El problema es Nicolás Maduro. No hay otro. Él es la causa de todos los problemas que afectan la vida de los venezolanos. La solución, entonces, empieza por salir de él. Para ello la Constitución de 1999 previó el referendo revocatorio. Referendo que fue boicoteado de todas las maneras posibles desde el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia. Al final, Nicolás Maduro se sinceró y le dijo a los suyos: ¿Es que acaso quieren perder otra elección como la del 6 de diciembre? Y los suyos, el puñado que lo acompañaba, gritó: No. No hay elecciones, pues, porque Maduro no quiere perder. Él es el problema.
Cuando el Consejo Nacional Electoral decide que no se realizará la recolección del 20% por la sentencia de unos cuantos jueces penales, se decreta formalmente la dictadura. Así lo han declarado destacados historiadores, politólogos, abogados constitucionalistas y analistas de la realidad nacional. A partir de ese momento Nicolás Maduro empieza a actuar sin careta.
Viene el enviado del Papa –a instancias de la oposición que es la que lo convoca directamente, no el gobierno– y se formaliza la mesa de diálogo después de muchas conversaciones previas –diálogo que ha pedido la oposición, no el gobierno–. Se da una primera reunión el domingo 30 de octubre, y quedan en que para el viernes 11 de noviembre, dos semanas después, se den unos primeros resultados. Pero el gobierno, cuando apenas han transcurrido unos pocos días, decide caerle a patadas a la mesa, según la expresión de Chúo Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD. El primero en ponerle violencia al diálogo fue el propio Nicolás Maduro, acusando de terroristas a Voluntad Popular, aislando aún más al preso Leopoldo López y amenazando con cárcel al diputado Freddy Guevara. ¿Cómo se puede dialogar con alguien convertido en un energúmeno? Es complicado.
Ayer Maduro terminó de descarar sus verdaderas intenciones. Leo en El Universal: “El presidente de la República aseguró que el “proceso de diálogo ha arrancado muy bien” y pidió que no se trate de engañar a nadie “con las expectativas reales”, ya que apenas se están dando los primeros pasos. Agregó que no se pueden dar ultimátum como que “si el gobierno no responde a lo que quieren, se van a la guerra”.
¿Qué pretende Maduro? ¿Para qué están todos ellos sentados allí? Todo en la vida tiene lapsos. Para algo existen los calendarios: todo tiene fecha. Pero Maduro va más allá: “La oposición debe dejarse gobernar”. ¡El colmo! No, señor Maduro. Los venezolanos no quieren que usted los siga gobernando. Ese es el problema, tan sencillo como eso. Pero además agrega: “No entrarán en Miraflores ni con balas ni con votos”. Maduro, usted es una persona de paso en el Palacio de Miraflores. Usted no está allí ad eternum. La Constitución, insisto, prevé salidas electorales. La dirigencia opositora ha dicho: Si no es el referendo revocatorio adelantemos las elecciones presidenciales, e incluso se ha hablado de elecciones generales. Porque lo fundamental, lo medular en todo esto, es su salida, su salida lo más rápido posible y con ella la de todo este nefasto gobierno. Pero Maduro se niega. Usa el diálogo solo como una estratagema para marear y darle largas al asunto.
Sunoticiero.com publica estas declaraciones de Henrique Capriles: “No estamos dispuestos a ser parte de un diálogo prolongado y sin resultados en el que pasen las semanas y no cambie nada. Eso sí sería un acto de traición al pueblo. Sería prestarse al juego del gobierno”.
En Tal Cual citan a Jorge Rodríguez: “Yo quisiera que se quedaran (la oposición en la mesa) pero si esperan resultados en 10 días levántense de una vez”.
Así están las cosas. Cuidado y el enviado del Vaticano es el primero en levantarse.