Carlos Raúl Hernández: Legislar para el cambio democrático

Es urgente recuperar la gobernabilidad y una nueva mayoría parlamentaria

Tarea para que una nueva mayoría legislativa propicie mejorar situación de los sectores populares, es impulsar un proceso de tres ramas de reforma: descentralizar, desmaniatar la economía y recuperar y profundizar la democracia. Venezuela había despegado con fuerza en esos procesos, pero la oleada reaccionaria no sólo los revirtió desde los 90, sino llevó esa reversión a extremos aberrantes. Hay que desmantelar la metástasis de leyes que asfixia a los ciudadanos, empresarios, estados y municipios. Concentrar poder pasó de ser una tara hereditaria en retroceso, para convertirse en un proyecto totalitario como en toda revolución. El poder hipercentralizado en general se pudre. Y la perspectiva no es que se mantenga el autoritarismo fofo y desarticulado que ha predominado. La tendencia patológica de las revoluciones se exaspera y aterra la perspectiva del Estado fallido.

Se está en medio del colapso y la anarquía creados por la hipercentralización, se africaniza la sociedad. Una crisis sistémica que disuelve día a día los fundamentos civilizados, como siempre ocurrió en casos similares, con el regreso de la violencia y el desastre. Las revoluciones terminan en tragedia. Suicidio de Getulio Vargas en Brasil, derrocamiento de Perón en Argentina, «putrefacción» de Velasco Alvarado en Perú para arruinar a la gente con hiperinflaciones, desempleo, hiperdevaluaciones, dictaduras. Algunos quisieron reivindicarle al chavismo el mérito de «llamar la atención sobre los pobres» aunque las víctimas fueron precisamente los pobres. No se trata de un pronóstico al estilo de esos perogrullos que dan pena cuando escriben «yo dije que el bolívar se devaluaría» o «yo anuncié que abría escasez de alimentos», cosa que ladraban hasta los perros de la calle.

Mermados mentales

Todos los indicadores multilaterales creíbles señalan a Venezuela y Argentina como los mermados mentales de América Latina y desde siempre se supo dónde llegarían. La secuencia de estudios de Transparencia Internacional (2014) los señalan como países emblema de la corrupción en el continente. El Fraser Institute (2014) sostiene que Venezuela es de los últimos del mundo en libertad económica, acompañado de Zimbabue y Angola. Es el cuarto país en homicidios a escala mundial, afirma el Instituto Internacional de Criminología Comparada. Posee los mayores índices de deserción escolar y baja calidad de la educación básica en la región. Según Barómetro Latinoamericano de Talento «Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay son las naciones con menor potencial para «crear, desarrollar y mantener recursos humanos altamente calificados».

Las universidades venezolanas clasifican a partir del muy deprimente puesto 37 entre las latinoamericanas, por obra de la asfixia económica y política. Este indicador es deprimente porque ni las mejores de la región (en Chile, Brasil y México) no clasifican entre las cien primeras del mundo. Cola de ratón y colapso educativo. Pese a los opacos indicadores forjados por el gobierno, Venezuela cuenta con los mayores índices de inflación, escasez de bienes esenciales, devaluación, desempleo y déficit de viviendas. Se destruye la infraestructura vial y la producción de electricidad, que retroceden hasta antes de 1958. Cálculos erróneos e interesados compararon la pobreza de hoy con la de 1998, cuando el ingreso per cápita en dólares era entonces ocho veces mayor. En medio de un auge milagroso de ingresos petroleros, el país pierde sus avances civilizacionales conquistados durante la etapa democrática, el odiado puntofijismo.

Recomenzar la descentralización 

El símil es aplicable a otros. Es el asombroso balance del centralismo autocrático que suprimió la autogestión de la gente en asuntos educativos, económicos, sociales, culturales y políticos, al debilitar gobernaciones y alcaldías. El partido revolucionario concentró los poderes de estados y municipios y eliminó las juntas parroquiales electas, a través de parapetos totalitarios fracasados como las «comunas». Tarea esencial es asumir un plan legislativo de descentralización. Una renovación democrática del Parlamento hace previsible efecto dominó y que se tiña el mapa de tendencias pluralistas en gobernaciones y alcaldías. La descentralización territorial implica traspasar mecanismos de poder político y facultades económicas a organismos electos por las comunidades: gobernadores, alcaldes, legislaturas regionales y concejos municipales. Ceder poder del Estado central a los estados y municipios.

Es también desconcentrar: que los organismos nacionales, ministerios, por ejemplo, traspasen a sus propias oficinas regionales recursos organizativos y financieros para que se manejen en coordinación con las autoridades locales. El Rey Midas es uno de los personajes más estúpidos de cultura. Pidió a los dioses el regalo de que todo lo que tocara se convirtiera en oro y murió de hambre porque no podía comer. Es urgente recuperar la gobernabilidad y una nueva mayoría parlamentaria, junto con gobernadores y alcaldes, y las comunidades de estados y municipios deben configurar un frente común, un gran movimiento nacional por la descentralización. Y así exigir que la Asamblea abandone el centralismo que la ha caracterizado, incumpliendo al dedicarse a obedecer órdenes del Poder Ejecutivo Nacional.

@carlosraulher