Ocurrió esta semana. No fue un hecho clandestino, realizado a escondidas, con pocas palabras y muchas sombras. Todo lo contrario. Sucedió durante el programa oficial del presidente de la República, en una transmisión de la señal del Estado, en el canal que supuestamente le pertenece a todos los venezolanos. Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez, en plan de mostrarle los televidentes el tarjetón que se usará en las elecciones del próximo 6-D, recorrieron algunas de las diferentes opciones políticas y, de manera deliberaba, intentaron engañar y manipular a la audiencia. Fue uno de los momentos más grotescos del proceso que estamos viviendo. A medida que baja en las encuestas, el poder sube en la perversión y en el descaro.
Tal vez muchos ni se dieron cuenta. Quizás se trata de una secuencia casi anodina, casi natural. Y ahí está, precisamente, el peligro. Ahí también está la dimensión brutal de la maniobra. En pocos segundos (https://www.youtube.com/watch?v=wS3g7KQpJl4), los dos altos funcionarios del partido de gobierno coronan el final de un procedimiento que, con la complicidad del Estado y de las instituciones, es un atentado en contra a todos los ciudadanos del país. Después de arrinconar en la peor esquina a la tarjeta de la MUD, colocaron justo al lado una opción con una imagen muy similar que, teniendo candidatos claramente oficialistas, se vende como oposición. Ahí están Maduro y Rodríguez, que saben perfectamente que el MIN no es la MUD, tratando de marear al público. Como dos compinches risueños, sonriendo a cámara, felices de poder realizar una trácala sin que nadie los regañe. Nos regalaron un tráiler de una parte de su plan de campaña: confundir al elector, intentar, desde la legalidad, robarle votos a la oposición.
Esto solo es un elemento más dentro las amplias denuncias que ya ha realizado la oposición sobre el ventajismo que tiene el gobierno en el territorio electoral. Todo lo que tiene que ver con los circuitos, con la inhabilitación de candidatos, con el uso de recurso públicos en las campañas…Se trata de una práctica cada vez más desesperada y, por tanto, cada vez más desvergonzada. “¿Hay ventajismo en las elecciones?”, se pregunta Nicolás Maduro. Y él mismo se responde: “Sí. Hay ventajismo. Es la ventaja moral, ética, política que tiene la revolución en sus dirigentes, en la honestidad de sus líderes”. Por supuesto. La misma moral y la misma honestidad de los dirigentes que nos prometieron, hace tiempo, dar el nombre de las empresas de maletín que le robaron miles de millones de dólares al país.
La ética de la revolución es una triquiñuela. Obtener más diputados con menos votos, por ejemplo. Aprovechar al Estado para suspender al adversario, por ejemplo. Usar todas las señales de comunicación públicas, y a veces también las privadas, para invisibilizar a la oposición y promover a sus candidatos, por ejemplo. Esa es política revolucionaria, según Maduro. Todo es una farsa. La única ventaja que tienen es el poder. Y la falta de escrúpulos a la hora de abusar del poder.
Tibisay Lucena no ve nada de esto, por supuesto. Y se lo ve, no se alarma. Todo lo que ocurre le parece normal. Piensa que todo está bien. No cree que haya ningún problema. Por eso la democracia venezolana necesita observadores internacionales. Porque quienes deben vigilar y defender los derechos de los ciudadanos, han elegido cerrar los ojos. Dice la presidente del CNE que quien “quiera participar en elecciones que respete las reglas del juego, al árbitro y al pueblo”. Ese es precisamente el problema. Que tenemos un árbitro que no respeta las reglas del juego y que, por tanto, tampoco respeta al pueblo.
El chavismo exige respetar los resultados pero no quiere respetar el proceso. Esa es la verdadera definición del “como sea”. Esos son los dos modelos que están realmente se enfrentan el 6 de diciembre. El autoritarismo excluyente contra la participación democrática. La única salida son los votos. Millones de votos.