Carolina Jaimes Branger: El tsunami

Es verdad que en Venezuela para poner o quitar un gobierno se necesita apoyo de las Fuerzas Armadas. Desgraciadamente tendremos que contar con ellos. Pero de ahí a convertirlos en héroes y ponerlos a compartir el poder hay un largo trecho.

Me cuentan que después de la caída de Pérez Jiménez los militares pasaron una época muy dura porque eran mal vistos por el resto de la sociedad. Me pregunto cuánto les tomará después de la revolución bolivariana recuperar la imagen de institución al servicio del país. Porque si algo han demostrado los militares de estos últimos años es que entendieron las cosas al revés: tienen al país al servicio de ellos. Si Venezuela es un guiso, hay muchos militares graduados de chefs.

Chávez quiso, a principios de su mandato, acabar con la Guardia Nacional. Luego se dio cuenta de que para dominarla lo mejor era terminar de corromperla. Y eso fue lo que hizo. En realidad, lo hizo con todos los componentes de las Fuerzas Armadas. Con dinero entregado discrecionalmente y en cantidades ilimitadas. Recuerdo a un señor en Maracay que tenía un compadre militar a quien le asignaron repartir dinero en las comunidades del sur durante el Plan Bolívar 2000.

El militar tenía un Volkswagen sin asientos atrás, que llenaba de dinero hasta el techo y salía a repartirlo. Lo que no sabían los beneficiarios es que la mayor tajada de ese dinero no llegaba a montarse en el vehículo. Y ése era un oficial de bajo rango. Me imagino de lo que dispondrían los coroneles y generales. Fue la manera de Chávez de tenerlos  con la cuerda corta.

Como si esto fuera poco, Chávez les dio beligerancia y participación en todas las instancias civiles. Después de abril de 2002 vino la época de purga: los militares tuvieron que demostrarle su absoluta lealtad e incondicionalidad so pena de quedar fuera de la institución. Por eso cuando me hablan de “militares institucionalistas” pongo en duda de que existan. Hace cuestión de dos semanas, en una reunión donde estaba un militar retirado, alguien hizo la pregunta de rigor: “¿y los militares cuándo se van a pronunciar?”… “Ellos están a la espera de que el pueblo se pronuncie primero, para actuar ellos después”, contestó. Ahí se me volaron los tapones. Yo no quiero un golpe militar, porque la lección de estos tiempos debería ser que más nunca tengamos un militar en el poder. Pero que me digan que los militares “están esperando” me enfurece… ¿esperando QUÉ?… ¡¡¡¡¡Aquí ha pasado de todo, han violado la Constitución de todas las maneras que se puede violar y los garantes de su cumplimiento están esperando!!!!! ¡No me vengan con cuentos! Aquí los militares, si no son chavistas, son unos pusilánimes que “están esperando”. ¿Esperando qué, vuelvo a preguntar? ¿Una masacre de civiles?… La verdad es que prefiero a los que se declaran chavistas. Con ésos por lo menos sé a qué atenerme.

Por todas estas cosas no entiendo cómo hay tanta gente entusiasmada con las recientes declaraciones de dos de los más conspicuos representantes del militarismo chavista, porque todos sabemos de sus actuaciones, nada santas, por cierto. Pero le hacen un par de críticas a Maduro y pasan de villanos a héroes. ¿Es que somos locos, brutos, desmemoriados o todas a la vez? ¿Serán esos generales como los albatros, que perciben los tsunamis antes de que se formen y están volando a buscar refugio?…

Es verdad que en Venezuela para poner o quitar un gobierno se necesita apoyo de las Fuerzas Armadas. Desgraciadamente tendremos que contar con ellos. Pero de ahí a convertirlos en héroes y ponerlos a compartir el poder hay un largo trecho. Hay que volver a la república civil y mandar a los militares de vuelta a sus cuarteles. Y si es posible, reducir las Fuerzas Armadas y usar parte de su millonario presupuesto en educación.

He conocido militares honestos y honorables como Alexander Branz Reyna, Tomás Pérez Tenreiro, Pedro Manuel Delgado Oráa, Manuel Díaz Ugueto, Rafael Alfonzo Ravard, entre otros. A ellos -y a otros como ellos a quienes no conozco- les pido disculpas por estas palabras, porque no se las merecen.

Pero en Venezuela ya no hay pan y nadie quiere a los payasos del circo. Tenemos que empezar a hablar de valores, a practicarlos y a exigirlos. Si no, seguiremos hundiéndonos dentro de esta pocilga en la que se nos ha convertido el país. ¿Cuánto tiempo tomará para que los militares vuelvan a estar al servicio del país? Espero que no les tome mucho después del tsunami…