja de ese propósito”.
¿Usted llevó la cuenta del marcador? Creo que impusieron 4-3 los idealistas-rousseaunistas (la viveza criolla existe y puede ser combatida a través de un sistema alternativo de valores, porque el hombres es bueno por naturaleza) sobre los materialistas-hobbesianos (dadas unas condiciones materiales y sociales, un noruego será igual de avioneta que un venezolano). El maestro Vegas está más allá del bien y el mal. En todo caso, me pasé de vivo: copiándome de la chuleta de las opiniones de otros y sin mucho esfuerzo, voy a cobrar unos reales por un artículo en el que no tenía nada que aportar. Me voy a morir de último.