Carlos Raúl Hernández: La oscuridad volvió

A Lill María Fajardo

Hoy manchado por el retroceso a la censura progre, Hollywood fue esencial para el triunfo de la democracia y la modernización y sobre el totalitarismo. En los abismales cambios culturales, sociales, económicos y políticos del siglo XX, difundió por el globo la renovación de pautas de consumo, productivas, la modernización, la nueva calidad de vida y la revolución científico-técnica. 90% de la población mundial que no viaja, puede ver en la pantalla las maravillas creadas por el hombre, las obras de Miguel Ángel o Leonardo, las pirámides, la Gioconda. La comunicación radioeléctrica, digital, el cine, son pináculo de lo hecho por el hombre en 40 mil años. Los nikelodios (valía un níquel la entrada) eran las salas que abarrotaban los pobres en Estados Unidos, recreación barata para los trabajadores migrantes. A partir de los años 30, 40, 50, millones de iberoamericanos, africanos y asiáticos, supieron por las películas, radio y TV, del confort, automóviles, aviones, la Quinta Avenida, las torres de Pisa y Eiffel, el shampoo, las lavadoras, los antibióticos y del glamour, la belleza en la alfombra roja de los Oscar. También las aberraciones, y no hay nada del entramado del poder que no denunciara Hollywood; la corrupción policial (Asuntos internos: Figgis,1990), el racismo, (Mississippi en llamas: Hambling,1988), Fantasmas del Mississippi (Reimer:1996).

Las entretelas de la guerra de Vietnam, en las monumentales Apocalipsis now (Coppola:1979) y El francotirador (Cimino:1978): la corrupción judicial, las grandes corporaciones y los daños al ambiente (Efecto pelícano: Pakula, 1993), la iniquidad del poder político, la mafia (Coppola: El padrino, 1972), el tráfico de drogas. En los años 30 contribuyó a recuperar la economía mundial por ingresos y empleo, una de las cuatro mayores industrias del planeta junto a la automotriz, las altas tecnologías y la energía. Hollywood se fundó con épica de acero y, como cualquier poder social autónomo, recibió el odio de conservadores de izquierda y derecha. Al principio la industria naciente estuvo en manos del sabio Thomas Edison, quien doblega y absorbe a los competidores y oligopoliza los recursos para hacer películas en la Costa Este: cámaras, revelados y celuloide, patente que compró al fundador de Kodak. Los intentos de producirlas fuera de su control en Nueva York durante el cine mudo, terminaban a tiros. Al principio, el control de la industria lo tenían los franceses (Pathé, Gaumont y otros). Después de la Primera Guerra pasó a manos norteamericanas, aunque el expresionismo alemán, el surrealismo, Eisenstein y el posterior neorrealismo italiano, florecieron al margen. Samuel Goldwyn y Cecil B. DeMille rodaban películas en Nueva York y ante la arremetida de los agentes de Edison, huyen a Arizona, luego a Los Ángeles, cerca de México, por si había que correr.

Lejos de Edison, grupos de inmigrantes judíos inician la nueva fiebre del oro-celuloide en California. Darryl F. Zanuck, Samuel Bronston, Goldwyn, DeMille, los hermanos Warner, crearon Universal, Paramount, 20th Century Fox, Metro Goldwyn-Meyer. Más tarde la rebelión de los actores frente al star-system llevó a Charles Chaplin, Pola Negri y otros a crear United Artist, su propia productora. El cine de masas producido y/o distribuido por Hollywood fue espoleta de grandes acontecimientos, entre ellos la revolución sexual. La primera mujer desnuda en pantalla que dejó boquiabiertos a cientos de millones de hombres fue Brigitte Bardot en Y Dios creó a la mujer (Vadim:1956) Masas inmensas de hombres se enteraron de que las mujeres tenían orgasmos por el de Jane Fonda en Barbarella, enfrentada a una máquina (Vadim:1968). La primera relación sexual auténtica en cámara la protagonizaron Donald Sutherland y Julie Christie en Amenaza en la sombra (Roeg:1973); y el amor profundo hace que la poderosa pasión de Jane Fonda se imponga sobre la paraplejia de su amante, el lisiado de Vietnam John Voigth, en Regreso sin gloria (Ashby:1978) Las inquietantes escenas eróticas con close-up de los rostros de Juliette Binoche y Lena Olin en La insoportable levedad del ser (Kauffman:1988), igual Naomi Watts y Laura Harring en Mulholland drive (Lynch:2001). El rudo y perdurable sentimiento entre dos vaqueros (Secreto de la montaña: Lee: 2006). A veces las perspectivas de los films son ingenuas. Suele ver en la revolución tecnológica un “peligro” para el hombre, desde Tiempos modernos de Chaplin y Soylent Green (Fleischer: 1973) hasta la gran Matrix (Wachowski: 1999-2003), pasando por 2001 Odisea del Espacio (Kubrick: 1968) y Terminator (Cameron: 1984-2009).

El primer beso “completo” entre un negro y una blanca, Wesley Snipes y Natassja Kinsky (Después de una noche: Figgis,1997) son auténticos terremotos en la cultura, comparados con los ridículos manierismos “de género” que nos hacen reír. Solo Hollywood, tuvo el poder para llegar a la plebe, cuesta arriba para De Sica (Olor de mujer) o Bergman (El silencio, Persona). Hizo que De Niro y René Zellweger aumentaran 30 kilos, convirtió a Dustin Hoffman en Tootsie (Pollack: 1982), a Robin Williams en la Señora Doubtfire (Columbus:1993) a Kidman en Virginia Woolf (Daldry:2003), la perfecta Charlize Theron en la horrenda asesina Aileen Wuornos (Monstruo: Patty Jenkins,2003). Blanchett fue Bob Dylan (No estoy allí: Haynes, 2007), John Travolta, la obesa Edna Turnblad (Hairspray: Shankman,2007) Ralph Finnes es Voldemort (Harry Potter: 2011) apenas detalles de las infinitas maravillas cinematográficas. Desde la izquierda los filósofos de Frankfurt, Adorno, Horkheimer y Marcuse elaboraron la seudoteoría contra la radio, el cine y la TV, uno de sus monumentales errores intelectuales, que todavía repiten en las universidades, ridículos disparates y retorcimientos para “develar” que el cine “enajenaba” a seres humanos que suponían vacíos de moralidad (“cultura para sirvientas” dijo Adorno). Goebbels, quien si entendió su potencia, convierte el cine en política y a Leni Reinfestal en cineasta oficial, pero la izquierda no supo distinguir entre el artilugio nazi y la maravilla intrínseca.

Las grandes obras de Reinfestal, Olimpia y El triunfo de la voluntad, además de cúspides del arte, ayudan a entender el nacionalsocialismo. Del otro lado del mundo y del espectro político vino la derecha, y el perverso senador Joseph MacCarthy descubrió entre 1947 y 1954 que Hollywood era “un nido de comunistas”. Desató la persecución contra productores, guionistas, actores y técnicos y su Comité Contra Actividades Antinorteamericanas cita a declarar a 41 figuras, pero la mitad decidió no asistir y denunciar la violación de derechos constitucionales. Crearon el Comité de la Primera Enmienda, encabezado por Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Henry Fonda, Vincent Price, Gene Kelly y David O´Selznik. Otros, Bertold Brecht, Fritz Lang, Charles Chaplin, tuvieron que irse del país; y John Huston, renunció a su nacionalidad norteamericana y se hizo irlandés. Exactamente como en las cacerías de brujas -Arthur Miller escribió Las brujas de Salem– el Comité impuso que para demostrar su inocencia, los acusados denunciaran comunistas o simpatizantes encubiertos, incriminaran a sus compañeros. Orson Wells dijo que “entre sus piscinas y la dignidad humana, se quedaron con sus piscinas”. Jack Warner, fundador de Warner bros y Louis Meyer, de la Metro Goldwyn Meyer, delataron a sus trabajadores, y en menor medida Humphrey Bogart también se quebró.

Pero leones inquebrantables, Kirk Douglas, Dalton Trumbo y Stanley Kubrick, resplandecen después de tantos años en Trumbo (Jay Roach: 2015) que revive el drama de guionistas obligados a trabajar clandestinos, con nombres falsos, como cuenta Woody Allen en El testaferro. Al final la decencia y el valor se impusieron. Trumbo hizo con seudónimo el guión de Espartaco (1960) dirigida por Kubrick, tal vez el director más sólido, protagonizada por Kirk Douglas. Los tres se juegan el resto y amenazan al estudio si el nombre de Trumbo no va en los créditos. Revienta una crisis, pero se imponen. El estreno de Espartaco es una bofetada a los cazadores de brujas y la decadencia de MacCarthy. Hoy el oscurantismo retorna al cine y a la cultura en la persecución progre o woke, la cancelación de personas por opiniones o actos de su vida privada, el histerismo de Me too, nuevas Brujas de Salem, una de cuyas primeras víctimas es un titán, Kevin Spacey, quien deja obras sin estrenar. Luego Johnny Deep, Woody Allen, J.K Rowling por llamar mujeres a las mujeres y no “personas que menstrúan”. El cómico Azíz Anzari, acusado por una mujer de hacerle sexo oral “sin su consentimiento” (debería patentar esa técnica de dificultad olímpica 10), Plácido Domingo, Blake Bailey, autor de una biografía de Philip Roth con mil páginas, vetada de publicación. Igual Shia LaBeuf, Armie Hammer, Liam Neeson, Janet Jackson, Brendan Fraser, Winona Ryder, Megan Fox, Hilaria Baldwin y etc. La oscuridad volvió.

@CarlosRaulHer