Fueron 19 los ancianos que perdieron la vida en los sucesos ocurridos el 19 de marzo de 1987 en la Casa Hogar San Pablo, ubicada en la avenida principal de Pueblo Nuevo, cruce con avenida España, parte alta de San Cristóbal, donde más de un centenar de personas de la tercera edad, así como seis religiosas, resultaron víctimas de una intoxicación colectiva que fue consecuencia del uso de una sustancia altamente tóxica, por error, en la elaboración de los alimentos, que para ese día tenía un significado muy especial, pues se trataba del día de san José y si bien no se habían programados actos, sí estaba previsto un almuerzo que fuera del deleite de todos, para que no pasara desapercibido.
por La Nación
Han transcurrido 37 años de aquel aciago momento. Los hechos forman parte de los casos más tristes y lamentables ocurridos en nuestra región, por haber afectado a uno de los sectores más vulnerables de nuestra población, más de un centenar de ancianos, a quienes el destino les jugó una mala pasada y en el ocaso de su existencia se vieron en la necesidad de luchar por sus vidas y no sucumbir en tan delicada situación. Los hechos de ese día de san José en la Casa Hogar San Pablo se recuerdan hoy, cargados de dramatismo por las circunstancias vividas, la respuesta y reacción de las autoridades y el pueblo, que unieron esfuerzos para evitar que la tragedia fuera peor.
Intoxicación masiva
El 19 de marzo de 1987, en el albergue las cosas trascurrían bajo la más absoluta normalidad. Repentinamente comenzaron a suceder una cadena de hechos que encendieron las alarmas. Pasadas las dos de la tarde, una gran cantidad de ancianos, allí albergados, comenzaron a utilizar de manera inusual los servicios sanitarios, que pronto colapsaron. Algunos no alcanzaron a llegar y debieron acostarse en el piso para no caer, a causa de las náuseas y mareos. Las Hermanita de Los Desamparados, bajo cuya responsabilidad estaba la casa hogar, se percataron rápidamente de la gravedad de los hechos y solicitaron auxilio a los bomberos, que fueron los primeros en acudir para indagar sobre lo que estaba ocurriendo.
No tenían ni la menor idea de lo que se iban a encontrar y su capacidad para prestar auxilio fue rápidamente superada por la magnitud de la emergencia.
Según recuerdan algunos efectivos, cuando en la tarde del 19 de marzo llegaron las primeras comisiones se encontraron con una situación de gran caos, por la cantidad de personas que necesitaban ayuda. Los afectados sufrían de vómitos, diarrea y bajas temperaturas. Algunos convulsionaban en el piso, en las camas o sobre las sillas, en las cuales estaban desgonzados.
Las personas afectadas estaban por todos lados, en los baños, jardinerías, pasillos, dormitorios. “Uno no hallaba qué hacer, ni a quién ayudar primero”, contó uno de los efectivos que estuvo en el sitio desde el primer momento. Los bomberos se dieron cuenta, por la experiencia de casos anteriores, de que se trataba de una intoxicación masiva de graves proporciones y no estaban en capacidad de atender la situación por la gran cantidad de víctimas.
De inmediato solicitaron ayuda de otros organismos, como Defensa Civil, Dirsop (Policía Estadal), Guardia Nacional, PTJ y Disip, entre otros. Pronto llegaron ambulancias de centros asistenciales, públicos y privados, pero, aun así, no eran suficientes. Personas particulares llegaron con sus carros y hasta los vehículos de los periodistas fueron utilizados para el traslado de los ancianitos a los hospitales, dada la magnitud de la emergencia, explicó el funcionario.
Más de cien afectados
La situación era crítica y caótica. El número de personas afectadas sobrepasaba el centenar, de las cuales 64 fueron trasladadas al Hospital Central de San Cristóbal, 34 al hospital del Seguro Social, en el barrio Santa Teresa, 7 al Centro Clínico San Cristóbal y 8 a la Policlínica Táchira. Voceros policiales también hicieron referencia a seis religiosas, igualmente intoxicadas.
Los hechos ocurridos en la Casa Hogar San Pablo no solo conmocionaron a la población de San Cristóbal y el estado Táchira, que no solo reaccionó con solidaridad, sino que fue motivo de movilización por parte de los diversos organismos de tipo sanitario e investigación policial, que unieron sus esfuerzos para lograr la identificación de la sustancia que había provocado la masiva intoxicación. Eso resultaba puntual para poder suministrar el tratamiento y salvar vidas. El presidente de la República, Jaime Lusinchi, envió a San Cristóbal a su ministro de Sanidad y Asistencia Social, Otto Hernández Pieretti, y al director del Cuerpo Técnico de Policía Judicial, Pedro Arturo Torres Agudo, junto a especialistas de laboratorio y microanálisis, que tenían la misión de identificar, a la mayor brevedad posible, el agente responsable de la masiva intoxicación.
Sin embargo, los detectives del CTPJ – Táchira tenían el trabajo adelantado. Se habían constituido en la casa hogar con la urgencia que ameritaba el caso, para colectar muestras de alimentos y enviarlas a los laboratorios, donde serían sometidas a experticias, en un intento para identificar la sustancia en cuestión.
La gobernadora del estado Táchira, profesora Luisa Teresa Pacheco de Chacón, puso todos los recursos de su despacho para atender la emergencia y, tras conversar con el director de PTJ, fue la primera en anunciar que se trataba de un hecho accidental. Se presumía que la fuente de tan delicado acontecimiento era la alimentación suministrada durante el día a los ancianos y comenzaron a colectar muestras de los alimentos.
Una de las religiosas que fueron interrogadas por los detectives declaró que hasta la una de la tarde no tuvieron problemas, pero de repente todo cambió. Explicó que, a pesar de ser el día de san José y la Virgen de los Desamparados, no estaba prevista ninguna celebración especial. Añadió que prefirieron no dar vino a la hora del almuerzo, más bien, refresco, tipo gaseosa, y masato preparado en la casa hogar.
Reveló que a la hora del desayuno comieron caldo con papas, queso, galletas y pan. Algunos tomaron café con leche. Otros prefirieron café negro. El menú del almuerzo estaba compuesto por arroz, pollo horneado y ensalada. “Algunos tomaron gaseosa, en tanto que otros, la mayoría, prefirió el masato”, comentó la monja. Declaró a los investigadores que a las 12 se sirvió el almuerzo, como de costumbre, y a eso de la una de la tarde se iniciaron los inconvenientes, con algunos ancianos que comenzaron a quejarse y sentirse mal. “Los vi correr hacia el baño y, a muchos de ellos, caer al piso. Eso fue masivo, y pronto teníamos mucha gente en el piso. A medida que pasaban los minutos caían más personas”. Recuerda que algunas damas llegaron en ese momento a visitar la casa hogar y fueron de gran ayuda ante la caótica situación. “Nosotras -continuó diciendo la monja- empezamos a llamar a los médicos, a los bomberos, al Hospital, Centro Clínico, a la Policlínica Táchira. En algunos centros no había médicos disponibles porque habían salido a almorzar”, acotó después la religiosa.
Un gran silencio
Algunos de los detectives de la PTJ recuerdan el silencio profundo e impresionante de esa tarde en la casa hogar, donde se podía sentir en el ambiente toda una carga emocional. Comentaron que, al momento de realizar la inspección, se encontraron en los dormitorios con las camas destendidas y en desorden, muebles por el piso, volteados. Daba la impresión que fueron movidos violentamente, quizás por ancianos que pensaron reposar luego del almuerzo y tuvieron que salir apresuradamente, urgidos por el dolor de estómago, náuseas, mareos y la angustia, en busca de alivio en los baños de uso colectivo, de donde los rescatistas debieron sacarlos después para trasladarlos a los hospitales. Una de las funcionarias de Inspecciones Oculares describió el ambiente de la siguiente manera: “Las huellas de lo ocurrido eran dramáticas, había zapatos tirados por todos lados, sillas corridas, cojines tirados en el piso, vómitos, rastros de alimentos. El ambiente era pesado, muy pesado”. Se supo del comportamiento heroico y solidario de ancianos que aún no habían caído, a pesar de estar afectados por la intoxicación, quienes ayudaron a quienes estaban en peores condiciones. Ellos corrieron para prestar ayuda a otros que pedían auxilio, muchos ya doblegados en el piso y en malas condiciones.
En la casa hogar también vimos a muchas personas, familiares, amigos, gente que fue a ayudar, pero nadie decía absolutamente nada. El silencio era como un sentimiento de luto. Los investigadores lograron obtener el testimonio de sobrevivientes, testigos y de aquellos que no consumieron el alimento contaminado. Resultaron ilesos. Cuando se inició el problema, la gente corría de un lado a otro, intentando ayudar. Llegaron vecinos a quienes se les encomendó cuidar y asistir a un grupo de ancianos que no estaban intoxicados, pero sí afectados emocionalmente por lo que había ocurrido con sus compañeros, porque allí todos son como hermanos. Se recuerda a dos ancianas que lloraban desconsoladamente. Explicaron que eran tres las hermanas que estaban en ese albergue y que, lamentablemente, Nelly, la menor, no regresaría, porque su nombre formaba parte de la lista de fallecidos.
También había fuerte presión por parte de familiares que comenzaron a llegar en busca de información, que no les podían suministrar, pues debido a la confusión no se sabía quiénes habían sido trasladados, ni el centro asistencial a donde fueron llevados. Tampoco era posible conseguir información en hospitales, ya que las víctimas llegaron sin documentación y en las listas aparecían como “Persona por identificar”.
Masato asesino
Los expertos de la delegación Táchira de PTJ cumplieron un extraordinario papel que ayudó a salvar muchas vidas. Los funcionarios colectaron muestras de todos los alimentos servidos durante el desayuno y almuerzo. Las unidades patrulleras, haciendo sonar sus sirenas, partían raudas hasta los laboratorios policiales, donde los especialistas las esperaban. Se sospechaba de dos alimentos: El arroz y el masato. Estas últimas muestras fueron entregadas a la experta Belsi Arciniegas, una de las jefas de laboratorio, que logró identificar la sustancia sospechosa en el masato. Se trataba de un organofosforado de alta toxicidad, utilizado para labores agrícolas. No se sabía cómo llegó a mezclarse con los alimentos, pero eso podría aclararse luego.
La novedad fue comunicada de inmediato al Hospital Central, donde ya tenían a mano varios medicamentos que podían ser utilizados como antídoto. “La sustancia fue identificada como Paratión”, se dijo lacónicamente. Se recomendó Atropina y Toxogomin, para revertir los nocivos efectos del organofosforado. La aplicación se inició de inmediato y los resultados satisfactorios. Lamentablemente, 19 personas perdieron la vida en este triste incidente.
Luto y dolor
El pueblo tachirense sintió en el alma la tragedia y lloró a sus muertos, todos ellos ancianos albergados en la Casa Hogar San Pablo. Los servicios fúnebres se cumplieron en medio de una gran manifestación de pesar. Los féretros con los 19 fallecidos fueron trasladados al Gimnasio Cubierto “Arminio Gutiérrez Castro”, en La Concordia, donde se cumplió con el acto velatorio.
Allí se hicieron presentes delegados de los sectores representativos de la región, encabezados por la gobernadora Luis Pacheco de Chacón. Los familiares de los ancianos fallecidos sintieron la solidaridad y el cariño de quienes llenaron las graderías del espacio deportivo y luego fueron al Cementerio Municipal de San Cristóbal, donde se cumplieron las inhumaciones.
En cuanto a las causas, la investigación policial llevó a establecer el hecho como accidental, producto de una confusión por parte de una persona que tomó parte en la elaboración del masato. En una alacena de la cocina fue dejado un viejo recipiente con la etiqueta de una conocida harina de la época. La persona encargada de la preparación lo encontró y vertió su contenido en la olla, donde estaba siendo preparada la bebida. No era harina. Era el organofosforado que ocasionó la tragedia, que de alguna manera fue a parar a la despensa, al ser confundido por su envase.
La investigación policial se cumplió de manera rigurosa y llegó a tribunales, pero la persona sobre quien recaía la responsabilidad nunca fue detenida, pues existían razones de peso para ello: El hecho fue accidental y no intencional. La persona sospechosa era de edad muy avanzada, y se tomó en cuenta que el producto utilizado estaba en un recipiente con etiqueta que no le correspondía y esto aumentó la confusión. Además, la sustancia ocupaba espacio en una despensa donde solo se mantenían alimentos. Nunca se supo cómo el veneno, ni cuándo, llegó a esa alacena de la cocina de la casa hogar.
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