Ella llora al ver a sus familiares llorar. Sus papás se abrazan con los abuelitos y demás parientes. No entiende lo que ocurre, sus cuatro años de edad no se lo permiten. La niña, junto a sus padres y hermano de ocho años están a punto de abordar un avión en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar. Para ella, montarse en una aeronave es igual a irse de vacaciones. Lo que no sabe es que esta vez viajará, pero sin regresar a casa. Su nuevo hogar estará fuera de Venezuela.
Sus padres, José Blanco y Karisa Molero son algunos de los tantos jóvenes que han tomado la decisión de irse del país y empezar de cero una nueva vida en el extranjero. El paso lo dieron luego de que unos delincuentes apuntaran a su hijo con una pistola en la cabeza. Fueron víctimas de un atraco en el oeste de Caracas cuando una mañana llevaban a sus pequeños al colegio.
Esa fue la “gota que derramó el vaso” para que la pareja partiera a Estados Unidos.
“Eso nos marcó mucho, los malandros intentaron golpear al niño, fue algo horrible”, contó José Blanco al admitir que tomar la decisión de dejar el país y a la familia fue “muy duro”. Para ellos el objetivo de emigrar es ofrecerle a sus hijos “un mejor futuro y con calidad de vida”.
Mientras José hablaba se escuchaba el llanto de los parientes que fueron con ellos hasta el aeropuerto. “Es muy duro estar despidiendo a mi hija y a mis nietos, pero es lo mejor, es una oportunidad para ellos. Las cosas en el país están muy mal”, dijo con voz entrecortada el padre de Karisa, Rodolfo Molero, quien de manera evidente hizo un esfuerzo por contener las ganas de llorar. En algunos momentos llegó a perder esa batalla.
El progenitor de José intervino para decir que el consuelo de los padres venezolanos que ven partir a sus hijos, es saber que van surgir. “Aquí no hay comida, hay demasiada inseguridad, no se consigue nada, ni trabajo, ni alimentos, ni remedios. A donde irán estarán mucho mejor”, insistió.
Esta familia no era la única que el pasado viernes decía adiós sobre el piso con el mosaico hecho por Carlos Cruz Diez. Basta con pasar un par de horas en el aeropuerto para darse cuenta que los hechos contradicen lo expresado hace semanas por el presidente Nicolás Maduro, quien negó que la juventud venezolana esté abandonando el país para buscar oportunidades. Aseguró que esa información es parte de una supuesta campaña de la “derecha maltrecha”.
Tres hijos fuera
“Por culpa de este maldito Gobierno mis tres hijos se han ido”, decía desconsolada Isabel Aramaga, una madre que despidió el pasado viernes a la única hija que le quedaba en el país. La joven de 24 años de edad, se graduó hace un año de arquitecto, pero por falta de oportunidades decidió probar suerte en México.
“En Venezuela no hay tranquilidad, no hay seguridad, cuando la gente sale a trabajar no tiene la garantía de que regresará con vida a su casa. Por eso se están yendo los jóvenes, por eso se fue mi hija, la tercera que despido. La tercera que se va de Venezuela”, dijo Gilberto León mientras abrazaba a su esposa. La madre se desmoronó al ver a su muchacha cruzar la puerta de embarque.
“Es como si me quitaran la vida”, repetía la mujer bañada en llanto.
La misma historia se repite una y otra vez durante cada minuto en Maiquetía.
“Es muy deprimente ver en todo momento a tanta gente despedirse. Hay que tener corazón de hierro para no llorar”, dijo una trabajadora de seguridad aeroportuaria.
Para la empleada, parte de su formación es ser “fuerte” para evitar que historias como las despedidas la afecten emocionalmente. Sin embargo, admite que “ni con una coraza de hierro” es posible esquivar tantas emociones.
“Lo que más veo es jóvenes partir y padres sufrir”, señaló la trabajadora que además no se atrevió a cuantificar las familias que ve separarse durante su jornada de trabajo. “Es imposible dar una cifra, pero lo que si te puedo decir es que son demasiadas“, expresó.
Dos hermanas que se fueron
Para Gladys Martínez y Carlos Martínez, el sufrimiento es por partida doble. Hace unos días les tocó decir adiós a sus dos hijas. Ambas son médicos que se fueron a vivir a Australia.
“Nos vamos en búsqueda de superación y un mejor futuro”, dijeron Karolina y Karina Martínez, mientras se tomaban fotos junto a sus seres queridos. Tienen la esperanza que con dichas imágenes recortarán un poco la distancia entre los cuatro. Consuelo no muy alentador.
Sus padres dijeron tener sentimientos encontrados. “Me siento triste pero a la vez alegre. En este país no vemos la oportunidad de que un médico pueda superarse, el salario no les da ni siquiera para pagar un postgrado. Además de que la calidad de la educación ha bajado”, expresó Carlos.
Estas jóvenes activaron el plan de emigrar cuando junto a su madre fueron víctimas de un atraco.
No solo la violencia ha impulsado las emigraciones en los últimos años. Belkis Escalona es madre de tres hijos adultos. Dos viven en Venezuela. El otro está residenciado en Estados Unidos. Hace tres años éste pidió a su mamá. Desde entonces la señora vive fuera del país. Para ella lo más duro es vivir separado de sus dos hijos y madre. Procura venir a visitarlos de vez en cuando, pues admite no poder viajar a cada momento.
“Es muy difícil vivir separada de tu familia. Me fui de mi país por la falta de trabajo, por la economía y en búsqueda de calidad de vida. Sufro de hipertensión y de una enfermedad en la piel que se me brota con el estrés. Mi hijo quiso llevarme, y ya tengo tres años viviendo fuera”, dijo la mujer sin dejar de abrazar en ningún momento a uno de sus hijos que fue a despedirla.
Es que Maiquetía se ha convertido en el lugar predilecto para las despedidas forzadas. No importa las edades, desde una niña de cuatro años hasta una señora mayor, nadie puede contener las lágrimas al ver marchar a sus parientes.
“No dejo de abrazarlo porque no sé cuando lo vuelva a hacer”, concluyó Escalona.
El Estimulo