¡Cuánto quisiéramos dedicar esta columna para hablar del desarrollo social y económico de nuestra Venezuela, del avance de nuestra nación en el concierto internacional, de los éxitos del país en sus emprendimientos!
Lamentablemente no podemos. La preocupación que hoy expresan los venezolanos, el motivo de alarma que se escucha en cualquier conversación, es por el creciente deterioro del poder adquisitivo, por el desabastecimiento y la escasez de alimentos, por las colas inhumanas que tienen que hacer las personas en cualquier rincón del país para adquirir su comida y otros productos de primera necesidad y, por si todo esto fuese poco, por el toque de queda decretado por una feroz delincuencia armada.
A quienes tenemos responsabilidades de gobierno, y estamos empeñados en la lucha por sacar adelante a nuestra Venezuela, nos preocupa ver cómo frente a este cuadro de caos, de derrumbe y decadencia de la nación, que una vez lideró el desarrollo en el continente, el gobierno, simplemente, no hace nada o, si acaso hace algo, es para profundizar el desbarajuste en el que vivimos. Un día emprende nuevos ataques contra las pocas empresas que heroicamente permanecen trabajando para producir lo poco que todavía se consigue, y al siguiente, con un ventajismo desvergonzado, se afinca con las inhabilitaciones contra los candidatos de la Unidad para crear zozobra en la gran mayoría que exige un cambio en la conducción del país.
Con estas acciones el gobierno crispa el aguante de unos y exacerba la indignación de otros… ¿Qué pretende? ¿A qué está jugado el gobierno al no hacer nada para atajar la crisis económica que amenaza con explotarle en la cara a los venezolanos y hundirnos en la crisis humanitaria que ya se asoma?
Las colas de gente que espera comprar un kilo de harina, de azúcar, leche, café, carne o caraotas son la más patética expresión de la destrucción del sistema productivo nacional. Hace algunos meses metieron presos a los dueños y gerentes de los supermercados, confiscaron los inventarios de las empresas, allanaron los comercios e inventaron una supuesta guerra económica para ocultar los problemas que se venían encima, producto de un modelo económico que castra la iniciativa privada y condujo a la pobreza y al hambre.
Ahora, a los enchufados les dio por esconder las colas y obligan a la gente a soportar horas y horas sofocada por el calor en los estacionamientos de los abastos del gobierno. En esas colas hay ancianos, embarazadas, personas enfermas… ¡Cuánto daño le hacen a la salud de nuestro pueblo quienes tampoco hacen nada por mejorar los hospitales, también postrados en la miseria!
Un gobierno responsable, no el mal disfraz que sufrimos en Venezuela, estaría en este momento llamando a los productores del campo y a las empresas agroindustriales para buscar cómo producir los alimentos que necesita su gente, estaría apoyando decididamente el verdadero rescate de las cientos de miles de hectáreas productivas que fueron arrebatadas a sus dueños, estaría distribuyendo con equidad los dólares que ingresan al país por la renta petrolera que, pese a la caída de los precios internacionales, son infinitamente superiores a los que reciben otros países que sí saben gerenciar sus recursos en beneficio de sus pueblos.
¡Pero no! Este gobiernito cree que es suficiente con esconder las colas de la gente que busca algún alimento para que no se note la escasez; cree que si no se publican las cifras oficiales del Banco Central y del Instituto Nacional de Estadísticas, pues no existe inflación; y supone que la gente es bolsa y se come el cuento de que detrás de la escasez y el desabastecimiento está la guerra económica financiada por el imperio.
La tensión que se siente en la calle, en cualquier ciudad o en el pueblito más alejado del territorio nacional, no tiene ninguna organización o promoción política por detrás. Es la angustia de los venezolanos que sabe que pueden pasar horas en una cola y regresar a su casa con las manos vacías, que tienen meses sin llevar a su mesa un trozo de carne; es la desesperación de las madres que llevan meses “pateando” de un establecimiento a otro buscando una bolsa de leche para dar a sus niños.
No se puede jugar con la paciencia de la gente. Los saqueos, que en los primeros seis meses sumaron 56 y 76 más que quedaron en intentos, según indican quienes llevan el registro de estos eventos, son una señal de la bomba sobre la que está sentado el país. Venezuela se está acercando a una situación insostenible y la cúpula insiste en tensar la cuerda, en jugar con pólvora. ¡No se puede ser tan irresponsable! Un gobierno que mínimamente pretenda dar la imagen de que realmente lo es, no puede ser tan demencial.
Pero el caradurismo de esta gente no tiene límites. Es un gobierno de mentirosos y tramposos. Lo de ellos es una foto, la pose para los medios de comunicación que controlan. Pretenden pintarnos un país que, si existe, será solo para ellos, porque los demás lo vemos cada día diluirse, sin que quienes dicen ser el “gobierno de los pobres” muevan un dedo para contener su caída libre por el despeñadero.
Las escuelas y hospitales del país sin insumos y ellos gastan a manos llenas los dólares de los venezolanos en montar “actuchos” para sus candidatos. Lo de esta semana en Los Teques, la capital de nuestro estado Miranda, fue patético. Ni siquiera movilizando gente de otros municipios lograron llenar media cuadra. ¡Es que ya están descubiertos! Quienes antes los apoyaron, hoy no los reconocen como sus genuinos representantes.
Los enchufados que están saltando de los ministerios, esos que son los candidatos de Nicolás y Cabello, son los rostros de la crisis que sufre nuestra Venezuela. Van al CNE a inscribir sus nombres porque pretenden llegar a la Asamblea Nacional y seguir alcahueteando la guachafita, ¡están identificados! Sí, el pueblo los reconoce, pero como los responsables del desbarajuste económico, de la inseguridad y de la anarquía. Por eso la cúpula corrupta tiene miedo y algunos tienen pensamientos desventurados de “jugarse a Rosalinda”.
Frente a los rostros de la crisis, la Unidad presenta a los venezolanos los rostros de la esperanza, del cambio en paz, en tranquilidad, sin revanchismos, sin exclusiones. Las fuerzas democráticas sabemos que tenemos el 6 de diciembre la oportunidad de iniciar los cambios necesarios para retomar el destino que Dios nos tiene previsto y para lo cual nos ha dotado con una naturaleza infinitamente bondadosa en recursos humanos y naturales.
Quienes queremos un cambio de rumbo vamos a ganar la Asamblea Nacional, porque tenemos un proyecto para rescatar a nuestra Venezuela en el marco institucional, no al margen de él. Eso si, el trabajo que hay que hacer es el trabajo de calle, de meterse en el corazón de las comunidades, de escuchar a nuestro pueblo y explicarle a todos cuál es el cambio que proponemos.
Los problemas de ahora nos unen a todos los venezolanos y la solución debe ser para todos los venezolanos. En este momento histórico, sobran razones para unirnos. ¡Dios bendiga a nuestra Venezuela!
08-08-15