Todo lo que sea necesario y pasando por encima de todo lo que esté por delante.
Esta es la trocha que ha adoptado como política de Estado la cúpula corrupta del gobierno, que hace hasta lo impensable, llevándose por delante a quien sea, sin ningún tipo de escrúpulos, para intentar distraernos de los gravísimos problemas económicos y sociales que afectan a nuestra Venezuela, desde la misma plaza Bolívar de Caracas, hasta el último rincón en la frontera con Colombia o Brasil.
El miedo que sienten correr por sus espinazos, es un mal consejero, por ello, la degradación moral que exhiben raya ya en lo espeluznante. Nada vale para este gobierno. Ni valores sociales, históricos y culturales, ni preceptos constitucionales, ni la miseria que sufren hoy millones de venezolanos, ni siquiera el aprecio y respeto que deben a sus propios hijos, que ahora también utilizan como anzuelos para tratar de pescar las solidaridades que la mengua de la petrochequera no puede comprar.
Pero en las páginas que recogerá la historia se verá escrita aquella famosa respuesta que se dio a la tragedia de Amuay: “El show debe continuar…”.
Esta semana se cumplieron tres años de aquella tragedia, la peor tragedia en la historia de nuestra industria petrolera nacional, cuyo único responsable fue ese gobierno endiosado y dispendioso que regala a manos llenas los dólares que Pdvsa debe dedicar para el mantenimiento de todas sus instalaciones.
Con su cara bien lavada, el gobierno presentó al país una “cotización” anticipada de lo que están dispuestos a pagar por mantenerse en el poder.
Mientras tanto, no sólo los venezolanos, sino el mundo entero observa con alarma cómo a justo tres años de la explosión en la refinería en el estado Falcón, los autoproclamados “herederos” aumentan la “cotización” por un nuevo show, esta vez, alimentado con la promoción de la xenofobia contra el pueblo colombiano, al que pretende atribuirle la culpa por la crisis que soportan millones de venezolanos debido al colapso del modelo económico revolucionario.
Era predecible, y así lo advertimos, que en la medida que se acercase la fecha de las elecciones parlamentarias, aumentaría el repertorio de mentiras y manipulaciones.
De un día para otro, sin desmontar la tarima, de las madres y padres de familia como culpables de la escasez por “acaparamiento doméstico”, saltaron a meter presos a los gerentes de supermercados, y al confiscamiento de las gandolas que distribuyen los productos desde las pocas industrias de alimentos que permanecen en pie.
Y como nada de eso les dio los resultados que buscaban, porque los venezolanos no comen cuentos, y agotado el argumento del imperio, tomado ya como burla en cualquier esquina, se buscaron un “enemigo” más cercano. Pero Guyana y la Exxon tampoco les resultó, entre otras razones, porque el propio Nicolás estaba contando pajaritos preñados cuando su jefe autorizaba al gobierno guyanés a licitar exploraciones petroleras en la zona en reclamación, y entre los accionistas de la empresa que actualmente adelanta esas actividades están los poderosos acreedores chinos, que lo tienen amarrado por los bigotes con una gigantesca deuda que compromete el futuro de varias generaciones.
Fue así, como se inventaron entonces incendiar la pradera y, de paso, agredir nuevamente a los hermanos tachirenses. “Echémosle candela a la frontera” es la bandera que ahora enarbola el gobierno que hace un par de semanas celebraba con sus socios de Petrocaribe la “diplomacia de paz”.
El par Maduro-Cabello está muy alterado y nervioso. El gobierno está desequilibrado. Saben que meter presos a los comerciantes, saquear los inventarios de las industrias o imponer captahuellas en los supermercados no resuelve la escasez que vivimos en nuestra Venezuela. Ellos saben que la escasez es porque no hay producción industrial, porque negaron y siguen negando, como si fuese un regalo de su bolsillo, los dólares que las empresas necesitan para adquirir materias primas para ponerse a producir.
Saben muy bien que más que las encuestas confidenciales que se entregan en Miraflores, son las colas de la gente que busca desesperadamente algún alimento, las que gritan que los venezolanos quieren cambio.
Cerrar la frontera con Colombia para iniciar contra los colombianos asentados en la zona una razzia, que guarda similitud con el criminal episodio de la “Noche de los cristales rotos” de la Alemania nazi, arrojando a personas ancianas y a niños de sus casas, que son marcadas con letras y demolidas, es un crimen de lesa humanidad. ¿Dónde están la fiscalía, los jueces de la Lopna, el defensor del pueblo…?
El gobierno busca, a cualquier costo, distraernos de los problemas, de la falta de comida y la abundancia de asesinatos en nuestras calles, de los hospitales sin médicos y suministros, de los apagones, de la sequía en la que viven miles de familia que no reciben agua por tubería, del regreso a clases a escuelas sin pupitres, del costo de los uniformes y los útiles escolares, de la hiperinflación que azota el salario de los trabajadores.
Y este último terrible show de la cúpula corrupta tiene un altísimo precio que los venezolanos no estamos dispuestos a pagar. Esa no es nuestra esencia ciudadana. Los venezolanos somos demócratas, rechazamos la xenofobia, el odio contra otros pueblos. Los ciudadanos de esta Tierra de Gracia somos solidarios y respetuosos de la condición humana.
No queremos una guerra fratricida, tampoco una explosión social. Nuestro pueblo no permitirá que este gobierno nos meta en un callejón que nos conduciría a un escenario de mayor retroceso para el país.
Quienes hoy están en el gobierno no representan a los venezolanos, ni a los que nos oponemos a él, ni a los que alguna vez creyeron en sus promesas. Nuestro pueblo clama por un cambio, un cambio que nos permita progresar. Es momento de más y más unión como un solo pueblo, si podemos dejar a un lado nuestras diferencias por un bien mayor: nuestra Venezuela. La lucha no es de pueblo contra pueblo, sino de todo un pueblo contra una cúpula enquistada en el gobierno. Vamos a demostrarle al mundo que la fuerza para el cambio está en nuestras manos.
¡Vamos Venezuela!
¡Dios te bendiga!