Las investigaciones avanzan con algunos tropiezos recogiendo evidencias y recorriendo la polvorienta trocha en Tumeremo
El Ministerio Público de Venezuela confirmó este jueves la desaparición de 16 mineros en Tumeremo, al sur del estado de Bolívar, en el camino que conduce a un yacimiento de oro. El número tres de la organización, Zair Mundaray, se ha desplazado hasta la zona para intentar sortear la presión que significó hasta este jueves la presencia de los familiares parapetados en la vía que comunica a esta ciudad de vocación minera con Caracas y el norte de Brasil.
Las investigaciones avanzan con algunos tropiezos recogiendo evidencias y recorriendo la polvorienta trocha —un camino accidentado rodeado de árboles chaparros— por donde los familiares y algunos testigos aseguran que fueron vistos por última vez quienes no han regresado a casa desde hace una semana. Es una zona hostil, un predio privado casi abandonado, con casas semiderruidas y potreros sin animales, que cobija a los grupos criminales que se disputan el control de la minería artesanal en la zona.
La presión se evidencia no solo en la presencia de las más altas autoridades policiales, civiles y militares en una región que no está entre las prioridades nacionales, sino en un despliegue que ha terminado por alterar la rutina de este poblado lleno de mototaxistas, mineros artesanales pobres y comerciantes de oro. Con las declaraciones del Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, y del gobernador del estado de Bolívar, Francisco Rangel Gómez, el gobierno nacional comienza a abandonar su descreída primera reacción y admite la posibilidad de que se haya salido de horma una disputa entre bandas armadas por el control de un yacimiento de oro descubierto entre noviembre y diciembre. Aún no saben con precisión cómo ocurrió, ni cuántas personas han caído, pero tienen la certeza, de acuerdo con el testimonio de fuentes vinculadas a la investigación, de que hubo “un hecho de sangre”.
Cuando el miércoles los fiscales siguieron el intrincado camino que conduce al fundo Atenas, la referencia más cercana a la entrada de la mina, encontraron indicios que así lo demuestran: una camisa agujereada, una gorra con los distintivos de los símbolos patrios locales, un par de botas, un mazo con rastros de sangre envuelto en cinta plástica y una motocicleta abandonada. Estas evidencias estaban en los terrenos del fundo El Peregrino, donde los sobrevivientes aseguran que fueron capturados por hombres armados y vestidos de negro.
Mundaray acompañó a los fiscales designados, Merving Ortega y Marcos Hernández, y a la policía científica en la pesquisa. Pero a pesar de la insistencia de los familiares que acompañaban el recorrido, el comisario que estaba al mando de la operación aseguró que no era prudente llegar hasta el fundo Atenas, donde al parecer también desaparecieron algunos de los mineros. En medio del camino les advirtieron de que en las cercanías de la estancia había personas armadas. Era un riesgo, dijeron, seguir adelante sin los pertrechos mínimos para responder a un ataque y con la presencia de ciudadanos desarmados.
Piedras preciosas
Los fiscales fijaron con un GPS las coordenadas donde localizaron las evidencias y parte del camino recorrido. Con esa información, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana tenía pensado llegar al sitio en las próximas horas, para abrirle paso a los fiscales. Todas esas diligencias desesperan a los familiares porque consideran que se trata de dilaciones calculadas para que se olviden de lo que ha ocurrido. Los parientes creen que autoridades locales son cómplices de El Topo, a quien atribuyen la responsabilidad de ordenar la desaparición de sus seres queridos. Dos sobrevivientes lo describieron a este diario como un hombre de acento colombiano, moreno y que está dispuesto a tomar el control total de todos los yacimientos de la zona por la fuerza.
Según esa versión las desapariciones también podrían estar asociadas con un propósito, no confesado por el Gobierno, de acabar con la anarquía que supone la extracción de piedras preciosas sin la regulación del Estado. El reciente anuncio del presidente Nicolás Maduro de certificar las riquezas del subsuelo con el fin de explotarlas junto a empresas transnacionales mantiene en vilo a los mineros artesanales.
La decisión implicaría la modificación de la relación cultural de los vecinos de Tumeremo con la explotación de las riquezas. Muchos de ellos se niegan a trabajar para un patrono por un salario fijo, porque prefieren internarse durante días en las minas hasta conseguir oro. Por un gramo podrían ganarse hasta el doble del salario mínimo local (unos 30 dólares de acuerdo con el valor de la moneda estadounidense en el mercado negro). Una tentación que eleva al infinito el riesgo de morir persiguiendo el azar de la riqueza.
LA DANZA DE CIFRAS: 16, 17 O 28 VÍCTIMAS
Apenas se informó de la desaparición de los mineros, ha sido imposible determinar el número exacto de supuestas víctimas. Los vecinos que cerraron la vía aseguraban que eran 17. Otras versiones apuntan a 28. El Ministerio Público tiene constancia de 16.
La danza de cifras refuerza la idea de un suceso muy vulnerable a las interpretaciones sesgadas. Algunos testigos que conversaron con este periódico aseguran que podrían ser muchos más. Y que estas desapariciones han visibilizado el endémico problema de la violencia en la zona.
Alfredo Meza/El País