Todo el aparato gubernamental se dividía en cuatro ministerios. El ministerio de la verdad, que se ocupaba de las noticias, los espectáculos, la educación y las artes. El ministerio de la paz, encargado de las cuestiones de la guerra. El ministerio del amor, que se encargaba de la ley y el orden. El ministerio de la abundancia, que es el responsable de los asuntos económicos. Así lo describía George Orwell en su obra 1984, escrita en el año 1949.
Y es que la tarea de mostrar la falsedad del lenguaje, la mentira, va a ser la más difícil de acometer en los próximos tiempos. Hay que identificar primero, y denunciar y combatir después, cómo detrás de los cacareos en favor de la paz se planta la semilla de la violencia y del odio; cómo detrás de las proclamas de justicia para los venezolanos se esconde un presente de escasez, de pobreza y de miseria; y cómo detrás de las apelaciones de igualdad se esconde el ansia de poder para mantenerse despóticamente.
El futuro de nuestra Venezuela, la que tanto amamos, merece los frutos más deseables de la democracia, prosperidad, paz y libertad; y es por eso que hay que distinguir lo verdadero de lo falso, lo real de lo propagandístico y lo auténtico de lo ficticio. Al final existe una gran realidad y la verdad nos hará libres, porque si nos dejamos llevar por la mentira seguiremos siendo esclavos.
No puede ser que en pleno siglo XXI la política se use para meter preso a alguien que piense distinto al gobierno. Hoy, en nuestra Venezuela, tenemos jueces provisorios que solo están defendiendo un puesto y estar bien con el gobierno, dejando a un lado su verdadera responsabilidad. Deben cesar las persecuciones políticas. Todos sabemos que nuestro compañero Leopoldo López es inocente, así como los más de 70 venezolanos aún presos por razones políticas.
Para que un país pueda tener paz y progreso, debe tener justicia. Pero contrario a esta premisa, este gobierno pisotea todos los días la justicia, como también los derechos de los venezolanos. No tenemos derechos económicos, un buen trabajo, un buen salario. No tenemos derecho a la alimentación, a la salud, a la educación. Cada día las colas para comprar alimentos son más largas, no hay medicinas, y vivimos en una constante zozobra.
Las acciones de la cúpula corrupta que está en el poder pasarán a la historia como las de mayor agravio al interés nacional en lo económico, social y político. Mientras la crisis y la escasez golpean de manera inmisericorde a las grandes mayorías empobrecidas, y la carencia de materias primas obliga a una seguidilla de cierres de fábricas de alimentos, nos topamos con la noticia del arribo a Puerto Cabello de un gigantesco buque con ¡cargamento bélico!
Más artefactos de guerra -provenientes de Rusia- para exhibir en los desfiles un poderío militar supuestamente presto a salir a batirse en caso de una invasión del imperio gringo, o cualquier otra guerra que inventen las cabezas calenturientas de quienes están en el gobierno, esos que utilizan chalecos antibalas para declarar desde Miraflores a la televisora que arrebataron a los venezolanos para ponerla al servicio exclusivo del dúo Nicolás-Cabello y sus enchufados.
No es la primera vez que esto ocurre, la fecha más reciente es del año pasado, cuando llegaron a Puerto Cabello nueve buques con este tipo de material, y para lo que resta del año se esperan otros tres buques, según informaron los medios de comunicación que aún quedan en el país bajo el acoso del gobierno que quiere obligarlos a callar ante la corrupción de su cúpula, que se robó y despilfarró la mayor bonanza petrolera que ha tenido el país. ¡Más de 800 mil millones de dólares entraron por la venta de petróleo durante los años de la bonanza, pero hoy tenemos más de 3 millones y medio de hogares en situación de pobreza, de los cuales 1,7 millones sobreviven en condiciones de miseria extrema. Este es el resultado de la mal llamada revolución.
¿Y qué hace Nicolás? Después de atizar el fuego en la frontera con Colombia, de crear la crisis más severa que haya tenido Venezuela con el país vecino, con la deportación masiva de ciudadanos colombianos, Nicolás y sus ministros se van a hacer turismo: a bailar a Vietnam, a comprar armas en Rusia y a pedir más reales prestados a China a cambio de más y más barriles de petróleo por los próximos años y la explotación del oro bajo tierra en el sur del país.
Suscriben acuerdos para que empresarios de esos países vengan a Venezuela a sembrar arroz y vegetales, mientras el campo venezolano, que alguna vez exportó algunos rubros, se cubre de maleza porque nuestros productores no encuentran semillas, fertilizantes y agroquímicos desde que el gobierno confiscó la empresa privada y la convirtió en Agropatria, un monumento más de la ineficiencia revolucionaria.
La corrupción de la jerarquía gobiernera la paga el pueblo con mayor pobreza. Los negociados que hacen los enchufados con los dólares preferenciales y las importaciones fraudulentas dejan en la calle a miles de trabajadores y la Asamblea Nacional se hace la ciega, sorda y muda, evadiendo sus responsabilidades contraloras y su obligación de atajar todas esas acciones que atentan contra el interés nacional.
La gran amenaza para la democracia es la escasez, el gobierno ejercido mediante una oligarquía que sería imposible de desplazar del poder y la manipulación del lenguaje apropiándose del aparato mediático. El doble lenguaje, que es la mentira… Y frente a esa mentira unión y más unión de los venezolanos.
Los venezolanos tenemos que creer en nosotros mismos, tenemos que creer en la fuerza que tenemos para lograr los cambios que son necesarios para juntos construir la Venezuela del progreso que debemos dejar a nuestros hijos, a nuestros nietos.
Cuando se levanten deben decir: yo creo en Venezuela y creo en mí para salir adelante. ¡Vamos Venezuela, que juntos si podemos!
¡Dios los bendiga!