Carlos Raúl Hernández: Medio millón de muertos

El general Vladimir Padrino declaró a José Vicente Rangel (El Universal 29/5/17) varias ráfagas de Kalashnikov que impactaron todos los blancos simultáneamente. Sorprende que un discurso tan cargado de colores no atrajera a los analistas ni a los políticos. Cuando el liderazgo civil se deschaveta, colapsa y caotiza la sociedad, el fantasma del hombre fuerte aparece con visos redentores. Padrino lo maneja plácidamente y marca distancia de lo que trata como factores en conflicto. Dice que “la crisis tendría solución hoy mismo si hubiese voluntad política –y que– el problema es de los políticos, no de la fuerza Armada, ni de la Iglesia ni de los empresarios”, manto protector sobre la sociedad civil y la militar. Reivindica el diálogo, “ponerse de acuerdo, respetarse, negociar y acordar entre las partes”. Afirma rechazar “los grupos paramilitares, guerrilleros y bandas criminales”.

Y la clave: “la vía militar no resolverá la crisis del país”, frase a la mandíbula de los Melquíades que engatusan con la inminencia y/o conveniencia de una intervención armada. Un ejemplo ayuda. Después de medio millón de muertos, seis años de cruenta, carnívora, monstruosa guerra interna (eso que llaman guerra civil), inició un diálogo entre gobierno y oposición de Siria y evacúan de Damasco varios miles de refugiados y combatientes en el proceso de reconciliación. Medio millón de muertos, que de consultárseles, seguramente hubieran preferido que la calma comenzara en 2011. Costó medio millón de muertos que ambos e incompatibles factores entendieran que podían hablar sin caerse a tiros ni morderse ¿Será imbecilidad en estado puro o combinado? Pareciera que si porque los acuerdos llegaron luego de daños irreversibles.
¿Elites o inútiles?
Y por talento político sino por intervención militar extranjera e imposición de Rusia, Irán y Turquía, que torcieron la muñeca a ambos grupos de tarados y criminales como en tantos países y no estamos exentos de que ocurra en Venezuela. A las naciones se les hace muy difícil sobrevivir cuando sus élites no merecen tal nombre. Siria está destruida por seis años de guerra. No hay más que escombros y sombras humanas que vagan entre las ruinas en busca de agua potable y alimentos, en una nación en la que ni gobierno ni oposición merecen otra cosa que el círculo del infierno que destinaba Dante a los líderes estropajo incapaces de ver el futuro. La mitad de los 22 millones de sirios abandonaron sus hogares, cinco millones emigraron del país y los que quedan morirían sin ayuda humanitaria, mientras tres millones de niños sobreviven horriblemente donde ésta no llega.

Uno de los países fundadores de la civilización, que vio convertirse a Pablo al Cristianismo, está partido en seis zonas de las que posiblemente caerán otros tantos estados-aborto: la controlada por el Ejército Sirio, la que maneja el Estado Islámico, la de las Fuerzas Democráticas de Siria, la del Frente de Liberación del Levante y la del Ejército Libre Sirio. Los orgullositos satanizaron el diálogo, pero seis años después lo reivindican sobre seis cementerios de lo que fue un país. Los guapos y apoyados en el gobierno, tomen nota. Con una habilidad asombrosa para el ejercicio del poder total, implacable y sanguinario, Bachar Al Assad dejó la oftalmología para crear uno de los modelos más perfectos de dominación existentes. Es heredero de una dictadura forjada entre 1970 y 2000 por el padre, Hafez Al Assad, “el Carnicero de Damasco”.
El invulnerable
Las poderosas Fuerzas Armadas gobiernan desde el golpe de Estado en 1963, pero sin el monopolio de la fuerza, que comparten con los cuerpos especiales, guardia pretoriana de Bachar en Damasco, formada por cuatro poderosas maquinarias de terror: la Guardia Republicana (diez mil hombres), las Fuerzas Especiales en puertos y aeropuertos (quince mil), la Tercera División Armada (cinco mil) y la Cuarta División Armada (veinte mil) Encima está el aparato de espionaje, la escalofriante Mukhabarat, que hace temblar hasta esos cuerpos especiales. Confiscan bienes y pasaportes, sus centros de detención son desconocidos, pueden asesinar y secuestrar dentro y fuera del país, y manejan los tribunales. Está a su vez maquiavélicamente dividida en ramas paralelas que se vigilan entre sí: el Directorio de la Seguridad General, el Directorio de la Seguridad Política, la Inteligencia Militar y la Inteligencia de las Fuerzas Aéreas.

Tanta genialidad para el mal no impidió que Bachar destruyera su país, sea responsable de un genocidio y no impedirá que termine sus días exilado en Moscú. Otro ejemplo para la historia de esa mezcla explosiva de estulticia, irresponsabilidad y maldad que destruye naciones, y de los iluminados que depositan en soluciones militares futuras limpiezas o revoluciones “de los buenos”. Creo que el general Padrino debería registrar que la Iglesia sí tiene una gran tarea esencial que cumplir. Por muchas razones Juan Pablo II increpó a Ernesto Cardenal y lo obligó a arrodillarse públicamente. Jugaba a favor de la violencia de los buenos, de la llamada Iglesia pobre latinoamericana, que tantos daños y equivocaciones inspiró en la región. Por desgracia en aquel entonces demasiados curas prefirieron la violencia al diálogo y perdieron la oportunidad de salvar muchas vidas.

@CarlosRaulHer